Si algo funciona, no lo toques
Más sobre la medicación.
Hay quien empieza el tratamiento, como muchos, tras un diagnóstico que suele ser un alivio, por fin sé lo que tengo y que existe algo para combatirlo, para estabilizar el estado de ánimo.
Y como existe el mito, en el mito se cree. El mito de que algún día no se necesitará esa medicación. Creo que es dañino, que la realidad no se corresponde con ese buen deseo.
Un diabético va a necesitar insulina hasta que la medicina avance de algún modo. Un bipolar necesitará estabilizantes o estabilizadores hasta que la medicina pueda intervenir de otra forma. Un bipolar necesita lo que el psiquiatra valore. Hay quien sólo toma un estabilizador, hay quien toma un cóctel de pastillas. Hay quien las cuenta y se lamenta, hay quien se las toma y se acabó.
A todos nos gustaría que nos retirasen pastillas, o que nos rebajasen las dosis. Pero no está en nuestras manos, ¿por qué amargarse con el "a ver cuándo llega el día"?
Miedo me da que me retiren el antidepresivo, porque querrá decir que estaré mixta o hipomaníaca.
Miedo me da que me bajen el antipsicótico, porque podré subir.
Hace meses que tomo ese cóctel, desde que empezó a funcionar, y tuvo que retocarse bastante, se cambiaron fármacos por otros de la misma familia, se ajustaron dosis. Todo fue lento y progresivo, desafiaba a mi paciencia pero había que intentarlo.
Porque cada organismo responde de forma distinta a la medicación. Ni siquiera el mío responde igual cada día, ayer no me dio sueño, y otros días tengo efectos secundarios molestos durante la mañana, depende del día.
No quiero que me la toquen, porque funciona.
¿Dejaré de tomar el cóctel? Quizá, pero ahora no, por favor. Ahora es lo que me mantiene sujeta.
Necesito de esas pastillas para conservar una estabilidad que me ha costado demasiado conseguir. Ha supuesto un esfuerzo para mi organismo superar años de ciclar sin control. Así es como lo concibo, y me digo por fin eres responsable de tus actos, responsable en lo anímico por supuesto, porque excentricidades varias sigo cometiendo, como persona, si no no sería yo.
Creo que pediré hora a un psiquiatra de Madrid. Me gusta mucho el mío pero esto de ir a Barcelona a la ITV empieza a ponerme de mala leche, si hay alternativa aquí. Porque será revisión, no me encuentro mal, y cada día tengo pruebas de que supero pequeñas metas que en depresión desaparecieron. Poco a poco.
Y si me visito aquí, gruñiré si intentan modificar mi cóctel. Tendrán que engañarme y bien para que asuma que puede seguir funcionando algún nuevo fármaco. No quiero desandar el camino, y lo malo es que tengo la impresión, ojalá equivocada, de que el trabajo de los psiquiatras consiste al final en recetar, de manera que si no retocan una pauta ajena parece que no se ganen el dinero. Que tengan que poner su sello personal en un tratamiento.
Las tomaré de por vida. Si algún día me retiran algo, me alegraré. Si algún día lo que necesito puede ser inyectado una vez por mes, como he visto en algunos pacientes, me aliviaré. Pero que nadie me diga "ojalá...". Me como los efectos secundarios, como me como un lumbago. El mito de no medicarse es sólo un mito, hay quien lo hace, y también hay psiquiatras temerarios y he visto casos de descompensación inmediata con experimentos de ese tipo. Nunca aceptaría la retirada total de un fármaco, visto lo visto, sino su eliminación de la pauta de forma gradual.
Y nunca salgo de casa sin mi pastillero, sólo cuando salgo a comprar, viaje de vuelta garantizado. Uno sabe cuándo sale, no cuándo entra. La pauta me acompaña también, cómo no.
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