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Carne de Psiquiatra -Trastorno Bipolar

Un mundo no tan pequeño y gratitud hacia la asociación

 

Se dice que el mundo es pequeño. He conocido por casualidad a alguien que tiene un familiar con el Trastorno. No me asombra, somos un tanto por ciento de la población nada despreciable, por tanto el mundo no es pequeño sino que refleja esta realidad.

Un comentario me disparó todas las alarmas: "al menos dos veces por semana voy a ver a mi [familiar], para ver cómo está y hacerle compañía, es que tiene trastorno bipolar, es una enfermedad que consiste en.."...

Lo difícil del asunto es confesarlo, y me vi con narices de hacerlo, aunque estaba en mi territorio "vida privada-no bipolar". Pero por qué no, esta vez no tenía nada que perder, me dije. No muerdo, en efecto, él ya lo había comprobado tras horas de charla, soy normal, pero tengo esto, me ha tocado el tenerlo me dijo, y para él no fue motivo de rechazo sino al contrario, de acercamiento. Tenía sus motivos, por supuesto, no nos engañemos.

Algo le hablé de Blue, pero me sentí tan disociada de ella, dando la cara con mi nombre real, que no quise darle la URL del blog. Para qué, ya me conoció.

Me habló del caso de su familiar, duro durísimo como todos. Aprecié una vez más que todas las personas somos un mundo, que la enfermedad nos ataca independientemente de nuestros intereses y bagaje previo, de nuestra personalidad. Que se añade a lo que éramos, aunque podamos tener algunos rasgos comunes, sí, pero no siempre. Es lo que he visto y escuchado estos años por medio mundo.

También he escuchado el sufrimiento de los familiares, el absoluto desconcierto inicial, el querer ayudar y no saber cómo, el convertirse en el blanco predilecto de los episodios, el más que probable divorcio (recordé la estadística), el hacerse la vida imposible entre todos. El probable intento de suicidio (de nuevo, una estadística). El enfrentarse a un ser tan lúcido en su irrealidad que da miedo. Que sólo 2000 pastillas en un ingreso puedan devolver a esa persona a la presunta normalidad, que en tres años de tratamiento todavía no está clara.

Cómo me sonaba todo, no por mí sola sino por toda la comunidad, cómo me costaba no derramar una lágrima a cada frase que oía, qué cruel es el trastorno bipolar y cómo sufrimos todos, pacientes y entorno.

Al margen de la historia, me quedo con lo más importante: habló de los primeros momentos, de la confusión que sufrieron antes del diagnóstico, y agradeció sobremanera con hermosas palabras la existencia de la asociación BAO como fuente de información y grupo de apoyo sin la que no hubiesen podido sobrellevar en esos primeros momentos, y más tarde el día a día la difícil situación familiar, pues el paciente ha debido tomar conciencia de la enfermedad y para ello ha sido crucial el apoyo de la asociación.

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