Estás bien, dijo el amigo; estás jodida y no fumes tanto, dijo la doctora
Poco a poco las personas que conocieron o compartieron “mi pasado” con síntomas descontrolados se cruzan en mi vida o nos reencontramos.
No estaba bien, no me trataba bien a mí ni a los demás, y no era consciente. Ellos sabían que yo no estaba bien, y yo lo sabía porque estaba de baja laboral, entre otras cosas, porque nada me salía bien, porque yo no estaba bien. Estaba bajo la batuta de algo que no se sabía, pero que me destrozó.
A veces daba sustos, tener un ataque de pánico no es bonito pero que lo presencie alguien es muy molesto para ambos. Estaba lo que se suele decir “de los nervios”, pero de forma constante. Abusaba de los tranquilizantes, cuando lo que necesitaba era un antipsicótico que no tenía pautado, ya sabemos, diagnóstico erróneo que pagamos entre muchos, yo y mi entorno.
Otras veces, excesos con el alcohol, ya no era yo sino una maníaca la que hablaba y actuaba por mí.
O la depresiva que rechazaba cualquier encuentro familiar o con amigos.
Esas caras son las que de mí conocen en los últimos años tantísimas personas.
Y ahora, hoy mismo, alguien que me conoció muy bien cuando yo no estaba nada bien, me ha dicho que se me ve estable y serena, en paz. No me parezco a la persona que conocía, ya lo sabía, pero me lo ha dicho con sinceridad, y su opinión es digna de la mayor de las consideraciones. Madrid te sienta bien, sí. Por eso me he quedado, le he respondido, aquí me reconstruyo mejor. Además, la cosa ya toma tintes de exilio político, aunque esto me hace menos gracia, salvando la broma.
Sí, por fin tengo salud mental, toda la que puedo. No sé si esta serenidad es ausencia de síntomas, lo que sé es que ningún síntoma me ataca como antes, y eso para mí es encontrarme bien, aunque los efectos secundarios me recuerden que pago un precio.
No distorsiono las cosas, no más de lo que todo el mundo lo hace, mi mente ya no juega tan sucio como antes.
Las personas tenemos días buenos, malos, normales. Los bipolares, también, no todo es un síntoma.
Mi trabajo ahora es cuidarme. Incluso he adelgazado, algo, no sé si seré la que era, pero poco parece importarme por el momento. Todo llegará, o no, llegarán otras cosas.
Tengo problemas también, de eso la vida no te salva por mucho que lo hayas pasado mal.
Sólo que ahora empiezo a poder llamar a las cosas por su nombre y no me trago la saliva como antes lo cuando algo me perjudica, lucho contra esa sensación de “comerme algo” porque lucho por mi salud mental. Saber decir “no” o “hasta aquí hemos llegado”, qué difícil pero qué necesario.
Soy humana, para bien y para mal.
Y hoy he tenido un buen día, aunque una pequeña mala noticia, que también es buena, siempre viendo las dos caras a todo: los bipolares también tenemos enfermedades comunes. “Antes”, cuando estaba mal, casi las agradecía, porque molestaban tanto que los síntomas quedaban en un segundo plano.
Ya he comprado el antibiótico y los sobres. Unos medicamentos más, y en una semana, nueva. Mis pulmones no, pero eso ya lo sabía, fumo demasiado. Ya dije que sólo donaría mis córneas por considerarlas lo único sano que podría aprovecharse, y una experta me ha dicho que ni eso podré hacer, por ser una persona que se medica. Ya me gustaría a mí tener los ojos de Roy Batty, cómo son las cosas.
Hoy he escrito la página 79 de mi cuaderno, la edad a la que murió mi abuela, y al numerarlo escribí “espero que haya dicho algo de lo que puedas sentirte orgullosa”. Y sí, he escrito cosas importantes, en ese extraño y personal plazo de entrega. Como que no voy a bajar la guardia.
P.D. Frita me tiene Blogia con este formato. Ahora repite párrafos o me cambia el tipo de letra, todo son duendes.
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