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Carne de Psiquiatra -Trastorno Bipolar

Insomnio raro: triunfo, fracaso, jubilación

Insomnio raro: triunfo, fracaso, jubilación

P.D. (Más útil aquí) Me ha costado mucho tiempo escribir este post, casi dos horas y media, y también revisarlo algo, porque no ha sido concebido desde un procesador de texto (este soporte es una ventanita en la pantalla), así que tendrá muchas redundancias y pocos detalles, lo reconozco. Impacientes, al último párrafo.

Esta vez, insomnio deseado. Hace dos horas o más que estoy recibiendo una fina lluvia de recuerdos. Nada que ver con las crueles taquipsiquias maníacas excepto en que de nuevo son flashes del pasado,y esta vez le toca a mi adolescencia tardía. Me recuerdo haciendo las actividades más dispares, aprendiendo destrezas, triunfando y fracasando. Alguien muy importante "del sector" le dijo a "mi superior" que yo era un diamante en bruto y él me lo confesó como secreto de oráculo y no sentí sino más inseguridad. Repaso y reparo en que no me dejé pulir por ninguna disciplina, sí influenciar mi currículum por las ciencias, los idiomas, la ética y la filosofía, por tanto en ninguna destaqué más allá del sobresaliente de turno. O el suspenso. Recuerdo con angustia el examen de septiembre de física, o aprobaba o esperaba un año más para pasar la selectividad. No recuerdo el enunciado ni lo haré en mi vida, sólo sé que debía usar una serie de fórmulas y me bloqueé porque no fui capaz de hacerlas encajar con el problema, pero a última hora una sencilla fórmula vino a mi rescate, algo así como convertir una pizarra de ecuaciones en un 2+2= "et voilà", y la solución era correcta, de modo que aprobé. Inconstancia me ha dicho un amigo hoy, por inconstancia dejó muchos aprendizajes y yo hice lo mismo, de forma que me convertí en la diletante que soy hoy, por no haber consolidado un solo camino. He pisado muchas disciplinas, las he hojeado, las he aprobado, y he pasado de largo.

Son neuronas marchitas, veinte años después, aunque alguna despierta a veces, "eh, estoy ahí", y paso un rato con ella, poniéndome al día de alguna materia que tenía oxidada. Antes me dolía esta pérdida de memoria. Ahora no tengo esa sensación de fracaso, porque hace una hora recordé que medié entre dos dirigentes como traductora en una ocasión, cuando podía practicar los idiomas que ahora confieso sólo papel en mano, y me alegro, para algo sirvieron, porque en la empresa privada sólo me otorgaban puntos frente a otros candidatos en la selección.

Me pasé unos siete años reunida en todos los papeles posibles, por supuesto cada uno significaba un ascenso de vocal a secretaria, a responsable de determinados proyectos, a dirigir una división entera, lo veo ahora y no me lo creo, yo era una bestia a los veinte años y lo fui hasta los veinticuatro quizá, y aunque me había traído por aquí otro proyecto antes, también de voluntariado, empecé a viajar a Madrid, más reuniones. No soy líder, soy asesora, la segunda de a bordo, pero también me tocó serlo. Sé planificar, ese es mi fuerte. Dame un proyecto y te diré por dónde hace aguas, esa también es o fue mi capacidad. Poco duraba como anónima, o éramos pocos o me fichaban rápido, de modo que tenía diferentes papeles y cargos en cuatro organizaciones. Que no eran de animadoras de fútbol americano, en esas mesas se debatían cosas serias para su día y momento político y social, y al principio fui la joven novata y cuando me jubilé del tema (un viejo en ese entorno tenía 25, y a esa edad pinché y mi último proyecto, una serie de conferencias, lo pasé en casa deprimida dándome de cabezazos) pensé que por fin sabía hacerlo, pero ya era el turno de que otros aprendiesen. Para mucha gente el deporte ha sido una base de su formación, para mí lo fue el movimiento asociativo.

