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Carne de Psiquiatra -Trastorno Bipolar

Eutimia en libertad condicional

No se trata de una elección del todo libre (post en edición)

Han pasado los años, gracias a Madre y Hermano llegan fotos de pequeña y gran familia de vez en cuando, me emociona verles, y les echo de menos, y también de alguna forma me echo de menos ahí porque sé que falto yo, sobre todo en las de gran familia recientes, y habrá quien pensará lo mismo, pero para eso están las fotos, para recordar un momento extraordinario, ese al que quizá, como una comida de navidad, hubiese rehusado asistir de estar a tres kilómetros del mismo. Ese que nos recuerda que una reunión familiar hoy día es tan rara que hay que inmortalizar y enviar a quien está lejos, en un mensaje de "mira qué felices somos", al margen de los trapos sucios que según el dicho, se lavan en casa.

Roberto insiste, y presiona, y me estresa con ello, y se lo digo, lo entiende y me deja tranquila, hasta que llega un nuevo día y continúa el discurso; estoy sola, cuidarme es demasiado difícil, aquí no tengo ni a mi madre ni a mis amigos para que me acompañen ni en lo cotidiano ni al médico como hacía él y otros cuando vivía en Madrid, y trago saliva, pues debo darle la razón, y me sugiere que vuelva a Catalunya con mis amigos de siempre y mi madre, oh por favor, allí no...

El tiempo hace que olvide y tome las cosas en perspectiva, no sé si es perdón o simplemente que haya más vivencias acumuladas, y la desaparición de la carga emocional de las entonces vividas con trauma, lo que me dice un.... no "ya paso", sino "deja que suceda un futuro", donde ningún resentimiento tiene lugar, pues tú tampoco fuiste lo que se dice una santa, viviendo a capricho del Trastorno, a saber qué barbaridades saldrían de tu boca, por lo que si hablamos de perdón, más esfuerzo deben hacer ellos hacia ti.

Sigo teniendo miedo a que mi futuro allí siga consistiendo en el suicidio. Aquí puedo estar sin amigos que me hagan llorar y sonreír, ni familia que me acoja y me abrace, sin apoyos, descuidándome seguramente, faltando a médicos que necesito, pero mil kilómetros alejada de esa espada, y por tanto viva para contarlo.

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POST EN EDICIÓN

David Lynch, lo último en mi botica de somníferos, y lo que no debo hacer con la pauta del psiquiatra

David Lynch, lo último en mi botica de somníferos, y lo que no debo hacer con la pauta del psiquiatra

 

Otro folio en blanco. Otra noche fuera de la cama, a pesar de haber puesto sábanas limpias. No pico mis propios anzuelos. Fue involuntario, lo prometo. Al menos, la víctima fue el sofá, y la espalda descansó mejor, y el cuerpo tomó las pastillas cuando debía.

Oigo las campanas de las diez, y llevo cinco horas despierta. Mi pensamiento ayer noche fue el de ver la antigua serie "Twin Peaks", en busca de la canción "Go" famosa, el primer single de Moby. Sin querer, me había encontrado en youtube con los vídeos de fans del concierto del Palau de la Música, y estuve un buen rato rememorando el evento, así que se me ocurrió la idea de bajar la serie y verla en V.O.S.E., pues en su día no la había seguido. Cuándo dejaría de ver la tele, me pregunto.

Que nadie piense que no me gusta David Lynch. Recomiendo a todo el mundo una entrañable película y la última que vi de él, "Una historia verdadera" ("The straight story", 1999) donde un viejecito recorre medio país con un tractor.

Que nadie me pregunte demasiado a qué me dedico de seis a nueve y media de la mañana, cuando sé que mi vecino ha despertado. Escucho música mientras (...) le "doy a la tecla", incapaz o por falta de equilibro o por estar patosa o por el ruido de otras tareas, pues nada me salva de los efectos secundarios todavía a esas horas. Nadie nunca entendió que pudiese ponerme delante de un ordenador cuando el resto de mí fallaba. Pues sigo haciéndolo.

 

. . .

 

He de escribir todavía a mi psiquiatra, pero me falta lucidez para ello. Recuerdo haberle expresado en su día el objetivo de tener algo de "mano ancha" para medicarme de alguna forma o con algún fármaco algo así como dependiendo de mis necesidades, sin una pauta estricta.

Menudo error, he comprendido.

Hay cosas que uno ha de entender por sí mismo, aunque hayan pasado los años.

La pauta ha de ser cerrada, estricta.

Porque es la única forma de medir su eficacia de visita en visita.

Si algo no funciona, y se nota rápido, más si hablamos de un fármaco nuevo, siempre se puede retocar por teléfono o en urgencias.

Pero si no funciona cara a cara, a la primera o décima pregunta, es hora de cambiarlo. Y, a ver, cómo se valora o cambia la dosis de algo que uno ha estado retocándose como si de maquillaje se tratara.

No, no es posible, no es adivino, y para los menos escépticos, diremos que no tanto.

Llevo algún tiempo, y es el dato que me falta para escribirle, tomando el doble (me la subió) y ahora veo que ya no sirve al propósito tal aumento, por razones que ahora tampoco puedo enumerar, pero hay más de una. Es lo que he de decirle. Si me la hubiese quitado por mi cuenta, hubiese hecho una burrada.

. . .

P.D. 1. Y a ver si esta noche acabo de ver ese primer episodio, o no. En mi cama, lado izquierdo reservado.

P.D. 2 . Perdón por las erratas, luego lo reviso (editado: sin revisar, salvo posdatas). Tampoco hay fotos, a saber en qué ordenador está el archivo y no me dan mucho tiempo para el blog, eso es terapia (lo de no darme manga ancha para escribir). Y no os metáis con mis lugares de dormir, por favor.

22 de octubre: colgadas fotos en los posts de todo el mes.

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La vida es aquello que nos ocurre mientras no podemos planear el futuro

La vida es aquello que nos ocurre mientras no podemos planear el futuro

La vida sigue. La mudanza está llegando a su fin. Me molestan los achaques del cuerpo. No me deprimen más que al resto de la población. Eso quiere decir que, en efecto, estoy mejor del "coco".

Como dice Roberto, somos personas con una enfermedad. Una más. Se nos manifiestan otras, crónicas a veces, y necesitamos de médicos internistas, reumatólogos, cirujanos... como todo hijo de vecino.

Hace falta un poco de eutimia para disfrutar de la vida. Estabilidad. Ahora que estoy en este punto, es cuando lo entiendo algo más. Dejar la montaña rusa atrás cuando ella nos abandona por fin, levantarse por las mañanas y tomarse las pastillas como quien se pone el cacao en la leche, sin acordarse siquiera para qué son. No pensar siquiera en el Trastorno, porque no nos hace ningún bien empezar el día con la idea en la cabeza. Insisto, esto, cuando se está bien. [Cuando se está mal, el mismo TB se encarga de recordarte que estás bien jodido. El blog está lleno de esos despertares malditos, no, las pastillas no son como las del dolor de cabeza, no te quitan un episodio del TB ni siquiera momentáneamente, pero ahora no estoy hablando de ello].

Aprovecha tus buenos momentos. Olvídate entonces del TB. Sé "normal". Llama a alguien para quedar, porque necesitas vida social. Intenta relacionarte con los tuyos, hablar con tu familia sobre cualquier cosa, que vean que existes de vez en cuando en vez de estar siempre mirando al techo o absorto en el ordenador, como hacías antes.

. . .

Pasa la vida, lo sé porque he perdido meses, incluso años, en mis depresiones. Se quemó incluso parte de la "última" juventud: me han salido varices, un ejemplo tonto de lo que es envejecer sin darte cuenta de ello. Ahora me miro, y debo aceptar que tengo 20 kilos de más, problemas serios por ello (qué decía antes de los médicos), y debo plantarles cara, mientras sigo con algún síntoma de depresión. Problemas que no deben vencerme: ahora he de hacer un esfuerzo para no volver a "quedarme dormida", para despertarme luego con otros 10 kilos y no verle ya solución a ese problema, y hundirme por ello de nuevo para salir a saber cuándo, y cómo, en qué estado físico, envejecida y enferma del cuerpo más todavía.

No planeé el futuro mientras estuve mala, no planeé porque no pude vivir ese presente, porque no me sentía viva, y me importaba un bledo vivir o morir, simplemente sobrevivía mientras el tiempo, desaprovechado, pasaba.

Es hasta agradable despertar de ese estado, pero es desagradable hacerlo y darse cuenta de que no resulta en plan "la Bella Durmiente", bella ella, que ni siquiera perdió tono muscular en su descanso centenario.

Llega ese futuro deseado, llega algo parecido a la eutimia, y ya no eres la de antes, antes ya es el pasado por definición, el ahora eres tú tras el sedentarismo y la dejadez. Y has de pagar esas facturas.

Si no me cuido ahora, no tendré un futuro donde haya salud de verdad. Salud física, de la que depende mucho la mental.

