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Carne de Psiquiatra -Trastorno Bipolar

Dos años y tres meses en libertad condicional

Dos años y tres meses en libertad condicional

Del diario personal de Blue

2 de junio

A los dos años y tres meses...

Blue, vives sola. Así lo decidiste. Ya no querías compartir piso. Ya no tenías edad para ello, aunque los elevados alquileres demandan dos sueldos para vivir con dignidad, o tener calidad de vida para permitirte ir al cine. Además, o eras muy mayor, o la gente quería que tuvieses trabajo para no estar por casa todo el día, o te ponían pegas por fumar, o quien alquilaba tenía perros o gatos. Muy difícil, encontrar compañero/a de piso. Lo cierto es que has compartido piso más con hombres que con mujeres. Esto no le hacía ninguna gracia a tu familia, muy en la línea clásica del que bajo el mismo techo, hombre y mujer son pareja.

La suerte quiso que encontrases un alquiler de los que aprietan y ahogan, pero no del todo. Un piso con luz, anti-depresiones le llamaste en su día, y realmente la agorafobia tan amiguita de la depresión resultaba menos dolorosa con una ventana abierta a, por ejemplo, las puestas de sol. Muchos días te acompañó tan solo el cielo de Madrid.

Necesitabas estar sola, pero a veces te abrazabas a una almohada con fuerza. Te faltaba algo llamado cariño y amor, y no has tenido mucha suerte. Es más, ya has tirado esa toalla. Poca cosa hace falta para que un hombre te rechace: no trabajas, y no lo haces por tener una invalidez, y encima por "enfermedad mental". No se entiende, ni mi amigo M. lo hacía antes de caer en su primera depresión. Rechazar entendido como descartarte para convertirte en pareja. Es de sabios reconocer, aunque con dolor, que la soledad es tu destino, y quizá encontrarás a algún compañero de viaje, pero para escapadas cortas.

Tienes amigos, aquí y allá. Intentas no pedir favores para no ser una carga. Sólo una madre puede hacer algunas cosas por ti.

. . .

Mi madre y yo pasamos por un buen momento. Creo que iré con más frecuencia a Barcelona, con el deseo de que ella venga también de vez en cuando. No pienso en volver, pues aquí he empezado a hacer esa buena cara que todos celebran. Y pienso seguir intentando sonreír cada día. Y si vuelvo a Barcelona, ojalá lo haga con ya todo el pelo cano y unas hermosas patas de gallo.

He renovado demasiadas cosas desde que vivo aquí. Aún conservo ropa que usaba en el 2002-3 y cada vez siento más ganas de deshacerme de ella. Ya no me pertenece, no a mi "ser actual", pero en su día la guardé porque resistió al aumento de peso. Y en mi memoria, que es muy emocional, algo se revuelve ante sin ir más lejos, una camiseta de algodón. De mi ajuar no tengo queja, del que me fueron regalando mi madre y mi abuela. Eso me sigue perteneciendo, pese al divorcio.

Todavía no tengo claro a qué me dedico. Eso sí me duele. Me costó mucho asumir que no podía trabajar. Aún recuerdo la discusión que tuve con la psicóloga que me valoró cuando tramitaba la minusvalía: al final, me dijo con palabras cariñosas que no podría volver a hacerlo. El 2004 fue espectacular. Y acabé con una invalidez permanente absoluta, lo cual fue una buena noticia (tenía medios), pero mala (va a ser que no necesitarás trajes). Pero empiezo a verlo todo lejos, ya pasado. Lo peor pasó. Vivo tranquila.

Tengo un cachorrillo que mantener, se llama "Carne de Psiquiatra". Le dedico mucho tiempo y medios. Tengo una recompensa, y es que me satisface ayudar a otros. Sé lo que otros se han volcado en mí, y si no me desestabilizo en el intento, lo cual ha ocurrido, procuro ayudar. Tengo tres canas y media para hacerlo, y una historia de "estoy mejor" para contar, y dar esperanza. Esperanza fue lo que me dieron, y a eso me aferré, y aquí estoy para contar que esto es posible. Aunque mi vida haya cambiado tanto.

Y vendrán más cambios. La pauta farmacológica que tomo sigue su evolución. La medicación, me recuerda H. siempre, me sienta mucho peor que a él, y a otros. Recuerdo con trauma el acomodarme a todas las pastillas que he tomado, las fuertes, los neurolépticos o antipsicóticos. En julio de 2006 la cosa fue de película con un nuevo remedio. Ahora tengo otro, y sé que me van a caer, pero no sé por dónde, todavía, tras dos tomas. Y no seré ingenua, seguimos probando medicamentos, y no sé cuándo el psiquiatra valorará que ya firma con esos resultados. Que yo hubiese firmado estando con alta ansiedad, depre y agorata, lo hacía porque recordaba lo peor, 2003-4. Pero llevaba demasiados años mal, y lo estoy pagando por falta de diagnóstico adecuado (10 años de manual, ciclando), y ¿qué voy a hacer? Obedecer ahora, pues se ha demostrado que esa disciplina ha dado buenos resultados, y lo primero soy yo, y mi salud.

