Auto-diagnóstico
Uno de los problemas del TB es que somos muchos y pocos estamos diagnosticados.
Hace algunas semanas, una lectora me escribió, convencida de que una amiga padecía el trastorno. Cómo no, su psiquiatra le había dicho que padecía una depresión. Entonces te dan antidepresivos y en mi caso, el efecto este al que llaman "viraje" se producía, es decir, de depre ciclaba a hipomanía. Comprensible: te dan algo para subir el ánimo con el fin de que vuelvas a la eutimia o normalidad, y si tienes bipolar lo que te pasará es que te subirá el ánimo más de la cuenta.
Esta chica le dio información a su amiga, y claro, estas noticias no sientan bien. Tenías sólo un polo, y ahora resulta que tienes dos, menuda putada. No sólo no te lo crees sino que te enfadas con esa persona. Espero que a estas alturas vuelvan a ser amigas y que la afectada esté bajo el tratamiento que le corresponde, que no tiene por qué ser bipolar pero en todo caso distaba mucho del de la depresión, según me contó sobre sus conductas. Creo que en estos casos se impone una charla amistosa y un fajo de información en la mano, cuando no el libro, y sabiendo que te van a morder porque "aquí nadie es un loco". Y no, alguien con TB no es un loco.
Cuánta gente, harta ya de "no mejorar", ha dado con la palabreja "bipolar" buscando por ahí. Sólo un psiquiatra puede diagnosticar, pero tú puedes reconocer síntomas y lo que es peor, reconocerte por completo en otras historias de bipolares, que por supuesto han recorrido trayectorias vitales dispares, pero todas acababan coincidiendo en el mismo patrón: episodios, arriba, abajo, otra vez arriba, un rato de eutimia, para abajo de nuevo, y no soportarse a uno mismo entre tanto viaje raro, porque ciclar es algo muy raro y desesperante.
No solemos acudir al psiquiatra en hipomanía. Sólo cuando la depre, por supuesto. Porque pensamos que estamos bien, porque hacemos vida normal, normal y satisfactoria en lo social sentimental y laboral, si la hipomanía no acude con desagradables y antisociales síntomas de irritabilidad.
Hace poco le dejé a alguien el libro (en los enlaces: LIBRITO ÚTIL) y hoy por fin me he atrevido a preguntarle si se reconocía. Y me ha contado historias que son como las mías. Tiene visita con su psiquiatra en breve, pues ya estaba bajo tratamiento.
Es de pena que los psiquiatras a veces no entrevisten bien.
Yo iba en depre, sí, pero ¿acaso me preguntaron qué sucedió el mes o meses anteriores? Hacía falta hurgar poco para encontrar "euforia", pero a mí me preguntaron literalmente si había tenido euforias, y yo de esa palabra empleada como término profesional nada sabía. Euforias, ¿yo? No, yo tenía el ánimo normal o eso creía. Se refería a episodios hipomaníacos que tienen palabras sencillas para describirse, pero así él acababa antes, supongo, ya no quiero ni pensarlo. A veces, y les sucede a muchos médicos, no saben emplear un lenguaje llano, y en psiquiatría, donde no hacen exploración alguna, sólo esas palabras bien colocadas en una entrevista le harán decidirse por un diagnóstico y, por supuesto, por una medicación.
Ahora la comunidad de psiquiatras está en guardia, por lo que ellos mismos publican, y al parecer están más atentos a episodios unipolares que entran en su consulta (depresivos, en su mayoría, a los maníacos quizá les ingresen antes), porque ahora todos están bajo sospecha de tener bipolar en realidad. Bipolar II, por ejemplo, la eterna depresión. Ese diagnóstico es mucho más jodido, me temo, muchísimo más, que Bipolar I. El I es claro, del subidón se enteran todos. El II no tanto, y poco sé de eso porque conozco a tan pocos que "la mosca detrás de la oreja" ya es un zumbido, cuántos habrá por diagnosticar. Cuántas bajas laborales extendidas con mucho motivo pero con un diagnóstico y tratamiento que sólo puede llevar a más bajas laborales en cuanto vuelva otro episodio.
Más vale que los psiquiatras hagan caso a esas directrices que ellos mismos se marcan hoy día. Porque el tiempo medio de diagnóstico de TB es de años, más de cinco. Y, o acierta el psiquiatra, o es realmente triste que una persona con el trastorno tenga que saberlo de manos de terceras personas o buscando por internet por qué unas pastillas no le "ponen bien".
Espabilen, psiquiatras, porque hacemos mucho daño, sin quererlo porque así es el TB, cuando un antidepresivo nos lleva a subir. Porque nos marean con cambios de medicación que a nadie favorecen sino a nuestra desesperación. Porque cuanto más tarde el diagnóstico, peor llegaremos a él, más rotas nuestras vidas, más desgastadas nuestras neuronas.
Tardé diez años menos pocos meses en ser diagnosticada. Me reconocí a mí misma en páginas de Internet. Patético, ir al psiquiatra con evidencias de dos meses, agenda en mano, recorriendo todos los polos en inestabilidad absoluta. Porque no se entiende una manía con ideas suicidas, no se entiende hasta que te metes en el tema bipolar y te pasas tres días sin dormir (para eso están las manías) tragándote todo lo que hable de ello.
Es tarea de las asociaciones y medios de comunicación el divulgar la existencia del Trastorno Bipolar, pues por suerte, en algunos casos, a alguien le suena el tema y puede ayudar a un amigo, como le sucedió a esta lectora, y su trabajo le costó hacerlo, y se metió en el fregao donde iban a lapidarla por amor a esta persona.
Gracias a las personas de nuestro entorno que se preocupan por nosotros. Sin diagnosticar, somos peonzas, y lo peor, por amaestrar, sin rumbo porque te estrellas en todos.
Ojalá más supiesen que esto existe, la población general que empieza a entender la depresión, y sólo puede hacerse poco a poco.
Pero, sospechas o certezas en mano, insisto: la última palabra sobre el diagnóstico la tiene un psiquiatra, además de ser su trabajo el hacerlo. Y se tiene derecho a un segundo diagnóstico. Esa noticia es un golpe muy, muy duro, y muy importante, de forma que defiendo ese segundo diagnóstico. Sin miedo, porque peor es estar tomando la medicación que no corresponde. Y los psiquiatras no dejan de ser médicos, la medicina es un arte, y además, son humanos.
Algún día perdonaré al que no me diagnosticó a los 25 años. Es un proceso, hacer borrón y cuenta nueva, y hace falta mucho tiempo para entender la mitad de tu vida bajo algo que no podías controlar. Porque no se pueden controlar los episodios, familia, no se puede sin tratamiento farmacológico, sin saber que estás enfermo. Yo no era así, familia, algo llamado bipolar me hacía ser así. Y la verdad nos hace libres, pero trae sus servidumbres.
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