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Imagen: http://magyarok.ch/forum/viewtopic.php?f=4&p=64173

Primer domingo

Primer domingo

Domingo en mi nueva residencia, despierto tras la tercera noche. Hasta que Madre no me lo recuerda, no cambio la hora. Es decir, como me ha despertado un pajarraco al cual no estoy acostumbrada, a eso de las siete de la mañana, resulta que he dormido poquísimo.


Hay poco tráfico, pero desde el salón lo oigo todo. Por el contrario, desde el dormitorio sólo oigo pajaritos. Definitivamente, mi nueva casa es muy bipolar.


Me devano los sesos pensando en la mudanza. Y en todos los gastos que conlleva el cambio. Ayer le digo a L. que esto es más caro que casarse, y asiente. Desde el cyber donde cuelgo el post, pues la única red que pillo está por supuesto encriptada, consulto empresas de mudanzas. Creo que llamaré a un par de las "grandes" y un par de las "pequeñas" para comparar presupuestos (edito: me está ayudando Mariló en la tarea).


Trasladar los enseres, cuando piensas en cuántos tienes, no va a ser fácil de forma "casera", contando con amigos que conduzcan una furgoneta. Me ahorro pedir favores, a cambio de no ahorrar, pero igual no es tanta la diferencia y nadie se hernia con las pesadas cajas, libros, un PC de sobremesa, ropa... hago un pequeño inventario en un folio y me asusta tanta cosa, y me pregunto cómo lo hice desde Barcelona, y lo sé: en cada viaje, una maleta o dos extras con mis cosas. Poco a poco, llené la casa, y ahora no es viable la misma operación.

Limpiar la vivienda nueva tampoco es moco de pavo. Voy con cuidado, que la espalda no es tonta. Quiero dejarlo todo, o todo lo que pueda, ya listo para meter mis cosas. Este trabajo, me estoy dando cuenta, me proporciona otra magnífica excusa para no ducharme ni salir de casa. He hecho tres intentos de meterme en la ducha pero de camino me paro y hago cualquier otra cosa (edito: lo conseguí). Hago la cama, por ejemplo. Esto es nuevo, y espero que se consolide, pero he de salir, no puedo dejar que esta casa vuelva a ser una prisión.


Ayer llovió, y mi ánimo también se puso a llover, cosas que pasan y seguro entendéis. Casi se me cae todo encima, pero qué haces Blue, este salto a otra ciudad y comunidad autónoma es cosa de valientes y tú eres una miserable cucaracha (las habrá aquí, en verano?) incapaz de hacer nada sin ayuda, y te da miedo instalarte aquí donde conoces a tan poca gente. Claro que si todo va bien, y hago mis deberes marcados por la terapeuta, pronto entraré en sociedad y por lo menos compartiré algunas horas a la semana con otras personas.


Dos de mis nuevos vecinos tienen perros (...). Me la presentó, aunque soy incapaz de recordar su nombre. Se me tiró encima, juguetona, y creo que llegó a darme un lametón en un ojo. No protesté: mejor llevarse bien con esta vecina, que suele asomarse a la ventana, con lo que la veo a menudo. Al final acabarán gustándome los perros. Ahora salen los dos chicos, el de abajo al parecer tiene dos bichos pero no son de los que molestan. Menos mal, imaginad dos perros de noche aullando y los malditos pájaros por la mañana, no podría dormir.


Este lugar, no daré más detalles de su ubicación, es un nuevo reto. Aquí los vecinos se conocen, hablan cuando coinciden. Toda una novedad para mí, acostumbrada al anonimato de la gran ciudad. Es un pequeño pueblo, y me pregunto si daré la talla, si no me pondré en evidencia como cuando llegué aquí, dopada por completo por un Seroquel que tomé para dormir en el AVE, donde no se puede fumar como recordaréis, donde una lo pasa muy mal y sólo quiere despertar en destino. Pero dos niñas traviesas impidieron ese descanso, de forma que cuando conocí a mi casero iba drogada hasta las cejas. Lo que se dice entrar con buen pie, vamos.


La ansiedad ante el cambio existe, pero es del tipo "no pastillas extra, pero muy alta en nicotina".


Todavía no he contratado línea telefónica. Hablo con mis amigos por el móvil con cierta precaución, y hablo con vosotros ahora.


Saludos desde Málaga.

***

Salto II

Salto II

Este post debería ser más largo, contener más argumentos, pero seré breve a pesar de lo mucho que debo contar.

Llevo cuatro años y un mes en Madrid.

Por muchas razones, hace tiempo, desde el verano con Henri en su dúplex, me planteo cambiar de residencia.

Y está casi decidido ya. Tengo una maleta casi hecha.

Estoy inquieta, tengo miedo al cambio, pero cambio es lo que necesito.

Abrir otra etapa en mi vida, cerrar la que me trajo aquí.

Lo único que puedo hacer es mejorar, si no... apaga y vámonos.

Eso sería volver a Barcelona, ciudad que sí me mata en sentido literal.

Me voy lejos, pero cerca, cerca en tren, cerca en avión, de mis seres queridos.

Calculé este punto cuidadosamente, debo estar bien comunicada y contar con infraestructuras tales como buen transporte público y hospitales.

Mis amigos me apoyan y ya están prometiéndome visitas pronto.

Yo me apoyo, creo que tomo la decisión correcta.

Padre me apoya, dice que soy mayorcita.

Siempre me gustará Madrid, y eso no va a cambiar.

Pero sí he ido cambiando, de la misma forma en la que me dejé el pelo con mis canas... pequeños cambios que anticipaban uno más grande.

Y una tiene vértigo cuando salta, y me siento como cuando preparaba las maletas para venirme a Madrid, tenía miedo en el cuerpo, esa incertidumbre. Y recuerdo a Kidam diciéndome: malo, si no tuvieses miedo.

Estoy cuerda. Algo depre, pero cuerda, no he perdido la perspectiva. En depresión no se pueden tomar decisiones, no repentinas, y me justifico explicando que este cambio se iba gestando hace mucho tiempo. Circunstancias lo han agilizado, y para allí me voy, en principio para poner un pie y en primer lugar ver si es un lugar donde no me mataría, cosa que es más prioritaria que un buen colchón para mi espalda dolorida.

Pero la primera impresión fue muy favorable. Al igual que cuando involuntariamente me planteé quedarme en Madrid, tuve esa sensación de que podría pertenecer a ese lugar, no sé por cuánto tiempo, eso nunca se sabe.

Y no engaño a nadie si digo que tiemblo mientras escribo esto, no sé si por el insomnio, no sé si porque estoy peinando la casa para intentar no dejarme nada en este primer viaje.

Es lo que ocurre cuando tu vida va a cambiar de rumbo. Les pasa también a los novios cuando se casan, tengo entendido, aunque no recuerdo que ése fuese mi caso.

El dónde, a efectos del blog, ahora es lo de menos. Hasta que no tenga los dos pies allí, no vale la pena dar nombres.

***

Brevemente:

- No he tenido tiempo de deshacer la maleta

- No paro

- Salgo (me sacan) a la calle

- Apenas he estado sola desde que llegué

Aunque lo tenga todo mano por hombro, creo que lo mejor que me ha podido pasar es que algunos Amigos no permitiesen que me encerrase en casa.

Internet? Sí, lo hay, pero reconozco que estoy usándolo a la par que el agua para ducharme... buenas señales, diría.

Me ha costado un poco dormir 8 horas seguidas pero ya estoy en el buen camino.

Me siento mejor, espero (cuántas veces lo habré dicho!!) recuperar la rutina que me permita dedicarme un par de horas al día al blog, es decir, la media cuando me pongo a escribir.

Ahora la cabeza me bulle... de actividad, hay cosas reales por aquí que reclaman mi atención y esta vez sí noto su presencia, y ahora mismo, mientras no me saquen otra vez de casa, me voy a fregar los platos (he cocinado, sí).

Quizá parte de la depresión se haya quedado en el AVE...

***

Feliz aniversario

Feliz aniversario

Hace tres años, a estas horas me encontraba en el compartimento de coche cama de señoras del Talgo nocturno Barcelona-Madrid que ya ha pasado a la historia... ya tenemos alta velocidad.

Aquí estamos, seguimos, en Madrid.

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Eutimia en libertad condicional

Eutimia en libertad condicional

Desde que mejoré, bajé de la montaña rusa y el episodio mixto por fin remitió (enero 2005), considero que estoy en libertad condicional, y así lo he expresado repetidas veces. Uno de los temas de este blog es éste, precisamente. Bien, es parte de mi argot.

Un inciso en el pasado

El año 2003 de hecho fui a parar dos veces a casa de mi madre, y la primera no tuvo que ver (directamente) con el trastorno bipolar. Reina de corazones rotos no soy, pero sí la de los huesos quebradizos.