No bebo ni siquiera cerveza sin alcohol, ¡con lo que me gusta el agua de Vichy!. Ahora con el buen tiempo, supongo que saldremos más, a las terrazas, a unas rondas. Agua, y de vez en cuando, una cola descafeinada, o un trinaranjus. Hay quien pretende "reformarme" y sacarme de casa de noche a tomar una copa. Realmente, vale la pena ver al personal que se mueve en la vida real, los que luego te encuentras colgados de una "web de amistad y amor". Pero sigue sin irme el asunto, aunque sea muy "tranqui". No recuerdo la última juerga con baile hasta las tantas. Cuando empecé a engordar tanto, se me pasaron las ganas de "lucirme" en la Noche.

Sé que estoy de mejor humor porque la calle ya no me es ajena, ya no miro por la ventana con eso de "esto no es para mí" que me caracterizaba. Recuerdo buenos tiempos aquí en casa, cuando planchaba incluso, y fue pasajero. En estos momentos, tampoco la plancha me es ajena.

Cambié de look. Cosas que pasan en Barcelona... la última vez que me lo corté así, creo que fue en el 98, pero me lo dejé largo de nuevo. Melena, y normalmente recogido. Ahora es muy corto, pero el peinado recibe buenas críticas. No me cuesta tanto lavármelo, lo que es de celebrar, claro que ya no se queda tanto en el sumidero y no me siento mal por ello.

Tengo que aprovechar que estoy mejor de ánimo, que estas cosas se tuercen pronto al menor contratiempo: tengo muy baja la tolerancia a la frustración. Ir a revisión de médicos que me esperan: un reumatólogo, por ejemplo. Y no sigo nombrando asuntos pendientes, porque cuando lo haga, quizá lo publique, no antes. Los buenos deseos son más volátiles que el humo que rodea esta casa.

Me siguen animando a que escriba. Creo que me compraré una pluma. Pero empiezo a notar, no sé si será la nueva pastilla que tomo hace dos noches, algo de temblor en las manos. Ese efecto secundario, es de los que siempre he temido, y espero que no vaya a más.

Me siento bien, a gusto conmigo misma a pesar de esos kilos, y de mi falta de memoria, y mis torpezas. Ya tengo edad para mirarme al espejo y decirme "esto es lo que hay".

Todo lo libre que puedo sentirme en esta libertad condicional, que está siendo bien valorada por sus resultados. Es condicional, porque hay algo llamado Trastorno Bipolar ahí para quitármela sin previo aviso, pero sigo cuidándome.

 

21 de mayo

Dos años, dos meses, y dos semanas. Ha pasado todo ese tiempo desde que empecé a estabilizarme y me vine. Es una fase interesante, porque en realidad no estás del todo centrado pero poco a poco vas aterrizando, conforme tu nueva vida tras el diagnóstico y ese tratamiento que tarda tanto a veces en funcionar lo hace posible.

En libertad condicional, porque la familia no tuvo que venir a buscarme a Madrid. Porque no he vuelto a ingresar. Ni a depender de terceros para sobrevivir.

Con trastorno bipolar, nadie está a salvo, y mucho menos de recaer. Pero he ido superando los baches. Las oscilaciones siguen ahí y soy consciente. Oscilo como las hojas de otoño, ya sea por el tiempo que haga, por las hormonas femeninas, o por factores ambientales. Mis emociones siguen siendo lo que me hace vulnerable y debo protegerme también, como lo hago del sol con las gafas.

Me ha ayudado mucho cambiar de ciudad. Espabilar es más difícil si tienes un plato de comida cada día en casa de tu madre. Un montón de gente todavía se aferra a eso a edades avanzadas, y no están enfermos. Por comodidad, por calidad, por síndrome de quiero volver al útero materno. No es que yo sea valiente, es que tengo edad para vivir por mi cuenta desde los 25, y lo pasé mal al tener que ser cuidada por mi madre año y medio.

No es que quiera, pero creo en lo de la inmersión, es cuestión de tener la mente abierta. Ya tengo mentalidad más madrileña. Sé lo que se siente cuando se sale de la ciudad y con ese ancha es Castilla, la libertad. En Barcelona, con el mar como horizonte, ir hacia el interior produce cierta claustrofobia psicológica.

