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Carne de Psiquiatra -Trastorno Bipolar

Hipersensibilidad

Hipersensibilidad Cada casa tiene un olor, irrepetible e inconfundible. Recuerdo muchas casas por sus olores, y muchos recuerdos de mi infancia no tienen color, sino olor. Mi guardería olía a lentejas con arroz.

También cada casa tiene sus sonidos. Lo peor que he visto fue en casa de una compañera de clase: vivía justo encima de una estación de la línea amarilla de metro recién estrenada, y sufría un mini-terremoto sonoro y real cada cinco minutos.

Su ascensor, sus puertas y ventanas abriéndose y cerrándose con golpes o gruñidos, los perros del vecino, un anciano demente a quien cuidan, los bajantes. Muchos de esos sonidos de la casa en la que vives ya se han instalado en tu cerebro como perennes y ni les das importancia o directamente no los percibes ya.

Me instalé en casa de Madre en episodio mixto. Fifty-fifty manía y depresión. Estaba hundida moralmente, pero la parte maníaca que me quedaba tenía abiertos los oídos de un murciélago, el tacto de un ciego, el paladar de un gourmet, la vista de un águila, y el olfato de un cerdo que busca trufas.

En Manía, todos mis sentidos se agudizan.

Y de todos ellos, el sonido es el que más me perturba.

Es normal experimentar los sentidos básicos, incluso placentero. Es enloquecedor que te bombardeen, que no puedas amortiguar esos impactos.

Comer una sopa con asco porque aprecias su base grasienta que se impone a su sabor. Asir un periódico y apartarlo de ti inmediatamente porque el tacto del papel te repugna. Ponerte tapones en los oídos y seguir escuchando aquello de lo que huías al ponértelos. No soportar la TV porque reparas en todo lo subliminal. Desearle un chute de antipsicótico al perro del vecino que te putea dos pisos más abajo. Escuchar un zumbido sordo y agudo que cada mañana sale de la pared del otro vecino, qué coño producirá ese ruido, y cambiar de habitación para evitarlo.

Quieres tranquilidad, dejar de ser violada mentalmente por todos esos sonidos. Hay bipolares que sufren alucinaciones auditivas, escuchan voces. Es común en manía con psicosis. A mí no me ha sucedido nunca, y digo “menos mal” y cruzo los dedos, porque bastante tengo con soportar el impacto de los ruidos cotidianos.

Vives en una casa de cristal opaco. No sabes qué cara tiene tu vecino de la otra escalera, el que comparte pared contigo, pero sí tienes la certeza de que nuestras almohadas se juntan. Y también sabes cuándo se suena la nariz, cuando se masturba o cuándo está solo en casa y puede pegar un polvo. Lo escuchas en estéreo, ni siquiera los tapones te salvan. Y ni siquiera te excita que haya sexo al otro lado, es demasiado rápido y previsible. Por cierto, maldices la racanería de los padres, porque no le han cambiado el somier que gruñe a cada movimiento, sí, es como aquella escena de la peli “Delicatessen” (Marc Caro y Jean-Pierre Jeaunet, 1991), pero esta vez no hace ninguna gracia, y flipas porque hay gente que todavía usa somieres de hierro. Pobres espaldas.

Una de mis amigas acaba de mudarse. Le preguntaré por los ruidos nuevos, cómo lo lleva. Otra amiga no hacía más que quejarse del “OoooooooooooScaaaaaaaaaaaaaaaaaarrrrR” perpetuo de la histérica madre de al lado en un piso y del polvo eterno y sonoro de los de arriba en otro apartamento. Hay vecinos que tienen tela.

La pared de la consulta de mi ex psicoterapeuta era la habitación de un niño pequeño. Se escuchaba todo, como en una peli de Woody Allen. Pobrecillo, carne de psiquiatra cuando crezca. Por suerte, no hay niños pequeños en estas dos escaleras, a lo sumo un nieto de vez en cuando que ya me crispa lo suficiente. Y me planteo qué infierno sería este patio de luces cuando todos los baby-boomers dábamos guerra.

Mis vecinos y Madre no tienen los oídos perforados, con un amplificador directo al cerebro, como yo en manía. Están acostumbrados a los ruidos de su casa, a su somier no le pasa nada, qué va.

Hace un año, en ese momento de manía disfórica no podía escuchar música, porque me molestaba también. Ahora sí, me pongo los auriculares y desconecto del ruido. En la calle sobre todo, ahí sí me crispa mucho el del tráfico. Y claro, ha pasado un año, y tal como predijo Madre ya me he acostumbrado a muchos de esos sonidos de este bloque de dos escaleras. También porque ya no estoy en manía disfórica. Mi vecino escucha cada mañana el “Alchemy” de Dire Straits. Las marujas del patio de luces se llaman a gritos cuando llueve para sacar la ropa colgada. Escucho la TV del vecino de al lado, pongo ese canal y resuena el eco. Insoportable, vuelvo a mis dependencias.

