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Carne de Psiquiatra -Trastorno Bipolar

En un lugar de Cantabria...

En un lugar de Cantabria...

... vive una niña muy especial, que va a cumplir cinco añitos. Vive en una casa antigua reformada contemporánea. Su habitación era un pajar, como la de Heidi, y en ella caben todos sus juguetes de peluche. Todos tienen nombre, y me ha dejado uno para dormir, el "Pánfilo", en una muestra que su mamá traduce como de mucha simpatía y confianza.

Su mamá ahora está bien, pero estuvo muy enferma.

En diciembre empezaron sus delirios y quiso acabar con su vida de formas muy drásticas, pero ahora eso ya es un mal recuerdo, aunque de vez en cuando le pica una quemadura en el costado, para no olvidar.

La niña es pequeña, pero de tonta en el sentido de ingenua, no tiene nada. Se da cuenta de las cosas, y su mamá todavía busca las palabras para explicarle qué le sucedió, por qué estaba enferma, por qué se ponía tan nerviosa, por qué de vez en cuando la suben en el coche y van al hospital, porque si ella no puede dormir, su cabeza empieza a trabajar mal y regresan las paranoias.

Está muy bien educada, tanto que no toca la medicación que nunca debe dejarse al alcance de los niños.
Mamá ha dejado de trabajar, porque "ya no es tan creativa como antes". Cómo no, antes tenía una brillante carrera, sus ideas eran muy originales y se pagaban bien. Ahora es diferente, todo es diferente.
"Estoy gorda", y le digo "no, has engordado, es diferente". Antes tenía un tipazo, y ahora lo sigue teniendo, pero además le ha salido un michelín. Me pongo de perfil con ella ante el espejo y le digo eso de "busque y compare", yo tengo más, consuelo de tontos.

Tiene mucha suerte, la medicación apenas le produce efectos secundarios salvo el universal aumento de peso y un cambio de textura en la piel. Y quizá un ligero temblor de manos, o no exactamente tal, sino el pulso ya no es el de antes. Eso es algo más que una molestia cuando hace una foto.

El sueño, nuestro amigo y enemigo, le detonó la enfermedad. La falta de sueño. Atender a un bebé que te deja dormir dos horas el día que tienes suerte.

Ella tiene una hija, y eso la ha obligado a "hacer vida normal", porque ella decidió obligarse cuando cayó en la depresión, inevitable movimiento del péndulo cuando se ha estado "al otro lado del espejo". Se levanta cuando la peke, compra alimentos naturales y prepara desayunos, comidas y cenas. Odia el marujeo porque nunca fue ni será una maruja, simplemente cuida de su familia, y disfruta haciéndolo, porque antes no podía, demasiado trabajo y demasiado estrés.

El cambio de vida es radical, nada es ni será como antes. Pero hablamos y de alguna manera nos sentimos reconfortadas porque la enfermedad nos ha pillado cuando ya teníamos bastante vida recorrida. No somos gente de juventud robada. Nuestra juventud fue todo lo intensa que puede ser la de alguien que ya tiene la enfermedad pero no la ha manifestado con virulencia, sino con creatividad y algo parecido a hiperactividad, éxitos académicos y laborales. Interrumpidos, pero en un momento en el que la vida ofrece otras cosas.

A ella la vida le ha dado una hija lista y sana:
"Oye, ¿por qué las vacas huelen a caca de vaca?" le pregunto.
"Pues pues porque van a cuatro patas y no pueden usar papel para limpiarse el culo"

Los críos no dejan de sorprenderme.

Aquí el aire es puro, la cerveza sin alcohol sigue sin tener alcohol, el apetito se despierta ante un chuletón y el sueño es irresistible, al menos para servidora, que ya era marmota y aquí he sufrido de un extraño síndrome de integración en el colchón.

Las pastillas son lo que eran y más si cabe. Ni siquiera el cambio de aires me libera del puñetero efecto secundario del ataque-de-hambre-de-galletas-de-chocolate por las noches. He sido reñida porque no le dejo galletas al angelito de la casa, la niña, que es toda una princesita vestida de azul.

Mamá es toda una madraza y yo voy para "tieta" (lo que equivale a decir que un ratito basta, y más cuando te despiertan a las 8.30). Mamá nos lleva a la niña y a mí de excursión por las tardes, a pasear y a comer un heladito. Hoy iremos a un pueblo muy conocido y visitado si la lluvia lo permite, ayer no pudo ser por el calor. Hoy, sin embargo, hay humedad y amenaza lluvia, el cielo está como un aspersor. Este clima es absolutamente bipolar, pero los días han sido agradables.

Anteayer volvimos de la excursión cantando el "Menphis blues" de Kiko Veneno, un momento absolutamente inolvidable. "Atrapados por el blues de Menphis, sin poder salir", mientras un paso a nivel cerrado anunciaba la entrada del tren de la FEVE, tren que serpenteaba por el valle mientras ya cantábamos.

No hay como estar en paz de espíritu, en un entorno agradable, sin grandes pretensiones, haciendo una vida absolutamente normal y familiar. Lo he visto, lo estoy experimentando, y es una gozada.

Por cierto, mientras escribo o intento escribir estas líneas, la niña no para de decirme "¿cuándo vas a parar de escribir?", y yo ya no sé lo que me estoy haciendo, y creo que necesitaré una siesta, ay ese colchón, para vaciar mi mente y seguir en armonía, pero ya le he prometido que veríamos una película juntas.

Todo lo bueno acaba. Mañana dormiré en Madrid, pero sabré que esto no ha sido un sueño.

Gracias, mamá, por invitarme a venir. Gracias, papá, por tolerar mis extravagancias bipolares. Gracias, animales, por abrirme el olfato, en especial a la yegua que antes era moteada y se va haciendo blanca. Gracias, princesa, porque eres la flor cántabra más fresca.

Mamá está preparando la comida y la princesa insiste en "cuánto tardas en escribir lo que te he dicho", y me ha dicho que tiene pipí y que lo escriba (ays...)

Bueno... pues ahí va... "porfa, escríbelo".... cuelgo post que estoy mareá...

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