No me podía valer, esa es la verdad. Pero duré tres días con ella, porque me volvía loca cual animal enjaulado. Mi bienamada independencia era eso, lo más importante en una vida donde sólo había trabajo y ya poca vida social. Me di cuenta de que sola no podría, y decidí contratar ayuda doméstica. No podía ni lavar un plato, físicamente, con eso lo digo todo.

Es difícil encontrar una asistenta que conozca un amigo y no esté ocupada ya. No se dejan las llaves de tu casa a cualquiera. Si bien estaba de baja, mis cambios horarios hacían que muchas veces -como ocurrirá hoy- sea ella quien sepa que no he dormido, o la que me despierta. Me recomendaron a una señora: un colega de internet, menudas referencias, pero tenía una urgencia. Me costó un dineral que ciertamente no me podía permitir, pero la independencia se paga cara. Madre y mis amigos estaban ahí, que conste, pero dos veces por semana era necesaria esa ayuda.

Fin del inciso

Al volver a Madrid tras casi dos meses fuera, en casa de Henri primero y luego con Madre, estaba un poco en las mismas. El cuerpo está castigado por el sedentarismo, el alma por la depresión, y todo se mezcla en un círculo vicioso. Esta vez tuve la suerte de que la asistenta de M.Amèlie tenía un hueco semanal.

No me avergüenza reconocerlo. Volver a casa fue tomar conciencia de que había estado dos meses sin obligaciones (salvo facturas, claro). Porque si bien intento echar una mano allí donde vaya, lo hago movida por el ser una invitada algo útil o no ser un mueble inútil, según cómo se mire. Pero aquí cada mota de polvo es mi responsabilidad. Y cuando me he encontrado bien (recuerdo alguna buena racha), no sólo todo estaba en orden: incluso he planchado.

En depresión, no puedes tener tanta responsabilidad. Yo, desde luego que no. Por eso he contratado ayuda. ¿Me lo puedo permitir? Esta depre me está costando cara. Pero la indisposición no es física ahora, sino mental. ¿Una montaña de platos por fregar? Son el Everest.

El desorden y la suciedad no benefician el ánimo para nada. Pago dinero, para disfrutar en la medida de lo posible de la condicional sin que se me haga tan penosa, y para eso está la paga extra. Pero también me incentiva que mi casa vaya recobrando equilibrio, de forma que desde hace un par de semanas empiezo a hacer tareas.

. . .

Cuándo se pierde esa condición

Esta semana me llegan dos noticias tristes. Una de ellas, una recaída de uno de mis colegas bipolares. "El resorte". El ansia suicida. Una ingesta de pastillas compulsiva. Un no puedo más, un grito que de madrugada no todo el mundo puede escuchar. O no estás ya para hablar con nadie. El caso es que lo haces sin esperar un mañana. Y digo recaída porque despertó.

Un día ingresado con lavado de estómago cortesía del hospital. Y pérdida de libertad: por narices, ha de permanecer en casa de sus padres hasta nuevo aviso. Se ha retrocedido un tanto, podría decir, en el camino, pero nadie dijo que fuese recto. Y cuando pensaba en él, me decía: ahora está bien, a ver si puede volar un poco hasta que... por si... eso. Será un volver a empezar, en mínimo de semanas.

Arresto domiciliario en domicilio paterno. Pero mejor que un ingreso en un psiquiátrico. Bueno... esto es muy tajante, y como no estoy de acuerdo conmigo misma, lo abordaré otro día.

Me siento apenada y solidaria. Tengo el mismo resorte, dormido pero sé que es parte del trastorno bipolar. Y lo tienen tantos otros: se nos va la pinza (cuánto tiempo sin decir eso, ja, ja). No sé cuántas oportunidades se tienen cuando uno se reengancha al club de los suicidas vivos. Ha sido su cuarta vez en ese abismo. Esta vez el final no es del todo infeliz. Está en chirona, pero vivo. Pero aunque todos le digamos cuánto le queremos, que nuestra vida sin él no sería la misma, él se encoge de hombros. Ya lo sabe, pero no pudo detener el resorte. Y el despertar, ver el panorama, es más que deprimente.

Muchos no lo entienden. Hasta te tratan como a un chantajista de la peor especie. Hay que vivirlo, y hay que morirlo.

Levantarse tras la caída, ser una mala hierba, y medrar hasta que nuestro psiquiatra emita veredicto.

Y no olvidar que bajo la ley del péndulo, le puede pasar a cualquiera, porque es trágico salvarte de ti mismo.

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Con la depre en la maleta

Con la depre en la maleta

Tras pensármelo dos meses o más de electro plano por depre veraniega, escapé de Madrid. Del modo habitual: maleta hecha a toda prisa, y para Atocha (y tuvieron que ayudarme). Antes de medianoche, ya había llegado a la costa levantina.

¿Qué hay en Levante? Poco me interesa la playa. Aquí me recibe H.

De esto hace una semana y tres días.

Lo de vivir a 600 m. sobre el nivel del mar no tiene nada de malo. Sí lo tiene llegar al 0. Pasé algo más de un día mareada, por la tensión.

Han ocurrido cosas, sí. Vine por motivos muy justificados, y ya veremos cuándo acabará esto.

Lo interesante es la convivencia de dos bipolares. Cómo está por un lado la psicoeducación de manual, y por el otro la realidad.

Y nuestros ánimos.

Mejor sigo en otro post. Me ha costado mucho arrancar para colgar éste.

***

Y ya van dos años

Hace dos años me instalé en este mini-apartamento.

Nunca había vivido tanto tiempo sola.

Echo de menos la convivencia. Parece que no, pero marca unos ritmos y rutinas el mero hecho de vivir con alguien. Esto es muy bueno para la salud del bipolar.

Como le sucede a otros en mi situación, separados también, me siento más gruñona y menos dulce. Menos dispuesta a perder territorio.

Creo que mucha gente se engaña: la situación parece envidiable ("haces lo que te viene en gana"), pero esta "libertad" no deja de ser triste, no cuando tu sombra es la soledad y estás perdiendo habilidades básicas de relación.

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Dos años y tres meses en libertad condicional

Dos años y tres meses en libertad condicional

Del diario personal de Blue

2 de junio

A los dos años y tres meses...

Blue, vives sola. Así lo decidiste. Ya no querías compartir piso. Ya no tenías edad para ello, aunque los elevados alquileres demandan dos sueldos para vivir con dignidad, o tener calidad de vida para permitirte ir al cine. Además, o eras muy mayor, o la gente quería que tuvieses trabajo para no estar por casa todo el día, o te ponían pegas por fumar, o quien alquilaba tenía perros o gatos. Muy difícil, encontrar compañero/a de piso. Lo cierto es que has compartido piso más con hombres que con mujeres. Esto no le hacía ninguna gracia a tu familia, muy en la línea clásica del que bajo el mismo techo, hombre y mujer son pareja.

La suerte quiso que encontrases un alquiler de los que aprietan y ahogan, pero no del todo. Un piso con luz, anti-depresiones le llamaste en su día, y realmente la agorafobia tan amiguita de la depresión resultaba menos dolorosa con una ventana abierta a, por ejemplo, las puestas de sol. Muchos días te acompañó tan solo el cielo de Madrid.

Necesitabas estar sola, pero a veces te abrazabas a una almohada con fuerza. Te faltaba algo llamado cariño y amor, y no has tenido mucha suerte. Es más, ya has tirado esa toalla. Poca cosa hace falta para que un hombre te rechace: no trabajas, y no lo haces por tener una invalidez, y encima por "enfermedad mental". No se entiende, ni mi amigo M. lo hacía antes de caer en su primera depresión. Rechazar entendido como descartarte para convertirte en pareja. Es de sabios reconocer, aunque con dolor, que la soledad es tu destino, y quizá encontrarás a algún compañero de viaje, pero para escapadas cortas.

Tienes amigos, aquí y allá. Intentas no pedir favores para no ser una carga. Sólo una madre puede hacer algunas cosas por ti.

. . .

Mi madre y yo pasamos por un buen momento. Creo que iré con más frecuencia a Barcelona, con el deseo de que ella venga también de vez en cuando. No pienso en volver, pues aquí he empezado a hacer esa buena cara que todos celebran. Y pienso seguir intentando sonreír cada día. Y si vuelvo a Barcelona, ojalá lo haga con ya todo el pelo cano y unas hermosas patas de gallo.

He renovado demasiadas cosas desde que vivo aquí. Aún conservo ropa que usaba en el 2002-3 y cada vez siento más ganas de deshacerme de ella. Ya no me pertenece, no a mi "ser actual", pero en su día la guardé porque resistió al aumento de peso. Y en mi memoria, que es muy emocional, algo se revuelve ante sin ir más lejos, una camiseta de algodón. De mi ajuar no tengo queja, del que me fueron regalando mi madre y mi abuela. Eso me sigue perteneciendo, pese al divorcio.

