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Carne de Psiquiatra -Trastorno Bipolar

Vivir con estigma y miedo

Vivir con estigma y miedo

El otro día, un albañil me dejaba el baño arreglado pero absolutamente sucio. Al finalizar la tarea, me pidió el recogedor y un "cepillo", y yo saqué la escoba, pues no se me ocurría qué cepillo darle... la escoba era lo que quería, y un aspirador lo que debió pedirme.

Tenía más o menos, menos, mi edad, y me hablaba de vd., inevitable en esa circunstancia pero siempre molesto para mí, que prefiero ser tuteada incluso ante mi psiquiatra, porque si le hablan a "mi vd." lo están haciendo a alguien que no soy yo y me convierto en mala receptora de información.

Asomé por el cuarto de baño a ver cómo iba la operación y de repente me dice así de seguido "señora lo siento no sé si puedo fumar puedo apagarlo no sé si le molesta señora si le molesta lo apago en todo caso fumo bajo mi responsabilidad y si no quiere lo apago y repito señora es mi responsabilidad". Estaba fumando, sí. Tabaco caro, definitivamente equivoqué mis estudios y además me dicen que ya no se encuentra a gente "de oficios" nacida en España y me parece increíble, pero ese es otro tema, en mis tiempos... es otro tema.

Bueno, le dije que no me importaba que fumase, y que en todo caso, le proporcionaría un cenicero y sí le pedí que abriese la ventana. Nunca fumo en el baño, a menos que decida tomarme un largo baño, muy infrecuente.

Cuando todo acabó y una vez me hice la siesta, que me sirve para procesar la primera mitad del día y enfrentarme a la segunda con las pilas algo más cargadas, pues siete horas de actividad me dejan ko y muchos días debo hacer ese receso, lo entendí. "Bajo mi responsabilidad", había dicho. Ese era mi baño, pero también su lugar de trabajo, y claro, ahora no se puede fumar en el lugar de trabajo bajo pena de multa.

Y comprendí su acojone. Como fumador, debía fumar pues se lo pedía el cuerpo, esa droga llamada nicotina y otras sustancias añadidas no sólo al tabaco sino hasta al papel del cigarrillo. Eso nos pasa a todos los fumadores, por lo que supongo que lo están dejando los que no necesitan droga, "fumo cuatro al día" (charla de estanco). Por eso uno que sí la necesita, acaba encendiendo un cigarrillo aunque sea en el patio interior de una casa donde no le permiten fumar, o sale a la calle, que está todavía por prohibir (todavía puede ser peor la cosa).

La droga manda, no lo que toda la vida han llamado vicio. Soy una drogadicta, adicta a la nicotina. Mi vicio en todo caso consistiría en no vaciar nunca los ceniceros o abrir ventanas, en no tomar medidas de higiene, y las tomo porque no me gusta que mi casa huela a tabaco. Una cosa es fumar y otra un ambiente desagradable. Vivo sola, por lo que no tengo el problema de afectar a fumadores pasivos, y pobre madre mía, lo que fumó conmigo. Recuerdo las invitaciones de mi ex a fumar en el balcón. Y también que "fumé" de niña, antes de fumar por mí misma, antes de esta paranoia universal. Y que mi podólogo tuvo un cáncer de pulmón sin haber fumado en su vida. Y que a mi primo ya le han prohibido fumar a los 21 años, como relaté en su día, y a mi padre también. Casos y gente, todos conocemos. Hoy hablo de un albañil, entre otros pensamientos que se me van cruzando.

Este hombre va cada día a dos o más casas por lo que vi en sus papeles, y supongo que desde que entró en vigor la ley, se la juega a encender un cigarrillo a escondidas (droga manda) antes de pedir permiso. Si lo pide, quizá se lo denieguen. Y si al usuario del baño en cuestión sí le molesta, con una sola llamada puede denunciarle a su empresa. A eso temía este trabajador. Porque ese cigarrillo, de haber desaprobado yo el consumo, le hubiese calmado pues habría recibido una dosis, y con suerte no necesitaría otra o la tomaría de nuevo a escondidas.

