Convivencia bipolar
He estado releyendo los archivos de septiembre de 2007. Esos días con Henri fueron entrañables. Ya hablé de redes entonces. M.Amèlie era el punto más fuerte de la mía, con copia de las llaves de mi casa. Henri reconstruía la suya.
Estábamos fatal. Para qué negarlo, está escrito: dos bipolares en apuros.
Hubo apoyo mutuo. Cuando uno tenía fuerzas, ayudaba al otro. Teníamos momentos muy buenos, que demostraban mi tesis: dos deprimidos acaban riendo. La compañía de quien te comprende y respeta acaba venciendo en algún momento a la tristeza y apatía.
No estar solo "en lo bipolar" te saca de la cama o las ganas de esconderte en ella. Al menos, compartes un sofá viendo películas, llorando o riendo porque tus emociones están muy a flor de piel, incluso con una canción, pero ahí tienes una mano que te acompaña en ese trance.
Hay que respetar los momentos en los que uno necesita soledad. O llorar. O ir a correr. Si el alma en depresión te lo pide, hay que darle lo que necesita. Convivencia, en general, significa darse espacios. Que en estados de ánimo como la depresión se vuelven tan contradictorios como desear soledad y silencio, o el calor y cariño de alguien a tu lado. De un amigo, no necesariamente un amante.
Pese a todo, ninguno mejoró. Nuestros tratamientos fueron retocados dos veces. Esa segunda marcó el final de los días "Dúplex".
Hubo momentos duros. Porque no estábamos bien, y sufrimos, que para eso están las depresiones.
Siempre recordaré con cariño los buenos, y las risas, que también están escritas.
. . .
No (digas de esta agua no beberé) viviría permanentemente con otro bipolar entendido como elección y no como herencia (padres, hermanos), aunque hay parejas donde ambos tienen TB, y son felices; creo que con uno en la familia basta. Casi bebo de esa botella.
Sí es grato recibir la visita durante unos días de un amigo que tenga también el trastorno, si éste se halla estable. Porque después de las experiencias que he tenido estos años, creo que no soy nadie para ayudar a nadie si se encuentra mal. Ambos salimos perjudicados, en nuestro punto débil, las emociones. Nadie está a salvo de ser desestabilizado, nadie es inmune al sufrimiento ajeno, no al menos una bipolar como yo.
El teléfono es una cosa, los encuentros puntuales entre amigos también, pues nos apreciamos en todo nuestro espectro. Pero a veces ponemos nuestro mejor empeño en realizar tareas que no nos corresponden. El cara a cara prolongado, esa convivencia cuando no estamos "finos", por mucho que nos comprendamos, no es posible. Es terreno de nuestro terapeuta, y el turno de nuestros cercanos.
Hace años que conozco a Henri, las hemos pasado de todos los colores, y le considero un gran amigo. Es una de las personas más excepcionales que he conocido en mi vida.
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Gracias a Alenar por ayudarme a recuperar este artículo, que borré por error.
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