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Carne de Psiquiatra -Trastorno Bipolar

Todo lo que mi psiquiatra no me dijo y debía saber

Todo lo que mi psiquiatra no me dijo y debía saber

 

Este texto es el de una Blue novata: se firmó a los tres meses del diagnóstico, con la primera pauta, en pleno episodio. Ahí están sus primeras conclusiones tras horas de lectura, las primeras necesarias e interminables charlas con otros bipolares de la ABC (Associació de Bipolars de Catalunya) y miembros voluntarios del S.O.S. de Bipolarweb. ¿Por qué no se me hablaba de todo esto en consulta, y por qué no se me contaba el porqué de tales medidas y recomendaciones? Llevaba años de tratamiento psiquiátrico, pero todo empezó de nuevo cuando cambió el diagnóstico. Todavía me veo en la piel de esa recién llegada al mundo no uni- sino bipolar, hay cosas que no se olvidan. Falsa novata en realidad: ya era conocedora de pastillas y psiquiatras, los que hasta entonces nada me habían contado acerca de nada. La situación cambió cuando yo lo hice de profesional, poco después de crear este documento, que Blue escribió para ella y para compartirlo con otros. No olvido de dónde vengo y por ello soy muy solidaria con los recién llegados al club. En esos momentos, durísimos meses de episodio mixto, la gran montaña rusa, mi madre me cuidaba y hacía posible esa regularidad tan necesaria para la mejora: yo me hubiese abandonado. A ella le debo en realidad estas líneas, pues.

TODO LO QUE MI PSIQUIATRA NO ME DIJO Y DEBÍA SABER


- Cómo aceptar que tengo un trastorno bipolar
- Cómo reconocer tus síntomas
- ¿Por qué oscilamos?
- Querer suicidarse, una ilusión
- A quién decírselo
- Esto de la medicación (I): cómo medicarse toda la vida
- Esto de la medicación (II): cómo medicarse sin olvidarse
- Esto de la medicación (III): cómo no ser hipocondríaco
- Esto de la medicación (IV): como capear los efectos secundarios
- Cómo ser pacientes...
- El ejercicio
- Los hobbies
- El dinero
- Los impulsos y las pequeñas locuras cotidianas
- El sexo
- Ser bipolar no es tan malo, después de todo...
- El grupo de apoyo


Qué título más pretencioso para un relato de lo que uno va aprendiendo una vez le han puesto la etiqueta en la frente... Su objetivo no es otro que el de mostrar mi "librillo" personal con el que he ido consiguiendo más estabilidad y calidad en mi vida, que de eso se trata, ¿no? Y no olvidarme de mis propios trucos, claro está.
Pero uno no puede tener la palabra "estabilidad" emocional o eutimia, como queráis llamarlo, si la persigue con todas las letras. Es así de duro. Y lo primero que debo decir es: NO OBSESIONARSE CON EL TEMA, YA LLEGARÁ.
No he llegado a la eutimia, pero espero daros a conocer las pequeñas cosas que me han ayudado a mejorar. Cualquier día entro en la famosa eutimia sin saberlo, gracias a todo lo que mi psiquiatra no me dijo pero tomándome lo que me ha recetado, eso sí.


Cómo aceptar que tengo un trastorno bipolar

Recuerdo que ante la noticia, le pregunté "pero, ¿estoy enferma?" "Sí". No me lo creí porque salía de una hipomanía, claro, yo estaba de puta madre.
Pero tenía momentos en los que no, no lo estaba. Grandes bajadas, o grandes subidas. Me aferraba a los brazos de mi silla para no caer al vacío más espantoso, al abismo al que me veía abocada. Lloraba de miedo, de rabia, de impotencia.
Un día no me quedó más remedio que aceptar que no era normal estar así. Tenía demasiadas ganas de matarme, eso no es normal, no.
Me dijeron que era todo culpa de esos neurotransmisores averiados. Seguramente desde que nací. Mejor no comerse el coco, porque NADIE TIENE LA CULPA. NADIE. Repetir mil veces. Repetir dos mil veces. Repetir... Cuántas noches he llorado pensando en ello. Siempre había alguien del grupo de apoyo para escucharme.