Todavía no tengo claro a qué me dedico. Eso sí me duele. Me costó mucho asumir que no podía trabajar. Aún recuerdo la discusión que tuve con la psicóloga que me valoró cuando tramitaba la minusvalía: al final, me dijo con palabras cariñosas que no podría volver a hacerlo. El 2004 fue espectacular. Y acabé con una invalidez permanente absoluta, lo cual fue una buena noticia (tenía medios), pero mala (va a ser que no necesitarás trajes). Pero empiezo a verlo todo lejos, ya pasado. Lo peor pasó. Vivo tranquila.

Tengo un cachorrillo que mantener, se llama "Carne de Psiquiatra". Le dedico mucho tiempo y medios. Tengo una recompensa, y es que me satisface ayudar a otros. Sé lo que otros se han volcado en mí, y si no me desestabilizo en el intento, lo cual ha ocurrido, procuro ayudar. Tengo tres canas y media para hacerlo, y una historia de "estoy mejor" para contar, y dar esperanza. Esperanza fue lo que me dieron, y a eso me aferré, y aquí estoy para contar que esto es posible. Aunque mi vida haya cambiado tanto.

Y vendrán más cambios. La pauta farmacológica que tomo sigue su evolución. La medicación, me recuerda H. siempre, me sienta mucho peor que a él, y a otros. Recuerdo con trauma el acomodarme a todas las pastillas que he tomado, las fuertes, los neurolépticos o antipsicóticos. En julio de 2006 la cosa fue de película con un nuevo remedio. Ahora tengo otro, y sé que me van a caer, pero no sé por dónde, todavía, tras dos tomas. Y no seré ingenua, seguimos probando medicamentos, y no sé cuándo el psiquiatra valorará que ya firma con esos resultados. Que yo hubiese firmado estando con alta ansiedad, depre y agorata, lo hacía porque recordaba lo peor, 2003-4. Pero llevaba demasiados años mal, y lo estoy pagando por falta de diagnóstico adecuado (10 años de manual, ciclando), y ¿qué voy a hacer? Obedecer ahora, pues se ha demostrado que esa disciplina ha dado buenos resultados, y lo primero soy yo, y mi salud.

No bebo ni siquiera cerveza sin alcohol, ¡con lo que me gusta el agua de Vichy!. Ahora con el buen tiempo, supongo que saldremos más, a las terrazas, a unas rondas. Agua, y de vez en cuando, una cola descafeinada, o un trinaranjus. Hay quien pretende "reformarme" y sacarme de casa de noche a tomar una copa. Realmente, vale la pena ver al personal que se mueve en la vida real, los que luego te encuentras colgados de una "web de amistad y amor". Pero sigue sin irme el asunto, aunque sea muy "tranqui". No recuerdo la última juerga con baile hasta las tantas. Cuando empecé a engordar tanto, se me pasaron las ganas de "lucirme" en la Noche.

Sé que estoy de mejor humor porque la calle ya no me es ajena, ya no miro por la ventana con eso de "esto no es para mí" que me caracterizaba. Recuerdo buenos tiempos aquí en casa, cuando planchaba incluso, y fue pasajero. En estos momentos, tampoco la plancha me es ajena.

Cambié de look. Cosas que pasan en Barcelona... la última vez que me lo corté así, creo que fue en el 98, pero me lo dejé largo de nuevo. Melena, y normalmente recogido. Ahora es muy corto, pero el peinado recibe buenas críticas. No me cuesta tanto lavármelo, lo que es de celebrar, claro que ya no se queda tanto en el sumidero y no me siento mal por ello.

Tengo que aprovechar que estoy mejor de ánimo, que estas cosas se tuercen pronto al menor contratiempo: tengo muy baja la tolerancia a la frustración. Ir a revisión de médicos que me esperan: un reumatólogo, por ejemplo. Y no sigo nombrando asuntos pendientes, porque cuando lo haga, quizá lo publique, no antes. Los buenos deseos son más volátiles que el humo que rodea esta casa.

Me siguen animando a que escriba. Creo que me compraré una pluma. Pero empiezo a notar, no sé si será la nueva pastilla que tomo hace dos noches, algo de temblor en las manos. Ese efecto secundario, es de los que siempre he temido, y espero que no vaya a más.

Me siento bien, a gusto conmigo misma a pesar de esos kilos, y de mi falta de memoria, y mis torpezas. Ya tengo edad para mirarme al espejo y decirme "esto es lo que hay".

Todo lo libre que puedo sentirme en esta libertad condicional, que está siendo bien valorada por sus resultados. Es condicional, porque hay algo llamado Trastorno Bipolar ahí para quitármela sin previo aviso, pero sigo cuidándome.

 

21 de mayo

Dos años, dos meses, y dos semanas. Ha pasado todo ese tiempo desde que empecé a estabilizarme y me vine. Es una fase interesante, porque en realidad no estás del todo centrado pero poco a poco vas aterrizando, conforme tu nueva vida tras el diagnóstico y ese tratamiento que tarda tanto a veces en funcionar lo hace posible.

En libertad condicional, porque la familia no tuvo que venir a buscarme a Madrid. Porque no he vuelto a ingresar. Ni a depender de terceros para sobrevivir.

Con trastorno bipolar, nadie está a salvo, y mucho menos de recaer. Pero he ido superando los baches. Las oscilaciones siguen ahí y soy consciente. Oscilo como las hojas de otoño, ya sea por el tiempo que haga, por las hormonas femeninas, o por factores ambientales. Mis emociones siguen siendo lo que me hace vulnerable y debo protegerme también, como lo hago del sol con las gafas.

Me ha ayudado mucho cambiar de ciudad. Espabilar es más difícil si tienes un plato de comida cada día en casa de tu madre. Un montón de gente todavía se aferra a eso a edades avanzadas, y no están enfermos. Por comodidad, por calidad, por síndrome de quiero volver al útero materno. No es que yo sea valiente, es que tengo edad para vivir por mi cuenta desde los 25, y lo pasé mal al tener que ser cuidada por mi madre año y medio.

No es que quiera, pero creo en lo de la inmersión, es cuestión de tener la mente abierta. Ya tengo mentalidad más madrileña. Sé lo que se siente cuando se sale de la ciudad y con ese ancha es Castilla, la libertad. En Barcelona, con el mar como horizonte, ir hacia el interior produce cierta claustrofobia psicológica.

 

19 de mayo


En la entrevista con el psiquiatra, no se mencionó la palabreja eutimia. Prefiero hablar de estabilidad, y no de El Dorado. Cierta estabilidad, que compensar esa balanza tristeza-felicidad no le es fácil a ningún humano, y qué decir si se consigue a base de fármacos que todavía no se conocen y a cada uno le sientan diferente.

La mía se ha realizado a la baja, que digo yo. Síntomas de depresión me acompañan, y la agorafobia es el estrella. A veces, factores ambientales me colocan en la posición correcta, con ánimos para la vida cotidiana. Quizá por unas horas al día me sienta así, y si voy a ver la puesta de sol en estos días en los que anochece a las diez me siento directamente Feliz, algo eufórica quizá, pero también con gran paz interior. Si uno hace algo extraordinario en su rutina, con el ánimo de lograr escapar de la rutina, derecho tiene a un momento de felicidad que llamaremos euforia. Euforia es el lado maníaco del asunto, y eso, todo el mundo lo conoce, aunque no tenga el trastorno bipolar. El problema es que el bipolar sabe demasiado, y por eso le dicen que está enfermo: no es normal estar así durante días o semanas.

En esa depre tan aburrida, esa falta de color en la vida, la compañía es muy beneficiosa para mi ánimo, pero prefiero vivir sola, porque es difícil convivir con alguien que puede indisponerse a diario. Que te dice que no en el último momento cuando te esperan para ir al cine, a una cena... porque se queda tiesa con un ataque de pánico.

Lo que tiene la depresión es que tu vida es austera: no comes, no sales, vegetas. En cambio, en la calle, te dejas 5 o 10 euros rápido en un bono de transporte, un café, un botellín de agua, una revista o yo qué sé. Es más barato quedarse en casa presa de la agorafobia.

Uno de los cambios en la pauta que me extendió el psiquiatra el pasado lunes pretende subir mi ánimo, eso para mí es una buena noticia aunque sé lo que hay. Que es jodido, casi contraproducente, dar antidepres a un bipolar I, porque te llevan al otro lado rápido. Pero el riesgo de viraje está calculado, si no por el resto de pastillas que tomo para machacar a ese antidepre (es así la cosa, antagonistas), porque yo sería la primera en enterarme.

No es suficiente con tener conciencia de la enfermedad. Hay que conocerla en ti. Saber quién eres en el espejo, y conocer también a tu sombra. Mis pródromos o síntomas iniciales están casi todos por escrito. Y si yo no los noto, hay quien me avisará, que para eso están los buenos amigos, para decirte las verdades aunque duelan. Porque si no me daría cuenta, estaría en un mundo tan feliz como irreal, y quiero seguir "normal", aunque eso signifique depre.