Me planteo si no me estaré reuniendo con el psiquiatra también. El proyecto es mutuo, él me da instrucciones y yo las ejecuto o estoy en ello, las básicas que son tomar la medicación están claras desde el primer mes, el resto es avanzar en... cosas. No tengo a quién delegárselas esta vez, por tanto soy y seré aprendiz de por vida, es casi un consuelo, tengo responsabilidad pero sólo me atañe a mí. Porque no me estreso, no es la presión de tener a un grupo de personas que te escuchan en una asamblea, congreso, conferencia, ponencia, etc. Empecé a lo tonto a los catorce, como un juego, pero a los quince ya las cosas habían empezado a cambiar, y a los diecisiete ya no me escapé. Pero yo era muy insegura, y titubeaba al hablar, hasta que me dieron un empujón porque un conferenciante necesitaba suplencia y yo estaba ensobrando cartas en aquél momento. Hablar en público, menudo chute de adrenalina, hace menos de un mes tuve que volver a hacerlo para explicar "mi historia", qué subidón improvisar un discurso después de tanto tiempo (me dijeron que era hipertímica, pero muchos lo dudamos). Así iba, subida por la tensión de hablar en público, y de reunión en reunión, que por cierto, eran más bien nocturnas, mi hora más lúcida de todos los tiempos por si alguien no lo sabía todavía, y por tanto mis intervenciones, lúcidas y vehementes. Tomaba notas, sí, como ahora cuando voy al psiquiatra, los discursos improvisados son para expertos que no se inmutan, yo me enciendo.

Por esta razón cuando he empezado a recordar el examen de física, la cena de negocios, la primera asamblea que convoqué, he decidido seguir despierta, porque tengo derecho a recordar y a un momento en el que ello es posible. No escribo rápido, no pienso rápido, no recuerdo rápido sino de vez en cuando, porque si así fuese, ya sé qué debo tomar, o qué debería haber tomado ya a estas horas. El mérito está en recordar, tan sólo tres cosas que me han llevado a otras tantas, porque las agendas están en una caja, aunque las actas de las reuniones y congresos donde se citan mis aportaciones fueron a la basura, incluso las pocas que guardé de recuerdo en este viaje a bcn desaparecieron, porque todo era caduco ya, una época pasada. Y no soy una vieja gloria, sólo fui un peón, una militante, una activista, pero marcó de lleno toda mi adolescencia y juventud. El siguiente nivel ya no me interesaba, aunque allí jugué de observadora, así que me quedé sin causa hasta que encontré otra por casualidad navegando, en el principio de los tiempos de no tarifa plana. También la abandoné, evidentemente, con un cargo encima, y por culpa de lo que ahora tengo diagnosticado, y ese cargo fue lo que detonó el episodio, porque ya estaba enferma y la actividad en una Junta, si no eres vocal, son horas, muchas, tantas que ni siquiera tenía sensación de estar en el paro.

En estos momentos existe hasta en mis neurotransmisores una causa muy poderosa que atrae a mi ya instinto militante, la causa de la enfermedad mental, y de la misma manera que se me instruyó para parar estos momentos de gran concentración (puede resultar nociva, de hecho sé que mañana pagaré este esfuerzo), también dado mi historial se me advirtió en cuanto a la militancia. Mucha gente que no conoce esta faceta de mi vida que ahora hago pública, por haberla compaginado con estudios e incluso trabajo, me dice que debería dedicarme a algo no intelectual, "por ejemplo, una ONG, a poner sellos". Sí, me digo, y acabaría en la junta directiva a la primera vacante, no, gracias, y no es inmodestia sino que ya sé de qué va el percal.

Arrastro ese estrés desde esa época, hipertímica por narices, por volumen de actividad. Pero no estaba demasiado enferma todavía, aunque encontraré episodios rascando sólo un poco más. Sí lo estaba cuando en un trabajo fui degradada en un mal momento personal y por ende detonante bipolar y en la siguiente empresa me dediqué a ello con el fervor de la militancia, porque nada había en mi vida rota sino el trabajo, de forma que la tónica fue el ascenso, demasiado rápido, el primero a los seis meses, el último llegó cuando yo ya estaba agotada y volví a enfermar, había aguantado más de dos años sin bajas y con ellas, como siempre, el final. Éxitos, fracasos. Adolescencia vitamínica, desde los 25 jugando con la depresión y con el enemigo que NO conocía entonces, la hipomanía, la que me causaba problemas en el trabajo. Cada oscilación era una baja laboral, o cada somatización del estrés. Ahora entiendo que esto sea la sexta enfermedad incapacitante. En la empresa privada, si tienes una silla es porque tienes trabajo, y no puedes dejarla tres meses sin recibir chantajes emocionales o despidos por alguna buena razón.

Pero sigo teniendo la capacidad, está ahí todavía, dormida. Sé gestionar entidades. Puedo concebir y plasmar en documentos proyectos, pero no puedo hacerlos, salud mental manda. Estresa mucho que algo que estás gestando y vigilando al mínimo detalle pueda irse al traste por cualquier cosa, evitar que ello suceda está en la planificación del mismo y en el seguimiento paso a paso. El método es mi fuerte, yo te organizo lo que quieras, hasta un congreso. Pero no ahora, pídemelo a los veinte años por favor. Se necesitan muchas horas, muchas reuniones, a veces hay que improvisar para que las cosas salgan cuando algo importante falla por motivos ajenos a la planificación. Si triunfó mi causa de juventud fue gracias al esfuerzo de todos esos peones, reuniones a las que acudíamos con un bocata para cenar, incluso con termos de café si el orden del día prometía acabar la reunión al día siguiente, verídico. Porque el 90% de los recursos del proyecto eran humanos, las cuotas de los socios no bastaban, luchas por subvenciones con ideas que de tan originales y grandes, parecerían maníacas a quien todo lo estigmatiza bajo el filtro bipolar.

