Digestión a solas
Creo que Hermano y yo llegábamos del cole al mediodía con cierto pánico, o desasosiego, ante la incógnita, pues a Padre le gustaban los platos “de cuchara” y podía suceder cualquier cosa, cómo compadezco a Madre ante nuestra angustia como recompensa a su trabajo: desde potaje gallego, hasta lentejas, cuando es bien sabido que a los niños les gusta la pasta. Y no se podía dejar nada en el plato, claro.
Lo recuerdo ahora, ya crecidita y por supuesto con gusto por ese tipo de comidas, pues estoy a punto de atacar a unas lentejas con chorizo, de lata. Acudo a las conservas cuando no sé qué comer, tengo hambre, pero no me apetece en absoluto el filete de pollo que acabo de comprar.
Vale que esto contiene mil conservantes, pero a saber qué le dieron al pobre bicho que cenaré a la plancha. Cuando veo y huelo el pienso de los perros, me muero de asco.
Son cosas del vivir solo. Parte de lo que aquí escribo, más de la mitad, tiene que ver con ello, pues por una parte los bipolares podemos disfrutar de autonomía, cosa que se nos recomienda (eso, que cada uno lo hable con su psiquiatra), y por otra, todo se hace más duro, cosa que también le sucede a otra gente que se ha divorciado.
Te haces cualquier cosa rápida, son pocos los que conservan la costumbre del cocinar o se aficionan a ello de repente, como un hobbie nuevo. Aquí lo que manda es el microondas y el congelador, y por supuesto la ensalada. (Pero soy de las que llenan la nevera, por lo que me ha sucedido con el pollo: no siempre me apetece lo que tenía pensado, necesito una alternativa).
Comes en cinco o diez minutos, sin hablar con nadie. No es que sea triste, que nadie lo piense o sienta así, simplemente te acostumbras a ello, y cuando tienes oportunidad de lo contrario, te parece la gran fiesta... o el gran agobio.
La comida es como un sacramento, recuerdo que me dijo I. una vez, conversando. Pues sí, en mi casa se comía y cenaba viendo el telediario, esa era la convocatoria a sentarse en la mesa. También recuerdo una comida en casa de los padres de Henri, y sentí un calor que bien hubiese querido en mi propia familia. Inaudito… comían, y a la vez contaban chistes, gastaban bromas, chascarrillos... reían. El entretenimiento eran ellos, y cómo te debe preparar eso para una buena digestión, amén de otros aspectos.
Algo falla en mis neurotransmisores. Estoy comiendo chocolate de postre.
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moñalalo -