Depresión unipolar relatada por M.
Estoy en estos momentos atravesando una ligera crisis que mi psiquiatra ha calificado de "depresión moderada". Me recetó un antidepresivo que me va relativamente bien, aunque tengo fuertes momentos de recaída, donde siento que el mundo se quiebra bajo mis pies. Llevo algo más de un mes con el tratamiento, y a pesar de esa ligera mejoría que te comenté, lo cierto es que a menudo vuelvo a sentir esa tristeza inmensa y el vacío terrible que lo originó todo. En esos periodos me siento desanimadísimo, y solo, muy solo, sin ganas de hacer nada. Cada mañana me obliga entonces a un esfuerzo terrible para levantarme y acudir al trabajo. Las actividades que antes me satisfacían, como hacer deporte o escribir o leer o escuchar música, se me tornan en esos momentos indiferentes, y lo único que me apetece es tumbarme en el sofá con una manta por encima y rumiar mi tristeza pensando que mi vida es un desperdicio sin futuro. No tengo ilusiones, ni objetivos, ni deseos. Es una situación frustrante. Muchos de esos días me suelto a llorar como si fuera un niño, y siento un hormigueo en el estómago que me sube hasta el corazón (yo lo llamo el dolor del alma).
Así llevo, ya te digo, más de un mes, tratando de exorcizar definitivamente a esos demonios que han querido hacer de mi alma su hogar. ¡¡¡Porque quiero volver a ser el mismo que era, una persona optimista y alegre, muy jovial, siempre dispuesto a divertirse y a divertir a quienes le rodeaban!!!
A mí de momento lo que me salva es que tengo una gran fuerza de voluntad y eso hace que aunque no me apetezca hacer ciertas cosas, pues saque fuerzas de flaqueza y las haga. Por ejemplo, voy al gimnasio aunque no tenga ganas (en realidad lo odio), pero la verdad es que mientras haces ejercicio a tope por lo menos no piensas y es un periodo en el que al menos la tristeza parece camuflarse. Me pasa igual con el trabajo, aunque me cuesta un mundo ir, y hasta a veces siento náuseas, procuro enfrascarme todo lo que puedo para no pensar en mis problemas. También me esfuerzo por leer algo entrenido, etc, etc. Todo eso me ayuda, ya digo, ya que si sólo hiciera caso a lo que me pide el cuerpo, pues eso, a meterme bajo la manta todo el santo día.
Lo cierto es que yo no tengo motivos reales para estar así. Es verdad que llevo una larga temporada que, por motivos de trabajo, tengo que estar viviendo solo en una ciudad que no es la mía (...)
Quizá todo esto sea también un castigo por mi pasada soberbia. Porque tengo que confesar, y espero que sepas perdonarme, que hace algún tiempo yo no sólo no creía en las depresiones, sino que a quienes la padecían les menospreciaba diciendo que eran gente débil de carácter que prefería encerrarse en su caparazón que afrontar de verdad la vida, o peor aún, sospechaba que eran excusas para no ir a trabajar o cosas por el estilo. Me da tanta vergüenza escribir esto, pero es la verdad, yo era así de arrogante y estúpido. No creía que pudiera existir una enfermedad llamada depresión. Siento ganas de llorar al pensar de qué equivocada manera he considerado a gente que lo que más necesitaba era ayuda. Pero de nada sirve ya lamentarme por mi pasada estupidez. Ahora yo soy el enfermo, y eso que mi depresión es sólo "moderada", según el psiquiatra. ¡Tiemblo sólo de pensar cómo será la severa!
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Sé que tarde o temprano la depresión me abandonará y volveré a ser el de antes, de eso estoy seguro, pero el camino me está resultando asaz tormentoso, un duro calvario que me tiene transido de aflicción; aunque también me está sirviendo para limar defectos que antes poseía, de hecho ahora soy más humilde que antes, menos vanidoso, y he aprendido a valorar más a los demás, y también he aprendido a conocerme mejor a mí mismo, saber que soy mucho más vulnerable de lo que suponía (antes me creía revestido de un escudo capaz de resistir cualquier golpe), ahora no, ahora sé que soy tan frágil como el que más, que los dardos que la vida lanza de vez en cuando también pueden alcanzar mi alma; y sobre todo he aprendido a comprender mejor a los demás, a saber que en el fondo todos tenemos defectos y virtudes, vicios inconfesables y bondades manifiestas, que nadie es Bueno ni Malo con mayúscula, sino que en todo el mundo es posible encontrar detalles que valorar. Es muy posible que de esta molesta crisis salga un M. purificado, una mejor persona en definitiva, como el gusano que tras pasar encapullado largo tiempo en la crisálida emerge convertido en una espléndida mariposa.