Cómo reconocer tus síntomas

A pesar de leer mil veces los síntomas de las diversas en las páginas de información que encontré en internet, no me acababa de reconocer en ellos. Es que cada uno tiene los suyos, por supuesto, y lo vive similar pero... diferente.
En hipomanía, lo de la verborrea es cierto en mi caso, eso de que estás más sociable y tal. Hasta con el taxista. Le doy mi teléfono a todo el mundo, luego me cabreo porque nadie me llama, claro. Me miro al espejo y estoy cojonudamente sexy, me siento joven, feliz, alegre. Ligo como nunca, hasta me enamoro del primero que pasa. Me vuelvo nocturna, incluso insomne.
En depresión, me miro al espejo y solo veo a una gorda. Mi cara, un ser envejecido. No salgo a la calle porque me siento fea, todos me mirarán, tengo miedo. Mi cabeza es incapaz de pensar. No me acuerdo de nada. No sirvo para nada. No tengo energías ni para ducharme.
Mi psiquiatra no me dijo que a la mínima observación de estos síntomas le llamase para ajustar la medicación. Ahora tiene que fastidiarse cuando lo hago. Es mi venganza personal, no sé, pero debo hacerlo si no quiero ir peor a la próxima visita.
Tengo una lista de síntomas. Me olvidé de uno muy curioso: en hipomanía dejo de fumar. No lo entiendo, pero no me dura demasiado.

¿Por qué oscilamos?

No lo sé. Sólo he aprendido que lo que sube baja y a la inversa. Eso es algo muy bipolar. Oscilamos, como el péndulo. Me gusta más la analogía del mercurio, "nuestro" elemento.
He aprendido que esto es una enfermedad que afecta a nuestras emociones, no a nuestra personalidad. Todos somos diferentes, pero el hecho de viajar desde la euforia hasta la depresión es lo que nos une.
Trabajamos para que nuestro estado anímico no sea una montaña rusa, y eso es luchar contra lo que hasta ahora ha sido nuestra vida, o sea que no es moco de pavo y que nadie se ría, porque lo pasamos mal. Hasta cuando he sido feliz, luego bajas y te arrepientes de todo, de todo. Hay que aprender a perdonarse a uno mismo, lo que tampoco es fácil. Soy demasiado perfeccionista y autoexigente.


Querer suicidarse, una ilusión

Cuando estamos sufriendo, sólo queremos que pare. Es cuestión de segundos. Ahí tomas la decisión equivocada. Amigo, agárrate a la silla. Pon tu mente en blanco, no sabes cómo, yo me pongo ante una pared blanca hasta que sólo veo el blanco. Pero agarrada a la silla, ¿eh? Hay quien tiene un mantra para recitarse, el mío suele ser una canción de el Boss.
Tiembla, llora, haz lo que quieras, pero nada con las manos. Nada. Sólo sujetarte. Dejas de caer en esos pensamientos, a veces en minutos, a veces tardas una hora en salir. O más. Aguanta, piensa que pasará. Pasa, aunque parezca eterno.
Cuando tu ansia suicida disminuye y vuelves a ver el tema desde afuera, lo has pasado. Aunque en ese momento te tomarías al menos tres valiums. Y luego estás el resto del día hecho polvo.
Mi psiquiatra no tiene ni pajarera idea de lo que pasa por mi cabeza. Mis compañeros de chat sí. Es importante poder contar con ayuda vía teléfono o internet a malas. Hablando la gente se ayuda. A veces sólo queremos desahogarnos. Mi psiquiatra nunca me habló de los grupos de apoyo, y realmente son valiosos.


A quién decírselo

Pues... a nadie. O casi.
Pongamos que tienes 20 familiares pero sólo 4 son cercanos. Pues a esos 4, porque son los que realmente pueden apreciar tus oscilaciones.
Imaginemos que tienes 30 "amigos" en tu agenda, pero sólo son amigos 5. Quizá se lo dirás a esos, los que te ven más. Ellos se informarán de tus síntomas y te ayudarán a prevenir esos episodios, porque te estiman, lo hacían antes y si son amigos no van a dejarte ahora.
En el trabajo: ni se te ocurra. En este país, quien va al psiquiatra está loco. Y estar locos, lo estamos todos hoy en día, pero algunos más que otros. Cuidado, a la mínima falta te despedirán, o degradarán, de buen rollo claro.
Mi psiquiatra pasa de decirme a quién no decírselo. Total, él ya tiene a sus clientes y mira por dónde, conmigo tiene uno fijo de por vida.


Esto de la medicación (I): cómo medicarse toda la vida

Es un rollo esto de tomar pastillas. Los que padecemos este trastorno solemos hablar de ellas todo el día. Marca mucho el hecho de tener que interrumpir cualquier cosa porque es hora de tomar las pastillas. Traumatiza, sí.
Además, el tratamiento es ¡vitalicio!
Es un hecho que horroriza, porque hasta ahora has tomado quizá una caja de antibióticos para un resfriado. Ahora la cosa va en serio. Y te frustras más cuando compruebas que pese a tomarlas, pues no estás mejor. Grave riesgo de abandonar el tratamiento.
Además, son caras. En España tenemos suerte de contar con un sistema de sanidad pública que nos cubre. Si yo pagase íntegramente las pastillas que tomo, me gastaría unos 6 € al día.