Hoy, primera toma de la nueva pastilla. Soy la reina de los efectos secundarios adversos. No volveré a leer el prospecto, que cayó en mis manos hace meses, pues de mi psiquiatra recibí explicaciones claras acerca de lo que me esperaba. Es lo que hay que hacer: no leer, sino preguntar.

Me agarro fuerte, porque pueden venir curvas.


30 de abril

Ha pasado mucho, mucho tiempo. Dejé Barcelona, decidí volver a empezar en demasiados sentidos.

Por muchos cuadernos de rutinas y bipolaridades que escriba (estoy moviendo posts desde "Vida cotidiana" hacia allí, con calma), esto parece una pesadilla de eterno retorno.

La sensación es la de dar marcha atrás y adelante con demasiada frecuencia. Cuando me llevo mejor con la ducha, descuido por ejemplo tareas domésticas. Cuando me pongo a despejar papeles que van acumulándose, lo hago en pijama, sin duchar. Cuando me quedo sin tabaco soy capaz de bajar, tomando carrerilla y ánimo, aunque sea en chándal. Un solo insomnio me deja toda la semana atontada. El día que paseo más de un kilómetro me parece que subí al Everest.

No es posible, o sólo a semanas o días, llevar una vida normal o pseudonormal. No estoy demasiado satisfecha. Nada, de hecho. De nada sirve tatuarse cuatro cosas básicas, por una razón u otra al final voy a ver demasiados platos por limpiar.

Todos estos hábitos o ausencia de ellos son los que interesan al psicoeducador. De nada sirve la estabilidad si tu vida oscila entre el tener o no una botella de leche para cuando te quedas sin a medianoche, cuando te la tomas. Los hábitos no han de aparecer y desvanecerse, no, han de ser parte de ti y punto.

He dado esquinazo al tema demasiado tiempo, el justo para que me coman las fobias y la insatisfacción. No es un tema de medicación, pues desde el principio del tratamiento todo me ha sentado mal y (no por hipocondría) tengo efectos secundarios.

Una lectora, bipolar, me dio hace tiempo el teléfono de un psicólogo en Madrid. Hará un año que lo estoy valorando, y creo que ya es hora de reconocer que necesito ayuda profesional. Más psicoeducación, porque mi psico de Barcelona no tiene "competencias", fuera de mi entorno, y así me lo hizo saber con honestidad el año pasado.

***

Reportes a Madrid

Reportes a Madrid
Fragmento de mail-tostón del martes
 
 
El otro día asistí a una conferencia de un psiquiatra yanki. Me dejó fascinada. (...) Ya te contaré. El caso es que ya tenía previsto desempolvar mis archivadores de idiomas, [ella] va a ayudarme, y vamos a ver si aguanto el tirón en plan autodidacta, con algo que se llama tesón, o disciplina, y ejercitar la memoria. Al parecer, mi memoria puede mejorar y ahora viene lo que todos queríamos saber.
 
 
Hay cambios en la pauta, un nuevo fármaco que empezaré a sufrir en mi casa (Madrid), pero si funciona, valdrá la pena. Y sí, necesito terapia de manos de un psicólogo, realidad de la que estaba escapando hacía ya un año. Ahora me lo he de tomar en serio y ver cómo lo combino con mi economía.
 
 
Lo cierto es que "firmo" y eso me repito constantemente, firmo incluso con esa depresión subyacente que intentaremos atacar (por ahí van los intentos de mejora en el tratamiento), que me tiene harta ya por su duración, cosa difícil con un trastorno de ansiedad. Está la cosa relacionada, depresión-ansiedad, así que iremos viendo qué pasa. Firmo, porque sé qué es estar mal, no valerme por mí misma en absoluto, y después de dos años y dos meses, incluso sola en Madrid, estoy orgullosa de lo poco que he conseguido, que en realidad es mucho: he dejado de "matarme".
 
 
Desaparecieron las ideas suicidas salvo una vez y gracias a toda la terapia que me he chupado, superé esa crisis. Hubo otra crisis en la que pasé mucho miedo, fue en un fin de semana y gracias a mis amigos, que se quedaron a dormir en casa, también superé. Sólo necesitaba saber que había alguien ahí, y simplemente cogerles de la mano un momento me aliviaba del terror. Pero nada comparado con eso, terror en la mente a diario, ese Vértigo que le llamo ahora, en Barcelona durante 2003-4. Ya te digo: FIRMO.
 
 
Pero como bien dices, sobrevivir no es vivir. Firmo con sobrevivir o así lo he hecho hasta ahora. Vivir es un oficio algo más complicado, y tú sabes mucho de él. Yo reconozco que lo olvidé. Pero las rehabilitaciones no son fáciles, todo es lento, el tiempo en psiquiatría es como en geología (y esta frase, es mía).
 
 
Al estar en otro lugar, al dormir en colchones extraños, me siento algo rara, desubicada, pero te digo una cosa: me siento con algo parecido a Felicidad. Igual estoy con un tornillo flojo, pero eso es humano, y hay que diferenciar, gran charla tuve ayer con eso, lo humano de lo patológico, y como tal tengo todo el derecho a estar contenta sin que tengan que chutarme una pastilla. Mi problema es que la cabeza me va rápido, y eso no es normal, no es neurotípico...
 
 
(...) Voy de cita en cita con mi gente, y necesito mis descansos.

***

Foto casera: en ese cine de V.O. estuvo Bagdad Café unos siete años en cartel... cosas que pasan en Barcelona.

 

Polònia, primera nit: vergonya barcelonista en començar la campanya electoral

Polònia, primera nit: vergonya barcelonista en començar la campanya electoral

"Polonia, primera noche: vergüenza barcelonista para empezar la campaña electoral"

Parecía bruma pero quizá sólo fuese humedad lo que me encontré. Llego con dos noticias: una, empieza la campaña electoral. Sólo un "alcaldable" sigue el -desfasado ya- rito de pegar un cartel con cola usando una escoba, y todos están muy retocaditos. Ay esos años 80, qué entrañables.

La otra es que el Barça ha perdido. Con el Getafe, mare meva! Y un 4-0, una vergüenza!!! qué tristes lo dicen todos!!! Me muero de risa. "El Barcelona bordea el ridículo" es el titular que ahora aparece en www.elperiodico.com. Me alegro por los del Getafe, que jugará la Copa del Rey. No sé mucho de fútbol, pero estas cuestiones de moral colectiva me hacen mucha gracia y que muchos catalanes estén con mal cuerpo... ja, ja.

Lo mejor: acercarnos al mirador de Montjuïch y ver la ciudad de noche. Es genial que a mi madre le guste hacerse allí un cigarrito.

Qué bien, todavía no me he rayao. Voy a dormir en una habitación que me trae muy malos recuerdos y con la que he tenido muchas pesadillas aún viviendo en Madrid. Ya veremos.

Me siento bien, los hechos son emocionantes.

No es mi intención hacer la crónica completa de mis aventuras y desventuras en "Polonia", pero hay cosas que ahora chocan a esta ciudadana empadronada en Madrid, que ya empieza a entrar en el rollo de la inmersión... ondia!

. . .

"Polonia" es como se denomina por ahí a Catalunya (polacos a los catalanes), y así se llama el programa de sátira política en la televisión catalana.

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Notas varias con los ojos medio abiertos, un café vertido y la maleta abierta

Notas varias con los ojos medio abiertos, un café vertido y la maleta abierta

Ayer por la calle, todos en manga corta, y yo con un abrigo negro hasta los pies. Buena forma de pasar inadvertida.

Media hora después de desahogarme a solas por temas personales que no escribo aquí, me viene la regla: las anomalías emocionales se deben a algo, y no me acordé de mirar fechas para estar pendiente.

Había llegado a casa muy cansada y encima me topé con las luces encendidas (al asegurarme de que las apagaba, así las dejé), no me había acordado de poner en marcha la lavadora... qué mal humor. Y estaba en blanco para escribir las notas. A saber cuándo prepararé esa entrevista, a veces necesito horas. Y no puedo llegar en blanco a la consulta.

Tengo la maleta por hacer y todavía no he metido lo que más me importa: las notas para el psiquiatra. Lo del cumpleaños es lo lúdico, pero en realidad voy a "la ITV".

Me he levantado bien y al parecer de buen humor, pero los despistes amenazan mi tarea porque ya llevo dos: no he roto nada, pero sí derramado: ale, a limpiar. Con ese lumbago que tiene la menstruación. Tómate un comprimido de paracetamol... a ver si es suficiente.

Viajo entre semana porque con la minusvalía, y con ese grado de disminución estampado en un papel de mi comunidad autónoma, tengo derecho a la tarjeta dorada Renfe y por tanto a un descuento del 40% en el tren, lo que es de mucho agradecer. Del 25% vi, sa y do. El precio del billete de ida sin el descuento: 65 euros. Ya, hay vuelos baratos con antelación, pero lo barato sale caro. En tren el trayecto es de tan sólo cinco horas y mejorará con el AVE.