¿Por qué este trabajador ha de enfrentarse a un momento de miedo en cada casa donde se requiere su servicio? En su situación laboral, desde luego, debe pedir permiso, pero ya no puede, porque sigue siendo ilegal que fume. Una marca cara, de las que dejan la mitad en impuestos. Dejó dos colillas en dos horas de trabajo; no es tanto, pero claro, trabaja con las manos.

En mi cenicero colocado a la derecha de mi ordenador, siempre había un cigarrillo encendido. El otro día, un empresario al que conocí casualmente me dijo que ya le habían hecho inspecciones. Que el jefe no pueda fumar ya es lo último, cuando incluso se hace traer comida a la oficina, sin tiempo de salir. Está tan encerrado en su despacho como yo lo estuve en el hospital.

Hicieron bien en permitir en una excepción de la ley los psiquiátricos. Cuánto se fuma en los psiquiátricos, y cuántos conflictos hay por eso. Basta con que nadie te traiga tabaco para que te hagas esclavo de otro paciente o definitivamente sí hundas tu salud fumando todas las colillas a tu alcance.

Hicieron mal en acordarse de los psiquiátricos. Hubiese habido una revuelta y motín tal en todos los centros de España, haciendo realidad la canción "Revuelta en el frenopático" de Kortatu, que la ley hubiese quedado cuestionada y a punto para que el resto de la población también se manifestase. Está tan recluso un enfermo en crisis en el hospital como el ejecutivo que trabaja doce horas sin tiempo para rascarse. Pienso en mi última jefa, fumaba mucho más que yo y no salía a comer, qué será de ella, si la conozco habrá montado un rincón tan ilegal como popular.

¿Esconderse, o renunciar? Dejar de viajar en tren, o hacerlo y fumar en los servicios, hasta que instalen los anunciados sensores de humo. Me imagino el cuadro en algunas de las oficinas en las que he trabajado. ¿Mi jefe va a prescindir de mí diez minutos cada, pongamos, hora y media, si he de salir a la calle? Si me vuelven a operar de algo, ¿tendré que fumar en el baño, cosa que en su día ya hice? Si me diagnostican un cáncer terminal de pulmón, ¿quién va a impedirme fumar en ese ingreso? He visto a esos pacientes fumar, en sillas de ruedas y con la bombona de oxígeno, en un descansillo en el que ahora ya estará prohibido.

No somos leprosos, ¿por qué? Porque pagamos esa droga a precio de oro ya, oro que embolsa Hacienda. Un poco de respeto, estamos pagando impuestos a cambio de desprecio social, y lo peor, de vivir con miedo, hasta de tener que comer en un espacio de no fumadores en un restaurante porque la alternativa es esperar mínimo media hora. Necesitamos más espacio, y menos miedo, y recuperar la dignidad.

El médico de cabecera me ha dicho que me preocupe más por mis dos paquetes que por mi colesterol maníaco. Hay que tener culpabilidad además, sentirse una mierda cuando eres un fumador. Ya le dije que esto está en manos de otra consulta, la de mi psiquiatra, pues el tabaco tiene mucho que ver con mi ansiedad y para eso me medican también. Miedo, hay que tener miedo. Y el miedo produce ansiedad, y la ansiedad se mata con un cigarrillo o más.

En un espacio reducido en lugares públicos. En Barajas medirá lo que un recibidor de una casa. La jaula.

Un fumador puede ser un enfermo, pero poco se ha hecho por curarle, directamente se le ha pegado una hostia de un día para otro y estigmatizado. El fumador ya sabe que su salud corre peligro, y tantas otras cosas, como el dinero que se esfuma, que le han convertido ya en un drogadicto, pues poco placer se obtiene desde la culpabilidad y el estigma. Pero de ahí al miedo... miedo hasta a no llegar a fin de mes, con la espectacular subida de este año.

Miedo a cada bocanada que fumas, a ser sorprendido, a que te amonesten, multen, o despidan. Quizá hayan conseguido que el miedo ya no sea al cáncer, pues el miedo cotidiano es más poderoso que el miedo al futuro.

P.D. Hoy he fumado lo habitual, gracias, y no volveré a sacar el tema hasta que me toque dejarlo.

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