Superando el álbum
Cuando se encuentran dos viejas amigas, quizá se abra un viejo álbum de fotos. La excusa de la búsqueda: las famosas fotos con Kidam haciendo el loco por Madrid hace exactamente cuatro años.
Y se abrió mi álbum, sólo tengo uno, una selección de varios. Lo primero que se ve es la adquisición más reciente: una de mis padres en un banquete de boda. No sé si yo había nacido, porque se les ve casi igual que en su propia boda. Pues bien, esa foto tiene 40 años ya. Se dice pronto, ¿eh? Pues así, hace x años, hace y años, hace z años... todo el tiempo. Porque el soporte es papel, lo nuevo está en CDs.
Porque claro, se ven estas fotos y otras cuantas, de paso. En las que salgo hay muchas, demasiadas, que pertenecen a mis veintitantos. Las fecho con el año más bien que con edad, y en esa selección hay demasiadas de 1993-4. Luego, se produjo una especie de agujero, apenas hay nada, yo ya estoy mal, esas fechas son las del detonante y diagnóstico erróneo. Reaparezco brevemente en 1997-8. Un viaje en el 2001, un cumpleaños en 2002 ya pinchando demasiado, y otro agujero, 2004 ya: un retrato de una mujer de 37 años, bien jodida, qué mala cara hago, pero eso también quise que formase parte de esa selección.
Ayer acabamos después de la cena en un bar de copas, ninguno en especial, uno cercano al restaurante que sirve unos calamares buenísimos. El DJ es reemplazado por un ordenador, los jóvenes propietarios hicieron los deberes antes y ahora sólo sirven copas. El lugar me recuerda mucho a los garitos que frecuentaba, música rock, indie, big beat, esas cosas que me gustan para bailar. Me digo que he de ver los 40 principales en la tele al menos, por estar algo al día, porque hace doce años de esas fotos de juergas juveniles, hace mucho que ya no puedo decir esta canción se llama tal y es de tal. Me jubilé de estas cosas ya en la treintena, en este milenio, no hace demasiado, quizá esos cuatro años, quizá tres, justo antes de la recta final del diagnóstico correcto. Aventuraría que el mismo mayo de 2003, pues en junio ya no salía de casa, fóbica social como uno de mis síntomas, "más mixta que un sandwich" diría mi Seme.
No me atrae la idea de ir a un bar, ni mucho menos de beber. Pero acabo pidiendo una copa. Hará un año que no me tomo un cubata y si lo pido es porque tienen lo único por lo que me tomaría uno, una marca que se ha hecho popular. Ponen un escaso dedo y medio de alcohol, de forma que me digo que me hará más daño la cafeína, luego me he de chutar bastante neuroléptico y puñetera gracia me hace tener alcohol en el cuerpo, soy muy consciente. Además, no me gusta el brebaje, no lo disfruto, no lo acabo. Recuerdo cómo me bebía la mitad del tubo de un trago, me recuerdo y me digo que eso ya está disecado como en el álbum de fotos. Que quizá otro día diga no, paso de garitos, me voy a casa. Que quizá me tome otro cubata dentro de un año. Que ya no tengo un problema con el alcohol, lo cual me alegra mucho.
No me imagino siquiera de copas hasta las dos. El bar me gusta, la música también, pero no me quedaría más tiempo del que tardamos en tomarnos la copa. Media hora, no seis robadas al sueño. Recuerdo a otra amiga, siempre decía que las discotecas deberían abrir a las 18 h para llegar a casa a medianoche. Las hay, pero para yogurines. Les recuerdo en el metro Marina, vomitando en los andenes, mientras bajaban del metro los más mayores, dispuestos ya a pisar la Noche. También ahora recuerdo en esa zona el Zeleste, reconvertido a Razmatazz, uno de mis lugares favoritos. Y ahora, no me veo allí.
Ayer no debo avergonzarme de mi indumentaria y no me siento fuera de lugar por ello, pero recuerdo esas noches del pasado, y qué talla usaba entonces, y además me lo recuerdan, aquél vestido negro que me atrevía a llevar con unas botas blancas que ahora están de moda rabiosa, cosa que entonces no lo estaba en absoluto. Si me importaba un carajo, quizá estaría subida, porque si algo tengo claro es que el alcohol me ponía hipo. No tomaba otras drogas, ocasionalmente un porro que me sentaba fatal, una hostia en el cerebro que para un bipolar es importante. Ayer, uno del grupo, también bipolar, cuenta que hace poco pegó una calada, una sola, y eso fue lo que sintió, un golpe profundo, mucho malestar. Pero sé de bipolares que fuman hierba, quizá tienen ese hábito como yo tenía el de beber y no lo viven así, pero se la están jugando y además, lo saben.
Ha de ser muy duro para un joven tener diagnóstico, tomar medicación, y renunciar a alcohol y porros. Yo me hubiese negado, seguramente; ir de juerga un viernes o sábado era tan necesario como ir al trabajo, y además tomaba antidepresivos y para mí no eran considerados una medicación muy seria entonces, pues con alcohol... No tenía término medio, ir de copas hasta las dos y a casa no era lo mío, a las dos empezaba el baile y allí estaba yo, feliz, alcohólica e hipomaníacamente feliz, como tantos otros que disfrutaban de la Noche con o sin bipolar encima. Y así, muchísimas horas, muchas noches, mucho tiempo que se resume muy rápido en listas de éxitos musicales y un par de fotos.
El día después no existía entonces. Hoy sí. Hace muy buen día en Madrid, la única nube es la habitual en mi coco a estas horas, y ahora saldré a la calle. Y estoy feliz, sí, la Noche está en ese álbum, he superado eso. No diré que ya no soy joven para esos trotes porque podría seguir, o hacerlo de vez en cuando, pero no, ya no me resulta atractivo ni mucho menos necesario. Me tomo lo de ayer como algo anecdótico que además acabó -menos mal- antes de las dos. He dormido bien, me he levantado a las nueve, y este post son las reflexiones que hago tomando el café. Mi único efecto secundario de ayer noche es esa garganta que grita: fumaste demasiado. Y no es nada, si comparo con los despertares del pasado.
Algunas cosas de la juventud quizá puedan superarse, ya no sólo juergas, sino hasta los manuales académicos, pero no ocurre así con la niñez. Dos barcelonesas recuerdan estos días entre tantas cosas de esa época (bic bic bic bic naranja bic cristal dos escrituras a elegir) que muchos domingos las llevaban a pasear por las Ramblas, como antaño sus padres hicieron también de manos de los yayos, con sus kioscos, puestos de flores y animales. Las Ramblas han cambiado mucho: los animales recientemente prohibidos, estatuas humanas y hordas de turistas.
En Madrid, lo popular los domingos es el Rastro, por lo menos para los adultos que conozco, y quizá me dirija allí en cuanto haga una llamada: es domingo, el día después de las copas, y empieza a ser la hora en la que la gente estará despierta si se retiraron hacia las dos.
***
2 comentarios
Carne de Psiquiatra -
Lo de la sopa de perro me ha despertado, en serio.
Saludos!
venmago -
Saludos. Venmago.