Dos caras ya conocidas, una por construir
- Tengo dos caras.
- ¿Y cuál me estás enseñando ahora?
Me perdí visitando los dos polos, no estaba ni en uno ni en el otro, pero me perdí igualmente en destellos emocionales del pasado. Es imposible ser natural y dar una respuesta precisa y sencilla, no cuando tanta información acude a tu mente a pesar de estar pidiendo un simple dato.
Por eso no te dije lo que ahora escribiré:
Te muestro la cara que me estoy fabricando. No tenía ni idea de cómo era ni podía hacerlo antes de haber sido estabilizada, por mucho que creyera ser tal. De hecho, a veces titubeo al hablar, me cuesta encontrar una opinión donde antes afloraba con vehemencia, por ejemplo. Me cuesta encontrarme a mi misma, no me obligo a ello, surge poco a poco.
También me preguntaste si yo me consideraba rara, y por qué.
Y también me costó decirte algo.
Soy rara, un bicho raro, eso me han dicho y eso reconozco que soy. Hago y digo cosas poco convencionales. No veo la TV, ya quitaron mi Frasier y no siempre me acuerdo de poner “Las noticias del guiñol”. Quizá porque paso de l’Estatut hasta con el filtro del sarcasmo.
Y por cierto, quizá sea rara porque tengo un trastorno de personalidad sin diagnosticar, bueno, diagnosticado pero no etiquetado. Sobran trastornos de personalidad en los manuales de los psiquiatras, pero el mío es tan raro que debe estar por estrenar. Un psiquiatra le dijo a mi familia que ese sería mi verdadero problema para el resto de mi vida y no lo bipolar. Cuando me enteré, monté en cólera. De qué mierda hablaba este tío, ¿quién es para ponerme una etiqueta sin etiquetar con lo que está diciendo simplemente “loca”? ¿Por eso visité por primera vez a un psiquiatra a los 19 años? No colega, no, me metieron en ese despacho porque acababa de pasar una crisis con síntomas psicóticos, llámese manía, con un detonante perfecto. Sacadito de las primeras sesiones de la terapia hace año y pico, se me caían al suelo vamos, qué duro todo cuando la verdad asoma y la bipolaridad te acompañaba en tal fecha, y no fue un tema de personalidad, fue un problema como persona lo que tuve que hizo detonar la enfermedad.
Desmitifiquemos también lo de los trastornos de personalidad, todos tenemos la personalidad mellada, como las llaves, o de lo contrario no tendríamos personalidad. La mía ha atraído a determinada gente, o sea, por este motivo no voy a aceptar una puta pastilla más. Soy como soy, hay gente que me acepta y otra que no. Y yo tampoco acepto a todo el mundo. ¿Amigos hasta en el infierno? A la mierda, yo tengo amigos ya esté en el infierno o en el cielo. No quiero farsantes ni intercambio de favores, ya pasé por eso y de repente todos desaparecieron, años antes del diagnóstico.
Todo tiene un precio en esta vida, todo menos la amistad y el cariño de una persona que no tiene vínculos de sangre. Y si son bichos raros, o tienen trastornos de personalidad, igual me entenderé mejor con ellos, para vivir nuestras raras e inconformistas vidas.
Que nos etiquete gente plana, que no tiene emociones, que son la canción “Charmless man” de Blur. Que nos desprecie gente que no ha vivido lo que nosotros, “locos” diversos, lo bueno y lo malo. Me la repampinfla. Los psiquiatras no morirán de hambre, ni los laboratorios farmacéuticos. Nos dan lo que, pobrecitos, necesitamos. Y eso piensan nuestras familias, y puedo extrapolar al colectivo de sordos, que se manifestaron el sábado en Madrid. O eres como “yo, que soy normal” o paso de ti. Y yo de ti, ignorante.
No iré a la manifestación del día 8. Salud mental para todos.
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