Mi jefe ahora es mi psiquiatra y mi psicólogo, son dos pero en realidad uno, y me da unas pautas para que planifique mi vida, pero ya no tengo un equipo con el que trabajar codo a codo, varias horas a la semana, demasiadas, para salir adelante. Mi deformación es el trabajo en equipo, el constante brainstorming, el adaptar el plan a circunstancias cambiantes, tal y como hacen los directivos en las empresas. No completé tampoco ese aprendizaje con lo que más asco me daba junto al Derecho, las Ciencias Económicas. Hubiese sido un crack. Pero no, me fui a una carrera que no hizo sino afianzar más esa deformación, el pensar, pensar en los detalles para que el plan sea sólido, analizar, aprender de los errores, lo único que hice fue consolidar método, con la excusa de estudiar otras cosas.

Ya no trabajo en equipo, me jubilé del asociacionismo a la edad requerida, y de la vida laboral hace un año. Tengo un trabajo enorme, ahora, porque enorme fue el trabajo para que la enfermedad me dejase en paz y sé que volverá, está en el guión, como que el malo resucita en segundas y terceras partes en las pelis de terror. Pero tengo desde el principio el apoyo de otros peones como yo, que podemos comer tanto a la izquierda como a la derecha, lo sabemos y tambien que el ansia de comer es lo que han de sujetar esas pastillas. De este problema no se sale con una fórmula reciclada, ni con una task force, ni con un diploma. Es un camino que se recorre en solitario, por mucha familia o pareja que tengas, quisieron ayudar y no pudieron porque el trabajo era terapia, entre el terapeuta, yo, y la medicación.

La ayuda empieza por ayudarse a uno mismo. Admiro a la gente que funda asociaciones de bipolares por toda España, para mí ese era un terreno desconocido, bipolar una palabra nueva para empezar, y la militancia se hace atractiva, pero precisamente porque esa fue mi trayectoria, no puedo volver a ello. Nadie en su sano juicio lo entiende, me he debatido con ello quizá hasta esta misma noche, y mi psicólogo está alerta ante esta cuestión porque ya me he metido, quiera o no, aunque se entiende que no pueda.

Me jubilaron de una profesión que no había sido la mía, o sí en cierto modo, gestionaba. En la empresa privada poco me dejaron planificar, salvo la organización de dos departamentos nuevos, y luego el más de lo mismo era aburrido. La empresa es más rígida, más de lo mismo. La asociación, por el contrario, flexible, creativa, el trabajo es voluntario, y se adapta a sus recursos o tiene un golpe de suerte (una subvención jugosa) y empieza su prestigio. Ambas, trabajan en el hoy, en su época y su sociedad. Por eso los archivos pueden ser destruídos al cabo de cinco años. Pasados veinte, todo lo que yo hice tuvo sentido en su día, pero fue un trabajo como el de los periodistas, que muere en cada edición, aunque de vez en cuando te inviten al aniversario de algo. Nunca cobré por estar en estas organizaciones, pero tuve la recompensa de aprender a trabajar de verdad aunque mi primer sueldo fue como operadora de ordenador, y ahora en cierto modo lo llamaré el castigo de no poder hacerlo, ni poniendo sellos puedo pisar lugares de riesgo.

Porque me han dejado bien claro, tanto los terapeutas como el insomnio de hoy, que la responsabilidad de planificar mi vida, porque no le he de dejar demasiado margen al imprevisto, el marrón de todos los días en la vida activa, es exclusivamente mía. Soy mi jefa, y vuelve esa inseguridad, y por cierto, sigo pasando de puntillas por todo aquéllo que despierta mi curiosidad media hora.

P.D. 2. Mañana, hoy, descansaré, de blog también. He de esperar a que lo que he relatado hoy deje su poso. Necesitaré mucha música y abrigarme bien pese a la calefacción, los coches se han vuelto todos blancos. Y mi sueño se descompensará dos días pero siento que no lo estoy haciendo mal, siento que estoy reflexionando sobre los ejes que han conformado mi vida y los que han de hacerlo en un futuro muy diferente, y supongo que eso es lo que mi/s jefes esperan de mí. Eficiencia, eficacia, excelencia.

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