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Carne de Psiquiatra -Trastorno Bipolar

Los tomates

Los tomates que me trajeron unos amigos "del pueblo", de la mata casi, tomates de verdad con sabor a tomate, despertaron en mí el anhelo de que eso no fuese un privilegio, de no tener que abrir una bandeja de tomates clónicos para ensalada, insípidos y carísimos, que están ahí en la nevera...

Recordé el huerto de mi abuelo. Los huertos, mejor dicho. El primero que yo conocí estaba en plena ciudad, cercano a su trabajo en la zona del Clot; el segundo, ya fuera de la ciudad. Siempre recuerdo a mi queridísimo y difunto abuelo en su huerto, con sus recios antiguos pantalones azules, quizá un viejo uniforme de trabajo, apenas sostenidos por el cinturón y una camiseta de las que usaban los hombres como ropa interior. Sus ingeniosas ideas, mi abuelo tenía ideas "de bombero", para, por ejemplo, hacer llegar el agua a sus cultivos. Recuerdo poco y mucho. Recuerdo que como me gustaban tanto los tomates pequeñitos (los que ahora llaman cherry en el supermercado, no tienen gusto a nada pero resultan ideales para las ensaladas de diseño de moda en la ciudad), tenía un par de matas, y como los tomates son así, cuando maduraban, lo hacían todos a la vez pero siempre quedaban unos verdes para la semana siguiente, de forma que el festín estaba asegurado durante el verano que pasaba con los abuelos y la familia. Me los comía de la mata, apenas lavados con la manguera o un cubo de agua, como si fuesen bombones, mejor que cualquier bombón.

La ceremonia del abono. Las bolsas de semillas. La ceremonia del sulfato. Y un año al menos recuerdo que había tantos tomates que se hizo conserva. Había más cosas en el huerto, claro. Calabacines, quizá. Judías verdes. Guisantes. Sí, ahora recuerdo vaciar vainas y comerme la mitad del contenido cada una, así que poco aportaba al cuenco. Qué buenos son los guisantes que no han respirado aire alguno, y no los como desde que era una cría.

El huerto se fue con mi abuelo, pues el resto de la familia quiso y no pudo seguir en ello, demasiada vocación y trabajo son necesarios y entonces lo entendí. Veo ese terreno con algo parecido a césped. Murieron pinos y alguna encina para dar paso a los tomates y ahora ni pinos hay ahí. Vacío y recuerdos. Recuerdos ahora alegres.

Mi padre se ha puesto a ello en su pueblo, una vez jubilado. El año pasado la familia disfrutó de momentos divertidos en la huerta de mi padre, las fotos no mienten cuando se hacen sin que el otro pose. Las tomateras allí no estaban sujetas con cañas e hilos, de forma que el peso de los tomates los dejaba a ras de suelo y venga a agacharse y abrir mucho los ojos para no dejarse un fruto maduro entre tantas hojas. Y salir de esa selva con las manos casi negras y ese olor tan bueno y puro en ellas. Y el botín, aromático hasta decir basta pues me está drogando, esto es impensable en la ciudad.

Ayer, tras comer ese lujo asiático, me vino a la cabeza de nuevo la idea de vivir en un lugar donde pudiese tener mi huerto. A poco aspiro, a comer tomates de verdad, y por qué no, guisantes de verdad.

Me veo poniendo tiesas a las tomateras a medida que crecen con palos, cañas... ese hilo blanco o naranja que no sé cómo se llama pero cada vez que lo veo pienso en mi abuelo. Me imagino en mi propia huerta, teniendo una actividad física agotadora y gratificante. Eso me pide el psiquiatra, en el fondo. Por qué se lo pide a un bicho de asfalto, lo ignoro. Mi sueño es esa huerta y sus frutos, no un curso de gilipolleces en un centro cívico.

Quizás...

Quizá todavía exista un pueblo bien comunicado con la ciudad que está claro necesito para la atención médica. Quizá pueda pagar un alquiler módico por una casita con un trocito de tierra. Quizá mi espalda soporte ese trabajo. Quizá pueda ser miembro de una pequeña comunidad donde no hay secretos y la puerta está siempre abierta a visitas inesperadas que ahora tanto me enervan. Quizá ya no tenga efectos secundarios que delaten abiertamente que tomo cosas raras. Quizá debiera comprar la medicación en la ciudad, lejos del cotilleo inevitable. Si lo supiesen en el pueblo, pasaría lo que pasa: que "la loca" está bien, pero me mirarán con el "a ver qué día hace una locura", ese estigma, ese estar a prueba constante ante los demás...

