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Carne de Psiquiatra -Trastorno Bipolar

La Pauta

La Pauta La pauta consiste físicamente en un papel donde el psiquiatra escribe cuál es tu medicación y cómo has de tomarla.

Ejemplo:

Rivotril 2 Mg ½- 1 (1/2 extra)- 1

Esta tiene tela. Medio comprimido por la mañana, uno al mediodía, medio extra por la tarde si lo necesito, y uno por la noche.

Lo de partir las pastillas tiene su arte. Las hay marcadas con una hendidura, de forma que con las uñas se parten sin dificultad. Otras son gordas, redondas y compactas, y ahí peléate con el cuchillo para que más o menos quede una mitad, o lo que es más difícil, un cuarto. Me han dicho que venden un aparatillo para partirlas, porque la cosa puede ser jodida cuando te pidan 1/8 o 1/16.

Otro ejemplo:

Lamictal 200 Mg 0-0-1

Este es el “estabilizador” (un antiepiléptico usado como estabilizador del ánimo). Esta pauta es más fácil, tomar uno por la noche.

La pauta que te da el psiquiatra es sagrada. Has de seguirla a rajatabla. Y si puedes tomar la medicación siempre a la misma hora, mejor, pues de esta manera el organismo recibe puntualmente sus dosis sin sobresaltos. Un conocido mío tiene un pastillero con un “timer” que le permite tomar las pastillas exactamente a la misma hora cada día. Yo me conformo con acordarme de tomármelas.

Más razones del por qué la pauta es sagrada. No vale el “uy, se me acabó esto, la semana que viene voy al médico y ya me harán una receta”. Has de ser previsora y tener siempre a mano. Es más, cuando sales de casa, es recomendable que lleves la medicación que vas a necesitar durante todo el día. Nunca se sabe cuando uno sale de casa, pero lo que sí se sabe es que tú te vas a tomar las pastillas.

Cuando viajas al extranjero. Lo óptimo, llevar un informe de tu psiquiatra en inglés con un breve historial y la pauta, ya no con nombres comerciales, sino con principios activos. Llevar medicación en dos o tres lugares (maleta, bolso de mano…) por si se pierde el equipaje. Pase lo que pase, has de prever que tú te tomas las pastillas caiga quien caiga.

Es lo que se llama “adherencia al tratamiento”. Por ejemplo, tienes un resfriado vulgaris, y te recetan algo para tomar durante una semana. Pero a los dos días te encuentras mejor y lo dejas. No has observado la adherencia, pero los daños son poco relevantes (los médicos insisten en que no, en que dejando un antibiótico en realidad te haces resistente a él…)

Los psicofármacos requieren esa adherencia, has de ser consciente de que los necesitas, estar de acuerdo con la Pauta como si firmases un contrato con ella. No pueden abandonarse, ni una sola toma. Un bipolar sabe que es un enfermo crónico, y que deberá tomarse esas pastillas cada día de su vida. Como un diabético sabe que no puede pasar ni un solo día sin insulina.

Lo único emocionante del asunto es que de vez en cuando, el psiquiatra te cambia la pauta. Ya no media pastilla arriba o una abajo, sino un cambio de fármaco. Y digo emocionante porque no sabes por dónde te vendrán esta vez los efectos secundarios, total, ya estabas acostumbrada a los de la pauta que seguías.

Los psicofármacos suelen empezarse a tomar o abandonarse con una pauta ascendente si es nuevo, o descendente si ya lo tomas. No se puede dejar de tomar un medicamento a la brava, sino con instrucciones muy precisas del psiquiatra. Y lo mismo al empezar: poca cantidad al principio, ir acostumbrando al cuerpo.

