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Carne de Psiquiatra -Trastorno Bipolar

La presencia del mar

La presencia del mar

Hay quien me pregunta por qué Madrid, por qué no Valencia o Alicante, o cualquier otro lugar con mar. Que para otros catalanes ha sido un problema, al parecer. No lo echo de menos. Me gustaría que Madrid tuviese un gran río como tantas otras ciudades europeas, para cruzar sus puentes y recorrerlo arriba y abajo, por ver agua y no un riachuelo. Pero no echo de menos el mar. Y lo tengo a una hora de avión, pero no he hecho en estos siete meses el viaje para ver el mar.

No lo echo de menos porque es parte de mí. Es una presencia, suelo decir, la poseo. Soy mediterránea. Puedo escucharlo a voluntad, he pasado muchas horas haciéndolo. Sé olerlo también. Si cierro los ojos, puedo imaginarme que los estoy abriendo bajo su superficie y notar el escozor de la sal en ellos, en las aguas limpias de la Costa Brava, lugar que aquí no entusiasma porque el agua cubre de inmediato. Como ha de ser, no soporto las playas donde hay que andar un kilómetro para dejar de tocar el suelo. Mis playas preferidas son calas rodeadas de pinos, que llegan a tocar la arena y el perfume que combinan árboles, arena y agua es muy especial.

De bien pequeña me enseñaron a nadar, y me encantaba bucear y explorar entre las rocas de las calas. Usaba zapatos de goma para no pincharme con los erizos, o aletas para nadar más velozmente. Jugaba con los cangrejos y capturaba alguna caracola de mar.  Son recuerdos imborrables, que incluso viviendo en Madrid, me pertenecen. Ahora ya he crecido, si me baño lo hago poco y no me alejo de la costa, y quizá vaya "a la playa" a lo que se dice a tomar el sol, dos o tres veces al año, siendo generosa, porque este año no fui ni una vez. Añado que odio el sol, me daña la piel demasiado blanca, aquí y allí, y debo protegerme.

Pero muy a menudo sí recorría el paseo marítimo caminando, o me sentaba con alguien en la arena ya en el atardecer, o en un chiringuito de esos con música chill out. Y el pelo quedaba húmedo e impregnado de olor, y respiraba esa brisa y me sentía algo más viva. Y eso también me pertenece, de manera que no voy cada día a contemplar el mar cuando estoy en Barcelona. Porque es una presencia también allí, tampoco allí necesito ir a diario ni tanta gente que dice echarlo de menos lo ha disfrutado cuando ha tenido ocasión, como tantos barceloneses que no han pisado la Sagrada Familia.

Me gusta el Mediterráneo, sus países y sus gentes. No lo conozco entero, pero todo lo que he visto me ha cautivado. Nací en el Mediterráneo, pertenezco al él, y que ahora viva en Madrid no me supone ningún problema, demostrado además en meses. El Mare Nostrum sigue ahí, seguirá en el período geológico en el que vivo, y sigue en mi interior.

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