Quizá en unos años, si todo va bien, pueda irme a un pueblo, y entonces, sí empezar de nuevo, o acabar mis días.

Tener una casa en el que sería Mi Pueblo, y como mi casa es la casa de mis amigos por definición, decir como mi padre: "la posada está abierta"...

Que un bicho de oficina se ensucie con tierra a diario. Que ya pase del todo de eso de tener cines y teatros a tiro de piedra. Que el aire puro me disuada de tanto fumar. Que comprar en el mercadillo sea cosa de cada jueves y no una actividad turística. Por cierto, ¿por qué no tener un par de gallinas y también recolectar un huevo que pueda tomar casi crudo para desayunar?

Mi sueño, tener mis propios tomates, regados con aceite de verdad también. Esperar con ilusión el momento en el que el fruto asoma y va crecer y madurar. Comerlos como algo de cada día recién recogidos de la mata y no como lujo, y tener la satisfacción de llevar a mis amigos y familia parte del fruto de mi trabajo y de mi huerto. Y, por qué no, qué cachondo sería obsequiar también a mi psiquiatra con algo ya no sólo bueno buenísimo y placer exótico, sino terapéutico, pues lo ofrecería con la mejor de mis sonrisas.

¿Y si mi sueño, en realidad, fuese tan sólo sonreír, y que me saliesen patas de gallo enormes para que todo el mundo, sin ser yo consciente por ser mi realidad cotidiana, viese que por fin sonrío a la vida?

*** 

P.D. Estoy muy satisfecha de este post. Cuando tenga tiempo y le ponga una foto, será una hecha por mí, pues creo que alguna tengo de la huerta de mi padre. Su tema era "Sueños, ensueños, pájaras" pero lo cambié por "Blue, persona"... quizá, quizá, acabe en "Nueva vida".

P.D.2. El pasado 25/05/2006, acabo el post con: "He recordado la serie de posts del "Insomnio raro". Debería vivir en el campo y dedicarme a la jardinería, y no bromeo, pero una de dos: o es demasiado pronto, o es demasiado tarde." 

3 comentarios

Myriam -

Chapó, yo más que vomito, le llamaría un buen parto.

Me alegro que por fin haya podido ver la luz.

Besos

Carne de Psiquiatra -

Acabo de recordar las fresas del huerto, ay la leche...

Gracias por tu comentario Nur, es precioso.

Este post estará en mi lista de favoritos, y cuando lo relea de aquí a un tiempo, que en el mundo del TB nunca se sabe "cuánto tiempo"... eso sí sería "El Salto" de mi vida, que superaría con creces el salto de marzo de 2005, a 600 km. con más asfalto, que ya ha supuesto y sigue siendo un desafío, lo que me dice que me falta tiempo.

También debo atribuir este pequeño vómito a las charlas que he tenido últimamente con una gran amiga, que han dejado su poso para degustar mucho más tarde, como me sucede en las visitas a psicólogos. Sabiduría y buen hacer, gran camino.

Bueno, ya sabes... si te enteras de alguna casita módica con un terrenito, me das un toque, ja, ja.

Muchos besos amiga

Nur -

Hace tiempo te dije que por qué no te planteabas irte a vivir a un entorno rural, por muchos motivos, algunos de ellos por mera practicidad. Tu comentario era siempre el de qué hago yo metida en un pueblo si soy animal urbano. Yo también lo era querida amiga, y lo soy, la diferencia es que ahora lo practico de vez en cuando y lo saboreo de verdad, lo disfruto. Y sí, cada mañana sonrio al ver como crece el verde a mi alrededor (a veces me cago en la madre que lo parió porque crece demasiado rápido y hay que mantenerlo) pero tú bien sabes que eso me reporta tranquilidad, es como mantenerse permanentemente en un sueño.
Me alegra leerte en este post, a mí también me ha hecho sonreir.

Enhorabuena querida.