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Llorar es bueno; yo en los días de Diciembre, cuando la depresión fue más intensa, también lloraba a menudo, y después de hacerlo me sentía más aliviado. Es verdad que estoy mucho mejor, ya te lo comenté en anteriores mails. Ahora tengo días de más o menos ánimo, de más o menos tristeza, de más o menos hormigueo en el estómago, pero no he vuelto a padecer aquellos episodios que me invadieron en los fatídicos meses de Diciembre y primeros de Enero, episodios que me impelieron a visitar por vez primera en mi vida a un psiquiatra. Aquellos sí que fueron días horribles, me ahogaba, sentía que el mundo ya no tenía nada que ofrecerme ni yo nada que ofrecer al mundo, que estaba acabado, que no me quedaba nada por hacer, y lloraba mi rabia, mi impotencia, y volvía a tener pensamientos nefastos, y volvía a llorar, un círculo vicioso que sólo rememorarlo me eriza el vello del cuerpo. Sigo con mi tratamiento a base de una pastilla diaria de C., que de momento esta logrando contener a aquellos leviatanes, y sí, hago una vida más o menos normal.
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Sé que aún no estoy del todo recuperado, aunque la evolución va bien. Mi sensación es extraña. Noto que voy caminando por un angosto sendero, a uno de cuyos lados hay un refugio, el lugar donde sé que puedo guarecerme emancipado de mis vampiros, la cura en definitiva; pero en el otro lo que hay es un precipio insondable, la caída al averno. Y yo camino por ese buído pasadizo, haciendo equilibrios como un volatinero, temiendo volver a caer en cualquier momento. No sé. Es difícil de explicarlo con palabras, y menos hoy, que me encuentro un tanto espeso y estoy escribiendo bastante atropelladamente. Percibo ese hormigueo en el estómago que es para mí como una señal de emergencia, una luz roja que se enciende en mi cerebro y anuncia "Alarma, M., ten cuidado con tus pasos, puedes perder el equilibrio y el abismo te espera allá abajo con sus fauces abiertas. Recuerda lo mal que lo pasaste. Ten mucho cuidado". Y entonces busco rápidamente cosas que hacer que amorticen la angustia que en esos momentos amenaza. De todas formas, ayer por la noche tuve que tomarme medio O., y eso que hacía varias semanas que no los tomaba; pero me costaba demasiado conciliar el sueño y tenía algunas taquicardias. Me hizo efecto rápidamente y me dormí.
Es fabuloso tener buenos amigos que se ocupan de uno en los malos momentos. Yo, por fortuna, también los tengo (...), hoy mismo vuelvo a comer con B., mi compañera de la que ya te hablé. Creo de todas formas que cometí un error al decirle lo de mi depresión, porque desde entonces no para de estar solícita hacia mí, demasiado atenta a veces. No sé, tengo la impresión de que me trata como si ella fuese mi madre (¡una madre varios años más joven que yo!) y yo una delicada figura de porcelana. ¡Que no me voy a romper, cojones! Ah, no soy justo con ella, lo hace con buena voluntad, pero es que odio que me traten con tanta conmiseración, que me manejen como si fuese de cristal, como si pegado a mí llevase pegado un marbete que dijera "frágil, no tocar". Me parece que a ti te pasa lo mismo.
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La correspondencia con M., de la que he extraído estos párrafos escritos por él con su autorización, se desarrolló durante el mes de febrero, y al parecer su depresión remite poco a poco, aunque se manifiesta todavía a días.
M. no tiene bipolar. Pasa por una depresión unipolar. Pero el sentimiento, es el mismo.
He seleccionado poco de lo mucho que llegó a relatar. A este último párrafo donde habla del trato recibido al anunciar el tema, le respondí: "acabas de catar el estigma".
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4 comentarios
Vero -
Carne de Psiquiatra -
A un bipolar I se le dan antidepresivos a cuentagostas y con lupa. Porque producen efecto viraje le llaman, es decir, ellos te hacen subir pero en el caso de un bipolar, se sube o puede subir demasiado, al otro lado. Es el lado que no pisan los bipo II, y lo que nos diferencia.
No puedo darte datos concretos sobre mi tratamiento. Como bipo I, ahora tomo una pequeña dosis de antidepresivo, que es casi lo primero que retocan de mi pauta cuando viene una curva. Lo cierto es que ahora hay medicación alternativa a los antidepresivos, o que sin serlos, producen o ayudan a ese efecto, sin el temido riesgo a viraje. Hablamos de estabilizadores del ánimo, por ejemplo.
Nano -
Gracias por anticipado y un saludo.
Nano.-
Valpro -
Salud y suerte.