No sé cuándo volveré. Lo que tengo seguro es que antes de lo que debería, pues no creo que aguante mucho. No sería la primera vez que estando allí me digo: quiero ir a casa, y mi casa está a cinco horas. Menos mal que soy de las que ni hacen la cama en casa, ni deshace las maletas fuera. La última vez, me fui a la estación a ver en qué tren podía salir, sin reserva y días antes de lo que tenía previsto. Recuerdo mi llegada a medianoche a casa, aaaaah mi casa, con pena por no haber visto a algunas personas especiales, pero hay prioridades y la primera es mi salud. La agenda, a tomar por saco.

Sé ya por experiencia que en Bcn visto mucho más informal. Para qué llevarse unos zapatos con un poco de tacón. No sé qué llevar porque tengo muy poca ropa en realidad pero el armario lleno de lo que ya no puedo usar por talla, todavía no me he desprendido de todo, dificulta las cosas. Y todavía no he hecho el cambio de armario. Ya plancharé allí, que ahora estoy muy torpe y me quemaría.

Por experiencia también sé que el bipolar es un animal de demasiadas costumbres, y se raya a los pocos días de estar fuera de casa, lo sé por mí y por otros del sector más de 40 al que hace mucho tiempo pertenezco ya aunque no los tenga ni los aparente de lejos. Las depresiones envejecen, y la gente al hacerse mayor se aferra a sus hábitos y entorno, tenga o no el trastorno.

De nuevo estaba empezando a sonreír, y sé que allí estaré seria. Los madrileños igual duermen menos, las estadísticas lo dicen, pero estoy convencida de que ríen más que los catalanes. Cómo tomarse las cosas serias a broma, es todo un arte, tan a broma que enseñes patas de gallo.

- Tengo que hacer una lavadora.

- Ah, ¿te dedicas a fabricar lavadoras?

Este tipo de tonterías me provocan la carcajada. Todavía uso ese "hacerlo todo" tan catalán, aunque mi acento, lo noto al hablar catalán ahora, se ha castellanizado muchíiiiisimo.

No tengo ganas de ir, esta es mi casa y me pongo mala no sólo por salir, sino por ir allí. Hace muchos años que no viajo por placer, y hace dos años que salvo una excepción a Cantabria, todos mis trayectos han sido a Barcelona-Barna-Bcn. Si a eso se le puede llamar "vacaciones", pues para mí sólo es así porque me gasto una passsta. Sólo en telefonía móvil doblo la factura cuando viajo.

Estoy alta, altísima en nicotina, y no me dejarán fumar en 5 horas. Espero dormir, si es necesario con una pastilla extra.

Y sigo con mi colección de despistes: ya sabía yo que me dejaba algo para la lavadora. Pero estaba previsto y tengo tres listas por aquí con tareas de lo más variado.

Ale, nos vemos allí, estaré conectada. 

P.D. Para madrileños: voy a ver el mar, chinchad. Desde Tarragona ya, las costas del Garraf: hay que viajar en ventana lado derecho.

*** 

Colgada del puente

Colgada del puente

En Madrid es fiesta también el 2 de mayo. Hoy es laborable, pero puente. Lo de siempre: atascos a tutiplén, y la ciudad medio vacía. Quedamos los colgados.

No me planteé planes, porque como ya he dicho alguna vez, estoy jubilada pero no tengo vacaciones. No, no tengo vacaciones cada día tampoco; si estuviese bien, trabajaría, y si tuviese dinero, también sería otra cosa. A veces casi envidio a los trabajadores que esperan estos días con ilusión: recuerdo cuando yo también la tenía. Para mí todos los días son iguales y sólo los disfruto si salgo a dar un paseo, sola o no, y casi más cuando voy sola porque me digo: lo conseguí. Pasarlo bien, ya es lujo asiático, si no hay efectos secundarios ni ansiedad y la anhedonia se va un rato de mi cabeza por decirlo de algún modo. Demasiadas condiciones.

Mi madre me propuso, y me lo pagaba, un viaje de cuatro días este mes pero decliné: no tengo salud para eso y no quiero amargarle la fiesta. No me gusta que la gente esté pendiente de mí porque si me encuentro mal dos o tres veces al día, eso es lo que harán, con razón.

En fin, se quedan en Madrid cuatro colgados entre los que me cuento. Ayer [sábado] sentí una bienvenida paz interior que me dejó en casa, sin tirarme piedras por esa agorafobia pues era del todo consentida. Hoy debo espabilar, salgo con R. en unas dos horas y estoy en pleno bajón; ayer no importaba, hoy sí.

Admiro a la gente que trabaja, y también admiro la actitud de R. Él se ha propuesto vivir con la bipolaridad como algo que no va a destrozar sus planes. Lo hará tanto si se encuentra bien, como si no. Esto no ha de detener la vida normal.

Creo que yo llegué a pensar así en algún momento, lo sé porque la última vez que lo recuerdo así no está demasiado lejana en el tiempo y mi ánimo creía que tener una vida satisfactoria era posible a pesar de todo. Quizá entonces no hubiese declinado ese viaje, quizá entonces me sorbería los mocos pero saldría hoy con él. Ahora me veo rendida, me temo que me estoy rindiendo pues sólo salgo a vivir cuando me veo capacitada por salud.

Sé lo que es salir un día y quedarme tiesa por efectos secundarios o por ansiedad, sé que la gente que está conmigo lo pasa mal entonces, y yo más, no tanto por mí sino por ellos. Una cosa dispara la otra: si me encuentro mal y se detienen por mí mientras tomo aire, la ansiedad empieza a dominarme entonces, porque no quería que sucediese, porque está sucediendo, y porque me siento impotente. Ya tenemos al dos-en-uno en marcha y de este modo, me recupero muy mal. Quienes sufren de ataques de ansiedad ya saben cómo se queda el cuerpo cuando te ha pegado un subidón de esos tan desagradables, peor es el bajón.

Sé que ESTO sólo me deja vivir a ratos. Me esfuerzo por hacer alguna cosa, escribir por ejemplo, cuando tengo la lavadora dentro de la cabeza. Sé que vivir fragmentos quizá no es vida, pero sí algo parecido si no me tiro piedras y paso los malos momentos en solitario, al ralentí, mientras espero, llegarán, tiempos mejores. Según mis estadísticas, a partir de las 18 h. Sea o no puente o vacaciones.

***

Por inmersión

Por inmersión


 

Suele o solía decirse que por inmersión es como mejor se aprende un idioma, en su territorio de predominio, y ya puestos, mejor con novio/a nativo. Nada novedoso para un nuevo barcelonés: sal a la calle, y escoge la TV autonómica, si en tu masoquismo cotidiano se incluye encender la caja tonta.

 

 

Si tu lengua materna pertenece al grupo de las romances, no es difícil el castellano => catalan y no me lo estoy inventando, pues lo mismo aplica en el terreno lingüístico para la comunidad de rumanos que han escogido España como tierra de prosperidad. Yo confieso "enchufarme" de vez en cuando a la CNN por no acabar de olvidar el puñetero inglés (de paso confirmo que Bagdad es una capital mas de EEUU), que es la asignatura pendiente de más de media España por diferentes razones, y por supuesto la mía, cosas de la detestada frase "la falta de costumbre".

 

 

Y también acudo a la TV autonómica de mi nueva comunidad, Madrid, con esas mismas ganas ya no de aprender la lengua castellana pues es mi lengua materna (esas catalanadas, me las denuncian mis amigos, y gran parte de ellas son exclamaciones cotidianas que hago para mi interior) sino de conocer mejor el territorio que hace dos años empecé a explorar con intención de tener mi propia barraca como punto de partida, de no sabia muy bien qué entonces.

 

 

El pasado noviembre celebré los dos años de haber iniciado los trabajos en esta página. Desde hace mes y medio y hasta el próximo uno de marzo, estoy reviviendo los primeros días en esta ciudad donde elegí empezar de nuevo. Y por inmersión lo estoy haciendo, de vez en cuando me sorprendo -y no deberia, a estas alturas- aceptando o proponiendo un punto de cita, llámese Café Comercial o salida del metro Velaquez impares.

 

 

Soy una más, bipolares somos gente, empadronada, que paga sus facturas. El brutal incremento de los alquileres en estos años, en mi caso un 60% desde la ultima vez que firmé un contrato, me obliga a hacer cábalas con mi presupuesto mensual, aunque sé que soy una afortunada por aun así poderme permitir un alquiler y constituirme en familia uni o monoparental o como se llame esto de comerse sola el marrón cotidiano con un solo ingreso y una cama fría.

 

 

Bien, esto es lo que quería: independencia. Construirme solita un nuevo espacio vital. Tener mi pasado como sombra que acecha en forma de pesadillas nocturnas y diurnas, pero no como espada a cada minuto. Ganar salud mental. Y LO HE CONSEGUIDO.

