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Carne de Psiquiatra -Trastorno Bipolar

FUTURO

FUTURO He tenido suerte, el Trastorno Bipolar me ha pillado con el milenio. Compadezco a los que chuparon manicomio en su día, en el s.XIX, cuando no existía ni el litio. En la edad media, al enfermo mental se le abría el cráneo para extraerle “la piedra de la locura”, tal y como retrata El Bosco en un cuadro que se exhibe en El Prado. Animaladas mil, que también se encuentran en la “Historia de la locura” de Michael Foucault.

Futuro... sí, existe un futuro. Y si no, lo inventaríamos, todo por no decaer, por no amargarse.

El proyecto Genoma Humano es imparable. Ahora se especula sobre tal gen, en cuestión de pocos años mi enfermedad tendrá nombre y apellidos en la doble hélice.

Gracias a los precios desorbitados de la medicación, los laboratorios siguen investigando. No sé hasta qué punto les interesa, porque ya tienen una clientela de por vida. Quizá tengan miedo a que la competencia lance un antipsicótico sin tantos efectos secundarios.

Los psiquiatras jóvenes están muy puestos en el tema. Si son novatos, se encuentran con enfermos que saben muy bien lo que tienen, casi mejor que ellos. Un bipolar suele ser un enfermo bien informado. La razón es simple: quiero saber qué coño me está pasando, qué infierno me ronda. Si te doliese un dedo no le darías importancia, pero de buena tinta digo que cuando te explota el cerebro te buscas la vida y vas a los por qués sin esperar a que nadie te los cuente en la consulta. Por eso somos enfermos algo especiales en el trato.

Se acaba de constituir en Barcelona una asociación de personas que cobran la pensión no contributiva, 276 euros. ¿Quién vive con eso? Y habrán más asociaciones, y más presión, y gracias a ellos algún día tener enfermedad mental no será sinónimo de pobreza, de vivir a expensas de la familia, de volver a hacer una carta a los Reyes Magos con cosas que necesitas y no puedes comprarte, como unas bragas.

Un día las autoridades sanitarias repararán en que, oh, faltan camas en la sección de psiquiatría de los hospitales. Y en los ambulatorios, psiquiatras públicos y, sobre todo, psicólogos, porque un psicólogo que te atiende cinco minutos es un placebo. Que muchos abuelos tienen demencias, y necesitan más atención que dejarles atados en una silla, así no molestan, es de juzgado de guardia. Que los jovencitos se están metiendo en un pozo a cada pastilla que tragan en la discoteca, y muchos ya tienen una esquizofrenia diagnosticada por la broma… y que “te quiten lo bailao” a los 20 años me parece que es demasiado pronto. Que lo del mobbing laboral tampoco es ninguna broma, y el estrés es una enfermedad que pillas en el trabajo como quien pilla pie de atleta en la piscina, y también te lleva al psiquiatra.

“Lo mental” es apartado. Es el asunto que baja a la última carpeta de los temas pendientes de cualquier administración. Es caro, para empezar. No se soluciona abriendo quirófanos los domingos, hay que pensarse la cosa.

En su día se pensó, en los 80. Se hizo una reforma del sistema psiquiátrico español. Todo el mundo fuera del manicomio, dicho pronto y mal. ¿Y ahora qué? El problema es el de siempre, la idea de la reforma es genial, pero no hay medios para llevarla a cabo. No había recursos ambulatorios. Hospitales de día, lugares donde un enfermo mental pudiese realizar actividades, terapia, fuera de su casa. Ahora la cosa está algo mejor, pero depende de las autonomías. En la mía, este asunto se les escurría de la bandeja de los “pendientes”. Dicen que en Euskadi las cosas están mejor, que han invertido más.

Ahora es cuando debo decir: ¿De qué nos quejamos aquí? ¿Qué recursos tienen en México?

Lo de este país es lamentable, pero lo otro, por lo que te cuentan, es directamente descorazonador.

Espero que también haya un futuro para ellos, para ti, mi querida tuangeldelaguarda.

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