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Carne de Psiquiatra -Trastorno Bipolar

Planeta Vanidad

Planeta Vanidad

Le conocí como suele decirse “en la calle”. Le olí casi, uno de “los míos”, es como un estigma. Conversando, se le escapó lo de algún ingreso y fui discreta, no pregunté detalles. Luego me los dio. Y yo le conté algo de mí, no demasiado. Sólo me preguntó si tenía esquizofrenia, y a mi negativa afirmó que mi carácter era depresivo. Más tarde le corregí. Mucho más tarde me corrigió él.
Bipolar, da miedo decirlo.
Bipolar para empezar es una palabra que le enfurece, y para seguir, no se reconoce como tal.

Blasfema de los psiquiatras, no soporta sus discursos ni que los términos que ellos usan se incorporen al habla cotidiana.
Tiene tantos antecedentes familiares que lo lleva como una cruz genética más, como ese diente torcido.
Parece más bien unipolar maníaco, pero sé que pasa sus malos momentos, lo sé cuando se aísla y lo anuncia como si se apuñalase a sí mismo.
Le jode que yo le diga que tengo bipolar "y qué", no soporta que me etiquete y que hable "como ellos". Pues como si tuviese diabetes, es lo mismo. No voy a dar un eufemismo a alguien que tiene mi mismo diagnóstico.
No, no es lo mismo. Esto es un infierno, claro. Bipolar es hasta una palabra bonita para nombrarlo.
No se soporta a sí mismo más horas al día de las que él quisiera.
Su piel se resiente de la medicación, tiene heridas por medio cuerpo y el rostro, pero no se lo ha dicho al  médico. Hay otros fármacos, que lo sepas. Hace tiempo que no va al psiquiatra, para qué. Les insulta en las visitas, les dice a la cara algo parecido a que la medicación es alquimia.

Me ha dicho que va a dejar de tomar las pastillas.
Lo tiene todo muy claro.
Y también que cuando le apetezca, después de más de un año cuidándose y haciendo el esfuerzo de no beber cuando él mismo era una destilería, va a tomarse una copa.
Es insoportable, y le intento soportar y entender yo, que conozco el percal, aunque él es diferente, todos los somos. Yo ahora soy de trato difícil, lo sé, pero no insoportable, como antes. Y se lo cuento y piensa que no, que es su carácter y que nada puede hacer la medicación por él.
Es demasiado inteligente, y lleva demasiados años con psiquiatras. Nada le hará cambiar de opinión.

Y me siento muy impotente.
Sé lo que es estar cansado de esto. De ver los efectos secundarios cada día en tus carnes y preguntarte por qué no puedo ser “normal”. De querer volver a ser algo que echas de menos y a veces no sabes ni qué es. Otras es demasiado evidente: yo, mujer, estoy gorda, a ti, hombre, no se te levanta, y por cierto, a los dos se nos va la memoria de las manos más a menudo de lo que "sería normal". Eso no hay verbo que lo plasme, joder y maldecir es poco. Quizá el tiempo y los famosos hábitos mejoren la situación. De aceptar que esto te va a acompañar de por vida y que, por cierto, ya no eres un crío y tanta no te queda.
De darse cuenta que no tienes vida social porque eres persona non grata para empezar para ti mismo.
Él sabe que es agotador, y ya le dije que no puedo seguir sus oscilaciones sin caer yo misma en la inestabilidad.
¿Por qué precisamente tú me escuchas?. Porque tengo lo mismo que tú. Que no, que no, no menciones esa palabra. Soy como soy, eso es todo. ¿Por qué me puteas, si me dices que soy la única que creo en ti? Porque soy un cabrón.
Y vuelta a empezar.
No, lo que ocurre es que tienes síntomas, y eso puede remitir. Imposible, soy así.
Sí, todos los bipos somos un mundo, tú eres único, cómo no.
Soy vanidoso, sí. Hablemos de otra cosa.

Para mucha gente no existirá ni el Cielo ni el Infierno sino la Vanidad. Qué especiales somos, es el resto del mundo quien vive en otro planeta porque no nos entienden ni nos aceptan, vagamos solos entre nuestros infiernos y fantasmas.

Le he pedido que me acompañe al psiquiatra esta semana, a mi nuevo psiquiatra.
Ya sabe que no muerden, es él quien les ha mordido hasta la fecha. Quizá no ha tenido la suerte que tuve yo de encontrar a un buen profesional después de ser mareada diez años por un funcionario que me tomó por depresiva, diez años que me jodieron la vida.
Él no recuerda haber tenido vida “normal” nunca. Dice que tiene un trastorno de personalidad, a eso atribuye sus malas formas; defínete como antisocial y ya puedes tratar a la gente como te dé la real gana. Realmente, se necesita paciencia para tratar con él.
La respuesta a la pregunta: ¿y por qué ahora toma pastillas y no bebía? Es: arrepentimiento por todo el daño que ha causado. No se perdona, ni lo hará, no entiende que era la enfermedad y no él haciendo daño, porque dice que las drogas hacen eso. El daño está hecho, pero él puede sanar parcialmente, sólo que no quiere creerlo.
Ha perdido la fe, en sí mismo, en el tratamiento, en la humanidad. 
Su castigo es descubrirse a diario las nuevas heridas que le aparecen, como esos pensamientos que no le dejan vivir. No vive, aparenta que lo hace en un infierno sin sentido, y llama constantemente a la muerte en sus versos.
Fue bendecido o maldecido con el don de jugar con las palabras, y digo maldecido porque eso le hace destrozar el discurso de cualquier psiquiatra, les pone en evidencia. Y recuerdo que hasta que no di con un psicólogo capaz de darle la vuelta a mi discurso, no empecé a mejorar.
La capacidad de análisis da buen pronóstico, en teoría. L
a incapacidad de no poder salir de un hoyo de mierda en el que te metiste tú y al que cayó más gente que te importaba, eso es lo que no le permite salir.
Perdónate. No puedo.
Puedes ser una persona. No, sólo soy una sombra.
Su vida son sus palabras. Niega sus emociones, las niega escribiéndolas en un papel. 

Todavía toma las pastillas, y de momento no bebe a diario. No es la pájara de hoy, desde que le conozco me lo está advirtiendo, y cada vez está más madura la decisión.
No sé si puedo ayudarle más. Al final retiraré la mano a la que escupe cuando se la tiendo.
Quizá yo lo haga mal, o no tenga capacidad, porque hay que ser más inteligente que un bipolar para hacerle entrar en razón.
Lo único que hago bien -qué ironía, cinismo o sarcasmo- es rodearme de gente más inteligente que yo. Casualmente, no se libran del 2% de la estadística.
Lo jodido es que alguna gente es más problemática que yo y puede desestabilizarme
. Como se diría: me interesan, pero no me convienen. Pero no sé estar con otra gente.

Supongo que este hecho, porque aquí nadie es un santo, me convierte en una habitante más del planeta Vanidad.

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