Esto de la medicación (II): cómo medicarse sin olvidarse

A veces se nos olvida tomarlas, un descuido lo tiene cualquiera, y yo soy muy olvidadiza. Por eso, en este tiempo, he aprendido a:
1. Tomarlas con los horarios de las comidas, al finalizarlas. Así consigo algo muy importante además: tomarlas a la misma hora. A veces hago excepciones, claro está, siempre hay días especiales.
2. Marcar con un rotulador permanente detrás del blister las pastillas que pertenecen a la semana, para no olvidar que las del martes se han tomado, porque a veces ni con la toma rutinaria consigo acordarme.
3. Si estoy con la familia, tomarlas con naturalidad delante de ellos. ¿Qué pasa? Ya lo saben, y además eso les tranquiliza. Ahora hasta ni ellos se acuerdan de que las he tomado.

Seguiré buscando métodos para no olvidarme, ja, ja.


Esto de la medicación (III): cómo no ser un hipocondríaco

Es común que entre nosotros hablemos de medicación. Si hay algo que sale en todos los libros, es que nadie reacciona igual a las pastillas que le dan. Por eso intento hacer oídos sordos a esas conversaciones.
Y mi psiquiatra no me dijo nunca que tomase las pastillas sin leer el prospecto. Pero deberé hacerlo, destruirlo incluso, porque casi me da un infarto el día que vi que me recetaban un fármaco para epilépticos. Luego descubrí que esos tratamientos funcionan como estabilizadores del ánimo.
Por supuesto que nos interesa saber cómo funciona un fármaco, pero puedes acabar acumulando todos los efectos secundarios que provoca antes de tomarlo.
Tómalo. No discutas. Si te encuentras muy mal, díselo al psiquiatra.
O sea: salgo de la consulta y lo compro en la primera farmacia que veo. Así luego no me caducan las recetas (a los 10 días, y alguna vez me pasó que ... en fin...)
He adoptado la postura de no querer saber más sobre las pastillas. Puedo caer en la automedicación. No quiero jugar con mi salud, mi vida está en juego.


Esto de la medicación (IV): cómo capear los efectos secundarios

Pues.. no obsesionándose.
Te pones enfermo cuando empiezas a temblar. Maldices las pastillas.
La verdad es que tardan unos 2 o 3 meses en hacer efecto, las malditas.
Hay que tener paciencia.
¿Se nota que después de tres meses, he empezado a tolerar mejor los efectos secundarios?
Lo peor para mí es el aumento de peso. Las mujeres somos un poco sensibles al respecto.


Cómo ser pacientes...

- pacientes con la medicación
- pacientes con una fase que no remite
- pacientes con nuestro entorno
- ...

Cuando somos seres impacientes por naturaleza???
Creo que la respuesta está en Oriente. En la práctica del yoga, en la meditación zen.
Por desgracia, vivo en Occidente.
Paciencia, un día practicaré bien estas artes orientales.
Antes tengo que apuntarme a la escuela de yoga, por cierto. Me he borrado de tantos gimnasios por no ir que ya me lo pienso antes de apuntarme a un lugar nuevo.
Paciencia, todo llegará.



El ejercicio

Mi psiquiatra me dijo "anda una hora", no por qué, que era lo importante.
Pero, ¿cómo salgo yo a la calle en plena depresión?
Pidiendo ayuda.
Llamé a mis amigos. Les conté que ni siquiera podía salir de casa, ahí en el sofá estaba yo. No salía, me daba pánico hasta bajar a por el pan.
Venían a buscarme a casa. Yo nunca me encontraba bien, pero ellos se turnaron. Venían los fines de semana. Media hora por la calle. A veces temblaba, pero ellos me hacían conversar tranquilamente y me calmaban.
Eso me fue ayudando a salir de la depresión y poco a poco de la agorafobia.
Antes de pedir ayuda, estuve tentada de alquilarle el perro a mi vecina, pero la fobia social me lo impidió. Quien tiene un perro está obligado a salir. Buen remedio.
En este país hace sol. Es un bien que no podemos omitir. Somos como las plantas, necesitamos luz, y nuestros neurotransmisores también.
Me cuesta dar el paseo sola, pero hago un esfuerzo, incluso por ducharme antes de salir.


Las juergas

Mi psiquiatra no me dijo que se acabaron las juergas. Eso lo averigüé solita. Solía salir los fines de semana. Pero ya no puedo, tengo una responsabilidad conmigo misma.
En las discotecas se bebe mucho alcohol. Yo no puedo. Si pido agua, pago una barbaridad por ella y encima me miran como a una pastillera. Por supuesto que lo soy, pero no de esas.
Lo peor no es dejar de tomar drogas más o menos toleradas, porque se puede. Es que el ritmo de sueño se va a la porra, y eso es sagrado, porque cuesta más recuperarlo. Bueno no sé qué cuesta más, la verdad. Pero puedo hacer algo por evitarlo, aunque sea drástico.
Es decir, ya no salgo. A la medianoche hay toque de queda.
Mucha gente no sale por la noche y no le pasa nada. Esperemos que me acostumbre pronto.
Es lo peor, todavía siento que me han robado algo. Y temo a la hipomanía porque entonces sí quiero juerga.


