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Carne de Psiquiatra -Trastorno Bipolar

199X-2002: Dos vidas I

199X-2002: Dos vidas I

Le conocí y me caló de inmediato. Yo ponía mi cara de niña buena y seria, que la tengo, pero él adivinó que detrás de eso había algo más. 

Efectivamente, llevaba una especie de doble vida, tanto es así que mi vestuario cambiaba radicalmente, y mis actividades, también, sobre todo las relativas a la “fiebre del sábado noche”.

Lo sabía desde hacía tiempo. Una vez un jefe fue a tomar una copa a un bar musical y me encontró desmelenada, bebida, y tomándome las confianzas que las reglas de la noche permiten. Ese lunes, cuando entré en su despacho de nuevo disfrazada para el trabajo, me pegó un repaso de arriba a abajo, y no pudo evitar decir algo así como “quién te ha visto y quién te ve”, lo cual me incomodó muchísimo porque enseñar mi cara no de niña mala sino más bien pícara y alegre, y desde luego muy desinhibida con las copas…

Supongo que sin querer me fui adaptando a lo que mis dos polos querían. Uno sólo olvidarse del mundo exterior en ocho horas o más de trabajo, el otro era bailarín saltarín y hacía locuras, tonterías inocentes que, de haber sido hombre, quizá hubiesen acabado en algún puñetazo.

La cena-fiesta de navidad de mi última empresa era eso mismo pero así concebido y consentido, es decir, los jefes sabían que estábamos todos quemados, de lo duro del trabajo, de no tener vida privada por las horas extras. Y nos compensaban con una barra libre y una pista de baile de la que no salía casi nadie en condiciones de ser puntual al día siguiente. Aquello era un desfase de los gordos, todos los camisa-y-pantalón de vestir desmelenándose. Adivinad qué hacía yo… acabar con mi reputación. Al día siguiente, pero claro, “era el alcohol, eso nos pasó a todos…”, y esa fiesta era como un secreto a guardar, un oasis en ese gris interrumpido diariamente por sirenas rojas de alarmas que ponían a prueba nervios de acero, es decir, que estábamos bajo un estrés permanente.

Ahora tengo más bien cara de niña buena y de no haber roto un plato, y sólo a veces pongo una mirada de las que atraviesan “¿no te crees lo que te estoy contando?”, y esa mirada dura me pertenecía en mi vida gris, seria y a la vez contundente.

”I love the nightlife” de Alicia Bridges (canción famosa o recordada por la película “Priscilla reina del desierto”), ahora suena en mi reproductor. Ese era el espíritu más o menos, acababa la semana laboral de conducta y vestimenta formal y esta criatura abría la caja de bisutería, y se enfundaba sus Levi’s negros cuando no sus pantalones de cuero. Muy inocente, ir a bailar, pero era mi vía de escape, ese día o esas dos noches (el domingo no existía, claro) me daban fuerzas para afrontar otro lunes.

Echo de menos muchas cosas, y debo reconocer que las noches de “gloria” ya han acabado, porque he bailado demasiado (eso adelgaza, desde luego) y porque mis pantalones de guerrera han sido jubilados por cambio de talla. Y porque también he cambiado en estos años, desde que dejé de salir a lo destroyer (y era una santa, rara vez iba a un after, quizá ya llevaba suficiente alcohol encima) ya se pierde no sólo el hábito como costumbre sino el hábito gestual, entendido como esa actitud de comerse el mundo tan propia del otro extremo bipolar, esa seguridad, ese pasar de todo (tomar antidepres y alcohol, qué más me daba), fruto también de la frustración semanal. Qué triste que uno tenga que emborracharse para aceptar que el resto de la semana tiene algún sentido, como en aquella vieja película, Donna Summer era la reina del “Por fin ya es viernes”, una película mediocre pero significativa.

El alcohol hacía de mí una maníaca, y lo he comprobado más tarde, no sólo embriaga sino que me hace subir, y por eso seguramente bebí en depresión, se dice que se toma como un sustituto de ansiolítico y yo lo tomaba para euforizarme de paso. Es difícil, mucho, cuando has dejado lo que te desinhibía, cuando la noche te ampara y puedes dar un nombre falso incluso… Dejar de salir de noche, sólo te queda ya pisar el día y decirte: y ahora, ¿de dónde saco los “beneficios” de esa noche? Conozco más gente que se siente, digamos, algo aturdida también en este sentido. De día las reglas no nos las sabemos, es así de duro y desconcertante.

Vivía en los dos polos, pisándolos semana a semana. Era mi forma de vivir. Ya dije en el post de bienvenida que esta enfermedad lo era. O ciclas de un extremo a otro por culpa de los neurotransmisores estos averiados, o tienes un rincón oculto, una bestia maníaca dentro que ha de salir, porque es parte de ti. Esa ha sido mi forma de vivir “a lo bipolar”, la mía, otros tendrán otras historias que nada tengan que ver con el hard rock.

Sé que la llevo dentro, la bestia maníaca, aunque ahora mi yo entero esté más estabilizada y mi vida anímica sea del color del día y no del de la noche. Sé que de vez en cuando se manifiesta, aunque la medicación la tiene muy a raya, sólo espero que sea cierto lo que yo me digo a mí misma, que ahora la controlo y la disfruto, porque estar en euforia, ahora sin alcohol, sigue siendo algo que no niego, me gusta.

He roto muchos platos en esta vida, consciente o inconscientemente. Espero no romper  ninguno cuando asome la bestia, ese es el control que creo tener sobre ella. Acude muy poco porque tampoco la llamo, porque la temo. Me gusta y la temo, toma ya otra de extremos.

Mi forma de vivir es lo que está cambiando, se trata supongo de encontrar un equilibrio donde no cese la actividad para no caer en depresión (tres semanas de trancazo y convalecencia tosiendo ya me depositaron en el no salir de casa), y donde hábitos sanos (no vale vomitar a las 6 de la mañana, para entendernos) con el tiempo te hacen dejar de desear ya o controlar ese instinto de huída de la vida real. Por suerte, ya dije que había bailado mucho, y puedo hacerlo más, pero a mi edad creo que debo buscar otros intereses y la noche ya está muy vista, y temida también, cuando miro atrás y me repito eso de que ser “el sexo débil” me salvó de alguna, pero también era capaz de ir sola de madrugada, riesgos. Recuerdo un paseo hacia casa, ya había amanecido y yo caminaba a paso rápido silbando “Strangers in the night”, casi bailándola, mientras los vecinos correa en mano y perro me miraban, y juzgaban seguramente bien.

Continuará.

***

2 comentarios

Carne de Psiquiatra -

Valpro, gracias a ti. Creo que te mandaré en privado la continuación de ese escrito. Llega un momento en el que siento cierto pudor al hablar de esa época y medito antes de publicar lo que sucedió.
Explico de mí lo que quiero, pero no quiero llegar al exhibicionismo.
Gracias por leerme.

valpro -

Gracias.