 

 

Lo deseado no queda ahí como una frase. Es punto de partida para que como suele decirse una tenga pilas para ir por ahí, para por fin poder disfrutar de la vida, y que eso vaya dejando rastros, bien en una agenda, bien en una entrada a conservar en una colección de "cosas de 2007" que bien puede costar 0 euros en un museo municipal (lo que hay gratis por ahí…), o en un día después de esos "no puedo con mi alma, pero que me quiten lo bailao".

 

 

Amigos y algunos lectores conocidos me apremian para que vuelva a escribir en el blog. Por terapia, no lo necesito. Por tener una ocupación, que de placentera tiene solo cierto porcentaje, cuela más. Es cierto que nunca había dejado esta querida página tanto tiempo a solas, sí, y la primera sorprendida he sido yo misma por no echarla de menos demasiado. Tengo proyectos para este año y la avería informática ha sido la perfecta tapadera para que me dedicase a ellos.

 

 

Llevaba años enferma, y la enfermedad fue demasiado amiga de la improductividad. Tan enferma estuve al final, que necesité de todas las manos que mi madre pudo tenderme. Ahora soy capaz de hacerme la comida y de salir a la calle. Todo poco a poco y con las cautelas de pisar territorio desconocido, pero urbano al fin y al cabo. El anonimato de la ciudad es impagable aunque no baste para detener la fobia social cuando se presenta. Acepto tantas cosas ya que un día escribiré un post llamado "Acepto".

 

 

No estoy en absoluto satisfecha de lo que acabo de escribir. Es lunes por la mañana, el PC que me han prestado está tonto y no admite tildes (para un día en el que yo no lo estoy), y una de las cosas que acepto es que mis hábitos y ritmo semanal que sigo consisten en mi interior en los que tenía cuando trabajaba. Día de escasa inspiración, pues, de dedicarse a tareas cuanto más rutinarias en lo intelectual mejor, con la seguridad de que a medida que avance esta jornada, y por ende la semana, mi rendimiento será más autosatisfactorio (hasta que el viernes nos alcance), ahora que trabajo para mí, y para cuidarme.

 

 

 

12 de febrero de 2007

. . .

P.D. Recupero este borrador y me decido a publicarlo, quizá por dar pistas a un nuevo lector que entró aquí ayer. Todavía me identifico con lo escrito: por inmersión, en efecto, un bipolar acaba "siendo" gente, gente Normal. Post para el tema "(Madrid:) Eutimia en libertad condicional".

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Superando el álbum

Superando el álbum

Cuando se encuentran dos viejas amigas, quizá se abra un viejo álbum de fotos. La excusa de la búsqueda: las famosas fotos con Kidam haciendo el loco por Madrid hace exactamente cuatro años.

Y se abrió mi álbum, sólo tengo uno, una selección de varios. Lo primero que se ve es la adquisición más reciente: una de mis padres en un banquete de boda. No sé si yo había nacido, porque se les ve casi igual que en su propia boda. Pues bien, esa foto tiene 40 años ya. Se dice pronto, ¿eh? Pues así, hace x años, hace y años, hace z años... todo el tiempo. Porque el soporte es papel, lo nuevo está en CDs.

Porque claro, se ven estas fotos y otras cuantas, de paso. En las que salgo hay muchas, demasiadas, que pertenecen a mis veintitantos. Las fecho con el año más bien que con edad, y en esa selección hay demasiadas de 1993-4. Luego, se produjo una especie de agujero, apenas hay nada, yo ya estoy mal, esas fechas son las del detonante y diagnóstico erróneo. Reaparezco brevemente en 1997-8. Un viaje en el 2001, un cumpleaños en 2002 ya pinchando demasiado, y otro agujero, 2004 ya: un retrato de una mujer de 37 años, bien jodida, qué mala cara hago, pero eso también quise que formase parte de esa selección.

Ayer acabamos después de la cena en un bar de copas, ninguno en especial, uno cercano al restaurante que sirve unos calamares buenísimos. El DJ es reemplazado por un ordenador, los jóvenes propietarios hicieron los deberes antes y ahora sólo sirven copas. El lugar me recuerda mucho a los garitos que frecuentaba, música rock, indie, big beat, esas cosas que me gustan para bailar. Me digo que he de ver los 40 principales en la tele al menos, por estar algo al día, porque hace doce años de esas fotos de juergas juveniles, hace mucho que ya no puedo decir esta canción se llama tal y es de tal. Me jubilé de estas cosas ya en la treintena, en este milenio, no hace demasiado, quizá esos cuatro años, quizá tres, justo antes de la recta final del diagnóstico correcto. Aventuraría que el mismo mayo de 2003, pues en junio ya no salía de casa, fóbica social como uno de mis síntomas, "más mixta que un sandwich" diría mi Seme.

No me atrae la idea de ir a un bar, ni mucho menos de beber. Pero acabo pidiendo una copa. Hará un año que no me tomo un cubata y si lo pido es porque tienen lo único por lo que me tomaría uno, una marca que se ha hecho popular. Ponen un escaso dedo y medio de alcohol, de forma que me digo que me hará más daño la cafeína, luego me he de chutar bastante neuroléptico y puñetera gracia me hace tener alcohol en el cuerpo, soy muy consciente. Además, no me gusta el brebaje, no lo disfruto, no lo acabo. Recuerdo cómo me bebía la mitad del tubo de un trago, me recuerdo y me digo que eso ya está disecado como en el álbum de fotos. Que quizá otro día diga no, paso de garitos, me voy a casa. Que quizá me tome otro cubata dentro de un año. Que ya no tengo un problema con el alcohol, lo cual me alegra mucho.

No me imagino siquiera de copas hasta las dos. El bar me gusta, la música también, pero no me quedaría más tiempo del que tardamos en tomarnos la copa. Media hora, no seis robadas al sueño. Recuerdo a otra amiga, siempre decía que las discotecas deberían abrir a las 18 h para llegar a casa a medianoche. Las hay, pero para yogurines. Les recuerdo en el metro Marina, vomitando en los andenes, mientras bajaban del metro los más mayores, dispuestos ya a pisar la Noche. También ahora recuerdo en esa zona el Zeleste, reconvertido a Razmatazz, uno de mis lugares favoritos. Y ahora, no me veo allí.

Ayer no debo avergonzarme de mi indumentaria y no me siento fuera de lugar por ello, pero recuerdo esas noches del pasado, y qué talla usaba entonces, y además me lo recuerdan, aquél vestido negro que me atrevía a llevar con unas botas blancas que ahora están de moda rabiosa, cosa que entonces no lo estaba en absoluto. Si me importaba un carajo, quizá estaría subida, porque si algo tengo claro es que el alcohol me ponía hipo. No tomaba otras drogas, ocasionalmente un porro que me sentaba fatal, una hostia en el cerebro que para un bipolar es importante. Ayer, uno del grupo, también bipolar, cuenta que hace poco pegó una calada, una sola, y eso fue lo que sintió, un golpe profundo, mucho malestar. Pero sé de bipolares que fuman hierba, quizá tienen ese hábito como yo tenía el de beber y no lo viven así, pero se la están jugando y además, lo saben.

Ha de ser muy duro para un joven tener diagnóstico, tomar medicación, y renunciar a alcohol y porros. Yo me hubiese negado, seguramente; ir de juerga un viernes o sábado era tan necesario como ir al trabajo, y además tomaba antidepresivos y para mí no eran considerados una medicación muy seria entonces, pues con alcohol... No tenía término medio, ir de copas hasta las dos y a casa no era lo mío, a las dos empezaba el baile y allí estaba yo, feliz, alcohólica e hipomaníacamente feliz, como tantos otros que disfrutaban de la Noche con o sin bipolar encima. Y así, muchísimas horas, muchas noches, mucho tiempo que se resume muy rápido en listas de éxitos musicales y un par de fotos.

El día después no existía entonces. Hoy sí. Hace muy buen día en Madrid, la única nube es la habitual en mi coco a estas horas, y ahora saldré a la calle. Y estoy feliz, sí, la Noche está en ese álbum, he superado eso. No diré que ya no soy joven para esos trotes porque podría seguir, o hacerlo de vez en cuando, pero no, ya no me resulta atractivo ni mucho menos necesario. Me tomo lo de ayer como algo anecdótico que además acabó -menos mal- antes de las dos. He dormido bien, me he levantado a las nueve, y este post son las reflexiones que hago tomando el café. Mi único efecto secundario de ayer noche es esa garganta que grita: fumaste demasiado. Y no es nada, si comparo con los despertares del pasado.

Algunas cosas de la juventud quizá puedan superarse, ya no sólo juergas, sino hasta los manuales académicos, pero no ocurre así con la niñez. Dos barcelonesas recuerdan estos días entre tantas cosas de esa época (bic bic bic bic naranja bic cristal dos escrituras a elegir) que muchos domingos las llevaban a pasear por las Ramblas, como antaño sus padres hicieron también de manos de los yayos, con sus kioscos, puestos de flores y animales. Las Ramblas han cambiado mucho: los animales recientemente prohibidos, estatuas humanas y hordas de turistas.

