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Carne de Psiquiatra -Trastorno Bipolar

Insomnio raro III: Valoración

Insomnio raro III: Valoración

Cuando un proyecto llegaba a su fin, no acababa ahí el trabajo, ni mucho menos. Tocaba tratarlo de nuevo en una reunión, reconocer lo que había ido bien y lo que había fallado. Los fallos se quedaban en esa mesa, como experiencia para otras actividades, por ejemplo, mejorar la difusión de un acto público. Lo bonito era redactado más o menos brevemente para el informe de gestión. Un informe-tocho que se presentaba en el órgano correspondiente, normalmente abría un congreso donde la Junta Directiva tenía que renovarse. Otras veces, en el trabajo ordinario, por supuesto se valoraba el estado del proyecto, se comprobaba que estaba funcionando, y de no ser así, se tomaban otras directrices. Era análisis, era debate, era negociación.

Y sí, toca valorar-me. Es algo muy personal, que ha de ir a parar a la mesa de mis terapeutas en el día a día. Ellos ya saben mi historia con detalles, aquí como ya dije no los hay. Pero sí puedo valorar lo que he escrito aquí, por encima.

La vida tiene extremos, todos tenemos éxitos y fracasos. Yo los he tenido, y he aprendido de todos. Y lo que me queda.

Valoro desde mi diagnóstico, y compruebo que mi vida fue de extremos, muy bipolar, para aclararnos. La chica tímida tuvo que ser hipertímica para enfrentarse a una mesa de trabajo o a una asamblea. La chica de ciencias pasó a letras, qué herejía. O suspendía, o sacaba nota, no había término medio en ningún terreno de su vida. El patito feo se convirtió en un cisne, pero a una edad temprana, un ala se rompió. Se acabó lo bueno, empezaron los problemas en pareja, en el trabajo, en todo.

Cuando la enfermedad te ha dejado sin nada, cualquier cosa se transforma en el clavo ardiendo que te permite seguir anclado a la vida. Yo me agarré al trabajo, a lo que me entretenía y no me permitía pensar en que no tenía vida, a costa de ir acumulando un estrés, cada vez más responsabilidades, que cómo no, factura me pasó con el tiempo. Me quedé sin trabajo y por tanto mi vida más vacía que nunca, y a partir de ahí, la enfermedad ya tuvo terreno libre para actuar hasta que se produjo el diagnóstico.

No he sido la única en dar bandazos en su formación, ese paso de las ciencias a las letras lo he escuchado en otra gente, y también el pasar de todo y suspender porque sí cosas que no interesaban, mientras se destacaba en otras materias. Mis prejuicios en la época y falta de orientación quizá encaminaron mis estudios a lo que, una vez licenciada, dije esto para qué leches me sirve ahora que se supone he de ganar dinero. Mi salvación fue haber hecho una carrera paralela en la empresa privada, y ese título una entrada por la puerta pequeña, pero menos pequeña, de las empresas en las que trabajé. Y mi salvación fue haber cotizado esos años, pues ahora tengo una jubilación digna, unos recursos que, afortunada de mí, permiten mi independencia y autonomía.

Tuve mucho tiempo para pensar mientras no me estabilicé. Ese “final feliz”con una paga al mes era inalcanzable, inimaginable. Yo quería ponerme bien para volver a trabajar, pero mi evolución al parecer no era acorde a estos buenos deseos, los que siempre tuve cuando me extendían una baja, volver cuanto antes al trabajo, dejar de estar mal. Fue definitivo, y eso me produjo frustración, cómo no.

Todo son procesos ahora, tomar conciencia de todo. El primer proceso, tomar conciencia de una enfermedad que ya no iba a ser mi interminable depresión “a rachas”, de la que esperaba librarme algún año, que iba a ser crónica. Cuanto antes lo hiciese, mejor para mí. La teoría me convenció, pero tuve que ser ayudada en la práctica.

Miro hacia atrás y veo o me han hecho ver episodios por todas partes, el trastorno bipolar actuando y pensando por mí y nadie lo sabía. Todos pensábamos que “yo era así”. Dicen que un diagnóstico tardío empeora las cosas. Sólo sé que estuve muchos años enferma, y que ahora es proporcional lo que me está costando salir, la famosa rehabilitación, que al parecer va bien pero me queda mucha.

Valoro que he ido como una moto media vida, y que ahora he de parar el carro. Tranquilidad, buenos alimentos, vida sana. Se dice pronto.

Este proyecto tiene muchos frentes, y hay que planificar cada uno de ellos. Y tener en cuenta las limitaciones, ahora no vale el pensar en grande porque sería otra puerta al fracaso, con él a la frustración y al no avanzar. Ya no soy ni seré superwoman, ahora soy consciente de mis puntos débiles, el estrés el primero, y he de contar con ellos para cualquier cosa, sin que ello me impida hacer una vida lo más normal posible. Se dice pronto.

Ya no valen los ideales, sino los hechos. Mis “reuniones” con mis terapeutas valoran estos procesos. Siguen abiertos, y habrá más. Dije que había sido entrenada, y es cierto, se necesita entrenamiento y esto es lo que hacen los profesionales.

Uno no puede quedarse anclado en lo que fue y no será, eso ha quedado atrás. Ha de ver en esto un reto más, imposible en depresión, lo sé, no había esperanza alguna entonces. Hay que ser realistas para no toparse con la frustración. No hay que perder de vista el objetivo, que no es otro que la mejoría en la salud mental y en la integración en la vida cotidiana, y eso se conseguirá trabajando poco a poco.

Se dice pronto. Hay que tener paciencia para reconocer que este proyecto se extenderá a lo largo de tu vida, que no será escrito para que aprueben un informe de gestión y con una votación acabará todo, y empezará otro ciclo de actividades.

Cada vez que voy al terapeuta, le paso un trocito del informe de gestión, lo hecho y no hecho desde la última vez que nos vimos. No vale estudiar los tres días antes del examen. No vale casi nada de lo de antes, el pasado está ahí y ellos lo tienen muy presente, porque es muy humano valorar y pensar “si ahora lo supiese, esto no lo habría hecho”. Nos entrenan para seguir adelante, como dije, en una carrera de obstáculos donde de vez en cuando te la pegas. En una peli que seguramente tendrá segundas y terceras partes, y estás advertido de ello. Todo ello será experiencia, canas bipolares las llamo, para seguir adelante en la rehabilitación.

Cuando sea capaz de valorar mi rehabilitación (¿me darán el alta? Ni idea), todo lo que pueda escribir aquí será ya “Vida cotidiana”. Estaré integrada, no sé si estaré bien del todo, pero seguro que estaré mejor, porque siempre se puede estar mejor. Y no me quejo de cómo estoy ahora, sé de dónde vengo perfectamente, y quiero que me sigan entrenando para no quedarme en el suelo en el próximo obstáculo, no quiero volver al infierno y eso lo tenemos todos claro.

Por ejemplo, este insomnio raro del otro día. Lo estoy pagando caro todavía, he de dormir de 12 a 8, lo sé, y también sé qué pasa cuando esta rutina se rompe, con lo que me ha costado llegar a ella... hace sólo unos tres meses que la tengo, quizá.

No es lo mismo estar lúcido que centrado. Y hay que estar centrado, a eso ayuda mi terapia, para afrontar estos nuevos proyectos de vida, porque se puede vivir con un t.bipolar, cómo no, conozco a muchas personas que están rehabilitadas, y quizá tú también, y quizá ni te des cuenta de que pasaron por una rehabilitación tras un tratamiento farmacológico que les estabilizó, lo más seguro tras un ingreso, tras un diagnóstico. 

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