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Carne de Psiquiatra -Trastorno Bipolar

Tres historias

Tres historias

1

Le diagnosticaron muy joven, tuvo un ingreso antes de los 18. Mejor para él, pues ha tenido un tratamiento que no ha permitido agravar la enfermedad. Y ahora apenas siente efectos secundarios, a veces, ninguno.

Era tan joven y vulnerable que su familia volvió a ver en él un niño. Creció el resto de su adolescencia y juventud bajo un paraguas de irrealidad real que reemplazó a la irrealidad de la enfermedad.

Era un joven-burbuja, que se movía en entornos controlados, fuera de los peligros de la vida real.

Cumplió los 30, y todavía recibía una asignación de sus padres.

Para qué ir a trabajar, toda la vida he sido especial, y ya me dan dinero para mis gastos.

Me gustaría tener novia.

 

2

Al poco tiempo de casarse, notó que había cambiado. Lo atribuyó a sus nuevas responsabilidades y facturas. Gritaba más de lo normal, ya no era dulce y amable como cuando le puso el anillo. Siempre irascible, siempre quejándose de los demás, todos eran unos imbéciles.

Su mujer quiere dejarle. El no admite estar enfermo, y se pone peor cuando se le insinúa ir al médico. Grita, insulta, se va de la casa dando un portazo y bebe, bebe mucho.

Gasta el sueldo así, casi sin recordar en qué, nada más recibirlo. Su familia debe pedir para pagar incluso el alquiler. No se habla de esto con nadie, son "asuntos de familia". Sus padres dirán que no le ocurre nada, mientras sus hijos se esconden en su habitación para no toparse en su camino.

Habrá que ingresarle a la fuerza. Recibirá un diagnóstico, y quizá su actitud sea todavía peor, de negación, de rebeldía al no aceptar a esas alturas de su vida una enfermedad tal.

Recaerá cada vez que deje la medicación.

Su mujer dirá "basta".

 

3

La joven bipolar era una princesa. Se movía con ademanes regios allí donde su alma iba a parar. Solía ser el centro de atención y reclamaba su parcela de liderazgo, fuere por su belleza o por su inteligencia. Su desamor era patente cuando no era tratada como la joven reina en la que iba a convertirse. Su ego era fuerte, sus aspiraciones en esta vida, también. Despreciaba a quienes se conformaban, a las mujeres que no eran sus iguales sino sirvientas a sus ojos.

Pero un día se deshizo la ilusión, la convirtieron en un sapo feo y gordo.

Tiempo después, cuando la libraron del hechizo, se miró al espejo y comprendió que nunca había tenido sangre azul salvo en su imaginación.

El mundo que había inventado ya no existía, y no sabía en qué consistía el mundo de las sirvientas.

 

***

Libres recreaciones de historias escuchadas demasiadas veces. El bipolar puede convertirse en un tirano, cómo no. Otras personas con otras patologías también lo hacen, amargan a todo su entorno, a los obligados a cuidarle. El enfermo mental es un enfermo crónico que se puede tomar las cosas a bien o a mal, como el resto de crónicos. Dicen que la actitud representa un 80%.

2 comentarios

juan cristobal villanueva vogel -

tengo 34 años y siento que la vida se me fue,pero lo sigo intentando,no es que dramatice,no me puedo quejar de mi suerte,ya no creeo en nada solo en un supuesto dios,invisible,inimaginable,incomprensible,el cuento de alicia en el pais de las maravillas se acabo,todo es estrictamente logico,frio,racional,si,no cabe duda que asi funciona,es lo mejor que puede ocurrir en este sector del universo,el mundo solo es surrealista para los pricipales protagonistas,los demas danzamos cada quien,con su patron matematico

Valerio -

Lamento profundamente cada uno de los tres ejemplos que citas, y lo lamento más aún porque son casos que cuadran con la realidad.
Pero también podríamos hablar de los bipolares que día a día luchan con la enfermedad. Que aún pasando algunas temporadas de baja médica, se esfuerzan a cada minuto por recomponer su mundo, mantener las amistades, ser lo más autónomos posible para que las mamis y los papis puedan estar tranquilos...
Creo que todos tenemos un poco de los dos polos, la soledad, el fracaso, pero también la disciplina, el esfuerzo.

Muchos ánimos y que estas nubes densas sean pasajeras.

Abrazos.