Siempre me gustaron las casas antiguas, 18XX, las que mucha gente desprecia porque tienen que reformar y prefieren lo nuevo. Yo no, porque lo nuevo se construye con Pladur por muy alto standing que anuncien, mientras que las casas antiguas tienen paredes dignas de tal nombre, paredes que aíslan. Viví en una de ellas dos años felizmente en ese sentido.

Insonorizar una habitación de un bloque construído con papel de fumar vale un pastón, y no lo tengo. Con gusto viviría en una celda acolchada, de esas que ves en pelis de psiquiátricos. Amueblada, por supuesto, y con mi PC. Sin TV. Apenas veo televisión porque hace años, quizá cuando descubrí Internet, dejó de interesarme.

Ahora suena el ventilador de la CPU, el teclado que compré supuestamente porque no hacía ruido (el otro era insufrible), el silbido de una olla a presión, la TV en otra habitación. Se nota que es puente y en el patio de luces apenas hay señales de vida. Aun así, antes necesitaba los tapones. Y es una pena que no hayan inventado algo para las narices que te permita respirar sin oler (¿hay algo? ¡¡Por favor, decídmelo!!). Porque la mezcla de hedores de las comidas de todo el edificio me hacía sentir náuseas, y también las tenía cuando me bombardeaba lo que antes percibía como el tufo de mi propio plato de comida.

La hipersensibilidad es un síntoma que deja de ser interesante cuando se convierte en desagradable.

Pero siempre hay algo positivo.
Sexo.
Y debo sonreír ahora, incluso ahogar una risa.

4 comentarios

Alberto -

No sé, es q a veces he o´do lo de no pienses tanto en ello así le darás menos importancia, pero eso no ayuda mucho, el no hacerle caso porque las movidas siguen ahí, yo cuando no sabía qué me pasaba estaba bastante perdido, ahora que sé lo que me pasa no quiere decir que me haya ayudado a encontrar la salida ni nada, pero te hace ir con mas certidumbres...
no sé, es raro

JOSE1 -

Muchas gracias me parecio fabuloso.

Carne de Psiquiatra -

Tomo nota de lo que comentas para futuros posts.
Internet me parece mucho más interesante que la tv, porque interaccionas con otros, y eso es muy importante cuando estás en un episodio depresivo. Me parece más interesante chatear con un amigo o un desconocido que quedarme en la cama mirando al techo.
Veo algo la tele, las noticias a la hora de comer, algún documental y alguna película de las que en su día perdí en cartelera o no me molesté ni en alquilar.
No le doy muchas vueltas al TB, porque me encuentro mejor, pero es inevitable hacerlo cuando posteo en este blog, porque es el tema. Y sí, me dedico a otras actividades, en mi vida real.
Saludos.

S. Woman -

Hola de nuevo
Me gustaría dejarte algunas preguntas o comentarios por si algún día te apetece escribir sobre ello o simplemente para saber tu opinión.
¿Cúal crees que es la causa de las enfermedade mentales en general? ¿Genética, primeros años de vida infelices, etc.?
He llegado a oir que los enfermos mentales son personas más sensibles que el resto de los seres humanos que se ven afectadas por espíritus, puede parecer una tontería pero dado que la medicina no da respuestas ni soluciones adecuadas, sería cuestión de pensarlo. Además la gente que oye voces ¿por qué no oye simplemente ruidos sin sentido, en vez de oir y entender voces?
Pero por otro lado siempre he pensado que el alma es algo espiritual, me sorprende que una pastilla pequeñita consiga cambiar nuestro estado de ánimo, tal vez no somos tan espirituales como pensaba.
Uy! creo q me estoy liando espero que se me entienda.
Otra cosa, dices que ya no ves la tele ¿crees que internet te ha beneficiado, perjudicado o dejado igual en el tema del TB?
Pienso que tal vez darle tantas vueltas a algo que nos hace daño, como puede ser una enfermedad mental, puede llegar a ser perjudicial para salir de ella.
Me encanta tu blog y seguro que es de gran ayuda tanto para enfermos como para familiares y demás, pero...¿ y si en vez de darle vueltas a tu enfermedad te enfrascas por ejemplo en pintar, aprender artes marciales, cualquier cosa que no tenga nada que ver con recibir, dar, intercambiar información sobre TB... lo que sea?
Pienso que cuanto más hurgamos en una herida (escribiendo, pensando, hablando, etc.) más tardamos en cicatrizarla. Hablo por mi, pq a veces me ha pasado eso.
Bueno menudo rollo te he soltado.
Saludos.