Casi llegó a los 38
Felicitadme hoy, nunca se sabe si la semana que viene estaremos vivos o no. Incineradme, pero antes cortad mi cabello para que alguien de la familia conserve mis canas, mi verdadero ser. Donad mis córneas, quiero que alguien pueda leer y estaré muy orgullosa de que mis ojos sirvan para algo. Dejad secar mi hígado y enviádselo a mi psiquiatra, pobre, es el último y no llevaba ni dos años aguantándome, y lo hizo bien. Desenterrad mis diarios y preguntadle a ya sabéis quién qué combinación los abre. Tirad mis cenizas a la basura sin ceremonias, pertenezco al Mediterráneo en vida y no en muerte. Y no sintáis pena, viví y mucho, y desde que empecé a estabilizarme, cada día que arrancaba a la vida era mi felicidad. Era como saber que volvería a morir, cada día era único, se lo robaba a la miseria futura.
Mis discos de vinilo para Mr. Jones, mis libros al pueblo de mi padre, en el salón de arriba, para mis primos y sus hijos, mi hermano y su hijo. Mi pieza favorita de ropa, un vestido negro de verano que conservé a pesar de haber cambiado la talla. El resto, a la basura, a Cáritas no le interesa ropa ya.
Mi foto favorita: la última que me hice. Hay muchas en mi álbum personal, y en todas ellas estaba enferma, me veía y rabia era mi emoción, rabia por no haberlo sabido antes.
Se ha salvado de la quema mi cabellera, el vestido negro y… no, mi ejemplar del Demian que se quede también con las nuevas generaciones. Lo que se salve de mí, de nuevo al fuego. Quedaos con mi sonrisa, aunque las lágrimas también me hicieron crecer.
No dejo ni cargas ni deudas. Me voy en paz con el mundo y, lo que es mejor, conmigo misma. Me han perdonado, y si no, ahora pueden olvidarme.
Bien, esto queda dicho. Ahora voy a disfrutar de esta semana de no-cumpleaños, y bailaré hasta que me muera. He empezado una lista de cosas a hacer antes de morir, qué larga empieza a ser, y no me voy a aburrir, es más, moriré vieja, todo lo vieja que me permitan mis pulmones, hígado y riñones castigados. Eso sí, estoy en el ecuador de mi vida, o lo he rebasado, no me engaño. Es hora de cumplir sueños, o ahora o nunca. Lo mejor de todo es que me quedan sueños. Ah, y una pequeña deuda, que espero tapar a finales de año.
***
P.D. Kidam, baja del avión de una puñetera vez, fumando espero...
Mis discos de vinilo para Mr. Jones, mis libros al pueblo de mi padre, en el salón de arriba, para mis primos y sus hijos, mi hermano y su hijo. Mi pieza favorita de ropa, un vestido negro de verano que conservé a pesar de haber cambiado la talla. El resto, a la basura, a Cáritas no le interesa ropa ya.
Mi foto favorita: la última que me hice. Hay muchas en mi álbum personal, y en todas ellas estaba enferma, me veía y rabia era mi emoción, rabia por no haberlo sabido antes.
Se ha salvado de la quema mi cabellera, el vestido negro y… no, mi ejemplar del Demian que se quede también con las nuevas generaciones. Lo que se salve de mí, de nuevo al fuego. Quedaos con mi sonrisa, aunque las lágrimas también me hicieron crecer.
No dejo ni cargas ni deudas. Me voy en paz con el mundo y, lo que es mejor, conmigo misma. Me han perdonado, y si no, ahora pueden olvidarme.
Bien, esto queda dicho. Ahora voy a disfrutar de esta semana de no-cumpleaños, y bailaré hasta que me muera. He empezado una lista de cosas a hacer antes de morir, qué larga empieza a ser, y no me voy a aburrir, es más, moriré vieja, todo lo vieja que me permitan mis pulmones, hígado y riñones castigados. Eso sí, estoy en el ecuador de mi vida, o lo he rebasado, no me engaño. Es hora de cumplir sueños, o ahora o nunca. Lo mejor de todo es que me quedan sueños. Ah, y una pequeña deuda, que espero tapar a finales de año.
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P.D. Kidam, baja del avión de una puñetera vez, fumando espero...
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