Los hobbies

Mi psiquiatra no me dijo que hiciese manualidades.
Pues van de coña, dejas de darle al coco. Desde papiroflexia hasta ganchillo.
Dicen que relajan el sistema nervioso, no sé pero van bien. Y pasas las horas haciendo algo, no mirando al techo.
Busca en yahoo grupos, seguro que encuentras algo de tu gusto.
Y si no, cambias de hobby a la semana. Por si acaso, no inviertas demasiado dinero. Hay aficiones baratas.
Sigo buscando en internet algo que me guste más de cinco minutos. O sea, mi hobby es internet. Pago tarifa plana o sea que por gasto, no me excedo.
También escribo cuentos. Algún día se publicarán, o no. Lo hago porque me gusta, punto.
Si me recomendáis algo para hacer con las manos que no sea teclear, os lo agradeceré.


El dinero

Es por todos sabido que cuando subimos... gastamos mucho. De repente podemos comprar una enciclopedia o redecorar toda la casa.
He tomado personalmente medidas para cuando llegue el momento. Es muy duro, pero no dispongo de mi propio dinero. Tengo que pedírselo a mis familiares cuando viajo, por ejemplo. Cancelé mi tarjeta de crédito, porque no tengo nada con que cubrirla.
Las personas que conocen de mi trastorno me avisan si empiezo a gastar más de la cuenta en ropa o cosas así. Pero no me agobian, es un equilibrio algo difícil. Porque todo hijo de vecino se gasta fortunas en los grandes almacenes un día de exceso cualquiera, y no le dicen que es bipolar en fase maniaca, cuidado.
En suma: gastos fijos y controlados. Y pequeño presupuesto para lujos cotidianos como el periódico o la ropa de temporada.


Los impulsos y las pequeñas locuras cotidianas

En mi caso... viajar.
Me doy miedo. Me presento de improviso –con una bolsa de viaje pequeña- en el aeropuerto, estación de trenes, estación de autobuses. Allí mismo decido el destino entre mis favoritos, ya que tengo unos 5 que visito con frecuencia, normalmente allí donde viven amigos para alojarme, y los llamo al llegar. Menudos sustos se pegan.
Una amiga se ha ofrecido a disuadirme cuando llegue el momento del impulso. Espero llamarla la próxima vez. Me dice que es ganas de pasármelo bien, pero que no me conviene estropear el trabajo de tanto tiempo en unos días.


El sexo

Hablando de cosas que nunca se dicen delante del psiquiatra...
Depende de tu oscilación. No soy siempre la misma. En depresión el sexo no existe, pero cuando subes... pues... nunca tienes suficiente. Por algo se acuñó la expresión "maniacos sexuales", ¿no? Me gusta hacer broma con el tema porque lo mismo paso de la nada al todo. Soy bipolar, me guste o no.


"Ser bipolar no es tan malo, después de todo..."

No estoy de acuerdo. Daría lo que no tengo por no padecer este trastorno. Hay quien lo afirma, cuando sale de una mala racha, y sólo lo entiendo en este contexto.
Si estoy reconstruyendo mi vida con: no salir por la noche, comer bien, dormir a sus horas, controlar mi presupuesto hasta el límite de no disponer de mi propio dinero... Pues no doy las gracias al trastorno bipolar. Intento convivir con él, que es lo único que puedo hacer, o sea, acostumbrarme, punto.
He vivido momentos extraordinarios. He subido a la alegría más absoluta, y también he visitado la desesperación existencial más honda. Son momentos únicos y quizá no estén al alcance de todos los seres humanos. Pero a ellos la vida parece irles mejor que a mí, o así lo percibes en la gente que no es enferma crónica. Es cuestión de paciencia, tiempo al tiempo.


El grupo de apoyo

Sin él no estaría aquí escribiendo esto. ¿Qué más puedo decir? Mis gracias son infinitas.

 

Barcelona, 22 de noviembre de 2003

***

1 comentario

Valerio -

Ayer estaba de merendola con unos amigos, todos aficionados a la literatura, y uno de ellos comenta que la literatura es "vaselina para el ego". No le quité razón, pues leer es una actividad solitaria, de meditación, recapitulación, ajuste de ideas...
El caso es que para mí ya casi es un índice de bienestar.
Si tengo capacidad de concentración para leer y disfrutar un libro, eso es que no hay demasiadas ideas que me persigan... Y además, consigo aprender, disfrutar, entretenerme...
Lo malo de una actividad es que se convierta en exclusiva, pero insisto, la literatu-terapia puede ayudar mucho en momentos de soledad.

Un saludo.