Nuevos medicamentos. Yo temía al Litio. El Litio es el medicamento rey para el Trastorno Bipolar. Como tantos otros, descubrieron su utilidad por chiripa. De hecho, es un elemento de la tabla periódica. Extraigo un fragmento sobre su historia como medicamento:

Se atribuye el descubrimiento del litio a Afwerdson en Suecia, en 1817. Durante todo el siglo XIX fue utilizado para el tratamiento de la enfermedad artrítica. A partir de 1900 se lo utilizo en la profilaxis de la depresión y como antiepiléptico o hipnótico. El antecedente más nefasto de la historia del litio se remonta a los anos 1940, cuando de lo indicaba como sustituto de la sal común en pacientes cardiópatas, con innumerables casos de intoxicaciones y muertes, por lo que su venta fue prohibida en Estados Unidos. Casi simultáneamente, Cade, en Australia, descubre el efecto antimaníaco del litio, al tratar de solubilizar los uratos urinarios de animales de laboratorio, a los cuales se les había administrado orina de enfermos que padecían diferentes trastornos mentales. Pudo comprobarse que después de ingerir litio, los animales entraban en un letargo muy especial, sin cambios notorios en el comportamiento. Desde entonces, el interés por el litio ha aumentado de manera explosiva a partir de la década del 60. En Estados Unidos, su uso fue permitido por la FDA solo a partir de 1970 para el tratamiento de la Manía aguda y, de 1974, como profiláctico del Trastorno Bipolar (http://www.eutimia.com/psicofarmacos/anticiclicos/litio.htm).

Y tenía mis razones. Es un medicamento complejo. Hay que medir periódicamente los niveles de litio en la sangre (litemia): si hay poco, falta dosis, si hay mucho hay que bajarla o dejarlo porque te ha producido una intoxicación. Y de alguna manera afecta a la glándula tiroidea, y esto no me gustaba nada, porque ya había tenido problemas con ella.

Me resistí mucho tiempo al litio, pero finalmente me dejé convencer. Mi primera litemia dio 0.4, es decir, un nivel bajo (empieza a ser potable en 0.6). Pero no estaba dispuesta a subir la dosis. No toleraba el efecto secundario y perdonen lo escatológico del asunto: dejar de cagar, para tener diarrea continuamente. No, porque las personas normales cagan. Y yo no iba a dejar de ser normal en ese aspecto. Y conozco gente que acepta la diarrea crónica ante la enfermedad. Yo no. Llámame lo que quieras, por ahí no pasaba. El resto de medicación también ha afectado a mis deposiciones, pero al menos son sólidas, no tanto como antes porque claro, tengo otros efectos secundarios por ahí.

Dicen que si te funciona el Litio, estás salvado, y remites pronto. Esto lo dice en especial una que sólo toma litio y además lleva años asintomática. El resto, somos cobayas a la espera de que un cóctel de pastillas encaje en nuestros neurotransmisores. Cuántas lamentaciones he escuchado, las mías para empezar (escenario: efectos secundarios repugnantes en pleno auge) diciendo “soy un puto conejillo de indias”.

“La esperanza, nuestra bandera”, decía un bipo al que conocí en un foro. Hay que tener esperanza, aunque pasen los meses y sigas mal. Un día la pauta se convertirá en un guante para nuestros neurotransmisores y por fin dejaremos de oscilar, dejaré de oscilar, remitiré. Llevo año y medio rompiéndome los cuernos esperando ese momento, y por mis …….. me ha de llegar.

Imagen: bipolares esperando su turno en la consulta del psiquiatra. Seguramente, estarán hablando de efectos secundarios.

2 comentarios

Carne de psiquiatra (provisional) -

Tomo nota. Por suerte, hasta la fecha no se me ha manifestado (y toco madera) el efecto secundario que más temo: temblores de manos.

Semeolvida -

Jajajjajaj, que buena la foto y el comentario al respecto.
Por cierto los pastilleros partidores, los suelen vender en tiendas especializadas para enfermos o ancianos, p.ej: la franquicia de "La casa del abuelo" Muy útiles, doy fé.
Besillos sureños