En Madrid, lo popular los domingos es el Rastro, por lo menos para los adultos que conozco, y quizá me dirija allí en cuanto haga una llamada: es domingo, el día después de las copas, y empieza a ser la hora en la que la gente estará despierta si se retiraron hacia las dos.

***

Bcn-Mad, puente de la Constitución

Bcn-Mad, puente de la Constitución

Hace cuatro años, aquí estaba con mi amigo Kidam, madrileando un poco... No estaba bien entonces; de hecho, empezaba ya a ponerme muy mala. O pinchaba y me quedaba tiesa en la habitación, o venga juerga y cañas. Un puente da para todos los momentos.

Mi amiga S. ha viajado esta vez, aquí la esperaba yo. Cómo han cambiado las cosas... no sólo para mí, para mi vida, ya diagnosticada etc etc. Viajar en avión con la nueva normativa significa que te requisen un frasco de colonia si no lo facturas aparte, collons, que era "Eau de Cologne 4711", no "de Polonio 210".

La "prueba del cómo te ven"... salta a primera vista que me encuentro mucho mejor que hace dos meses, respecto a la nueva pastilla y sus efectos secundarios. Cuando estuvo Kidam para el puente del 11-S no era capaz de ir a ninguna parte, cuánta impotencia, pero ahora ya atrás. Se me ve mejor, pero más gorda, claro, es lo que tiene la medicación. Todo es cuestión de procesos en mi caso, y creo que pronto tendré fuerzas para cumplir con el objetivo de empezar a bajar peso y volumen. El ejercicio es algo que uno puede hacer por cojones, o por convicción. Yo prefiero la convicción, porque lo otro no me dura. Es crearse el hábito, poco a poco, y lo de los hábitos, anda que no ha dado para posts aquí.

He visto en R. y otros ese paso al cierto tiempo de estar estabilizados: él ha perdido casi diez kilos en medio año con deporte y algo de dieta. Yo estoy oficialmente compensada de lo bipolar hace algún tiempo, a la baja -porque reconozco que mi vida no es muy alegre con tanta seriedad y seny- pero bien, con oscilaciones... llamémoslas "hormonales". El trastorno de ansiedad empieza a entrar en razón aunque le cuesta; todavía hace poco y poco son cinco meses, de la nueva pastilla para ello. Creo que sí, que en breve seré capaz de planteármelo con rigor, porque ayer fui capaz de pensar y pensarme con un: "ahora que estás bien, o simplemente mejor, te vas a librar de algunos kilos de efectos secundarios".

. . .

Me gusta la pre-Navidad en Madrid. Hasta esta semana no ha empezado a hacer frío. Dice el termómetro que hace 6 grados, y en la calle el fresco golpea el rostro, pero ese fresco me hace sentir más viva y me despeja. En Barcelona, 6 grados es una animalada. Aquí no, ahora a la hora de comer entra el sol y tengo la ventana abierta, es gloria. Ayer y hoy el cielo rabia de azul Velázquez. Cuando el sol se pone, eso sí, la ciudad se convierte en una nevera.

Hay unas estrellas de luz fascinantes en Puerta del Sol. La fauna humana que por allí se mueve, de compras, de paseo... odio las multitudes, pero esta es especial, aunque los portadores de carritos con bebés se crean con derecho a atropellar al personal, pero bueno, esto es Madritt y aquí hay que acostumbrar al niño a los atascos cuanto antes, mejor.

En la Plaza Mayor está la feria de navidad, abetos y "de todo para el belén". Pero también hay un componente de carnaval estos días de puente que no existe en Barcelona. La multitud está de fiesta, y me divierto mucho, sin alcohol ni ná... esta vez.

Hace cuatro años, mismas fechas y mismos lugares con Kidam. Acabamos comprándonos una peluca horrible, tanto como la diadema con unos cuernos de alce. Este año, como que eso ya está visto -las fotos de la locura han circulado y siguen haciéndolo, todavía-, pues tocaba una peluca en plan disfraz (comprarla, un punto de rauxa, la disbauxa es lucirla por la calle y hacerse fotos).

Las había de todos los modelos y colores, un simple paseo por la zona te hacía sonreír, cuánta gente mayorcita ya (no, las que llevan visón o peluches de imitación, esas no) haciendo el oso... exótico para un catalán, hace cuatro años flipábamos y nos sumamos a la juerga, con sumo placer y ahora... si es lo que toca, pues mola. Me probé una melena con mechas naranjas y mis amigos, ante mi estupor, afirmaron que con ella hacía cara de buena niña. Hay que tocarse los coj... al final, lo que mejor parece encajar no es lo pseudo-punk sino un clásico a lo "menina".

Acabamos S. y yo callejeando por ahí, las dos con unas pintassss. Fue muy útil llevar la cabeza cubierta de esta guisa, pues ya hacía fresco y tapaba las orejas. No veía un carajo con los rizos, pero eso fue fuente de más risas: perdona, no tengo visión lateral, ja, ja, pues anda que yo, ni frontal, ja, ja, y cenamos de raciones, un día es un día y con S., más. Qué cante, cómo nos miraban, y nos importaba... nada, aún reíamos más.

Esta inocente disbauxa de ayer ha puesto en mí algo de alegría, pues esta semana era de las de levantarse con mal pie. Esta mañana me dio por escuchar valses y polcas de Strauss... son "mis" villancicos. He notado que estoy algo empanada, me cuesta hablar en catalán...

La moraleja que saco: si no llevas gorro cuando anochece, ponte peluca, ya, oh yeah. Bien podría ir a la comida de Navidad con ella, ya puestos a hacer el oso. Y más puestos a ello, el 31 de diciembre... ¿con las uvas, a Puerta del Sol? De eso, hace 20 años ya, en otro viaje, y no estaría mal repetirlo. Ya se lo he propuesto a mi madre, creo que ver a Springsteen le ha dado marcha y me alegro mucho de verla así.

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Los suicidas no van al dentista

Los suicidas no van al dentista

Eso me dije cuando tocó pagar más de mil euros, la última vez.

Y lo pensé en serio: tenía que arreglarme la boca, pero no estaba lo suficientemente "viva". Para qué gastarse el dinero y sufrir en la clínica dental. Si al menos pusieran dientes de oro, como antes...

Ahora me siento viva, porque estoy calculando, a menudo abro las hojas de cálculo, lo que ahorraría "si...", y me empiezo a plantar esos condicionales.

Ahorrar para ir al dentista. Y, por qué no, en un futuro, digo yo que a los 40 ya seré mayor y sólo me falta un año y una semana más o menos... dar una entrada para una propiedad, que con mi presupuesto, sería en provincias.

Pero tendría dientes y tomates.

Seguiré calculando, y poco a poco, aplicando esos "si...", pero muy poco a poco, a medida que el tratamiento vaya siendo eficaz y pueda estabilizarse una pauta, algo más definitivo pues sigo en el proceso de encontrar mi cóctel a medida, y en de estabilizar también efectos secundarios para que mi vida pueda ser "normal".

Tendré 40 años, y con suerte me darán una hipoteca a 30.

Le estoy dando muy poco tiempo al tratamiento, soy consciente, pero también debo pensar, como no- suicida, de una vez, en mi futuro, pre-menopáusico.

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P.D. Esta página no se carga bien, pero otras tampoco, así que me informaré y haré pruebas antes de dar una nueva dirección para este blog, por provisional que sea. Gracias.

 

Un año en mi casa

Un año en mi casa

Del 3 al 6 de agosto del año pasado, me estaba instalando en este apartamento (no, no el de la foto), aquí mismo lo escribí y me parece que ese post del 6 ya lo hice con mi propia línea telefónica, instalada en tiempo récord.

Me encanta este piso. Es exterior y muy soleado, anti-depresiones le llamé en su día, antes de pasar "la estación de las lluvias" donde todo fue gris, pero... hay que acostumbrarse al tiempo de otra ciudad, a todo en otra ciudad y me dicen que año y medio aquí es poco para integrarme.

De momento, esta ya es mi casa. Pocos libros todavía y casi todos los discos en álbumes, renuncié a las cajas para no ocupar espacio. La tele del casero se ve fatal pero poco me importa. Compré un vídeo y con eso la veo algo mejor, poco pero hoy, peli de Woody Allen en la 2... no faltaré a la cita.

Escribo a las seis y media. Vengo de la compra, meriendo un poco de pan con tomate con jamón, y pongo una lavadora. Y el aire acondicionado, ya está pegando fuerte en esta fachada.

Y hoy, ajuste de pauta también, lo estaba esperando y a ver qué tal, son cambios leves.

Sí, nací y viví en Barcelona, Catalunya, pero ahora soy ciudadana de Madrid, Madrid.

Cómo pasa un año... hoy lo celebraré cenando unas gambas al ajillo.

P.D. Viendo la peli, y digiriendo las gambas.

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