 

19 de mayo


En la entrevista con el psiquiatra, no se mencionó la palabreja eutimia. Prefiero hablar de estabilidad, y no de El Dorado. Cierta estabilidad, que compensar esa balanza tristeza-felicidad no le es fácil a ningún humano, y qué decir si se consigue a base de fármacos que todavía no se conocen y a cada uno le sientan diferente.

La mía se ha realizado a la baja, que digo yo. Síntomas de depresión me acompañan, y la agorafobia es el estrella. A veces, factores ambientales me colocan en la posición correcta, con ánimos para la vida cotidiana. Quizá por unas horas al día me sienta así, y si voy a ver la puesta de sol en estos días en los que anochece a las diez me siento directamente Feliz, algo eufórica quizá, pero también con gran paz interior. Si uno hace algo extraordinario en su rutina, con el ánimo de lograr escapar de la rutina, derecho tiene a un momento de felicidad que llamaremos euforia. Euforia es el lado maníaco del asunto, y eso, todo el mundo lo conoce, aunque no tenga el trastorno bipolar. El problema es que el bipolar sabe demasiado, y por eso le dicen que está enfermo: no es normal estar así durante días o semanas.

En esa depre tan aburrida, esa falta de color en la vida, la compañía es muy beneficiosa para mi ánimo, pero prefiero vivir sola, porque es difícil convivir con alguien que puede indisponerse a diario. Que te dice que no en el último momento cuando te esperan para ir al cine, a una cena... porque se queda tiesa con un ataque de pánico.

Lo que tiene la depresión es que tu vida es austera: no comes, no sales, vegetas. En cambio, en la calle, te dejas 5 o 10 euros rápido en un bono de transporte, un café, un botellín de agua, una revista o yo qué sé. Es más barato quedarse en casa presa de la agorafobia.

Uno de los cambios en la pauta que me extendió el psiquiatra el pasado lunes pretende subir mi ánimo, eso para mí es una buena noticia aunque sé lo que hay. Que es jodido, casi contraproducente, dar antidepres a un bipolar I, porque te llevan al otro lado rápido. Pero el riesgo de viraje está calculado, si no por el resto de pastillas que tomo para machacar a ese antidepre (es así la cosa, antagonistas), porque yo sería la primera en enterarme.

No es suficiente con tener conciencia de la enfermedad. Hay que conocerla en ti. Saber quién eres en el espejo, y conocer también a tu sombra. Mis pródromos o síntomas iniciales están casi todos por escrito. Y si yo no los noto, hay quien me avisará, que para eso están los buenos amigos, para decirte las verdades aunque duelan. Porque si no me daría cuenta, estaría en un mundo tan feliz como irreal, y quiero seguir "normal", aunque eso signifique depre.

Hoy, primera toma de la nueva pastilla. Soy la reina de los efectos secundarios adversos. No volveré a leer el prospecto, que cayó en mis manos hace meses, pues de mi psiquiatra recibí explicaciones claras acerca de lo que me esperaba. Es lo que hay que hacer: no leer, sino preguntar.

Me agarro fuerte, porque pueden venir curvas.


30 de abril

Ha pasado mucho, mucho tiempo. Dejé Barcelona, decidí volver a empezar en demasiados sentidos.

Por muchos cuadernos de rutinas y bipolaridades que escriba (estoy moviendo posts desde "Vida cotidiana" hacia allí, con calma), esto parece una pesadilla de eterno retorno.

La sensación es la de dar marcha atrás y adelante con demasiada frecuencia. Cuando me llevo mejor con la ducha, descuido por ejemplo tareas domésticas. Cuando me pongo a despejar papeles que van acumulándose, lo hago en pijama, sin duchar. Cuando me quedo sin tabaco soy capaz de bajar, tomando carrerilla y ánimo, aunque sea en chándal. Un solo insomnio me deja toda la semana atontada. El día que paseo más de un kilómetro me parece que subí al Everest.

No es posible, o sólo a semanas o días, llevar una vida normal o pseudonormal. No estoy demasiado satisfecha. Nada, de hecho. De nada sirve tatuarse cuatro cosas básicas, por una razón u otra al final voy a ver demasiados platos por limpiar.

Todos estos hábitos o ausencia de ellos son los que interesan al psicoeducador. De nada sirve la estabilidad si tu vida oscila entre el tener o no una botella de leche para cuando te quedas sin a medianoche, cuando te la tomas. Los hábitos no han de aparecer y desvanecerse, no, han de ser parte de ti y punto.

He dado esquinazo al tema demasiado tiempo, el justo para que me coman las fobias y la insatisfacción. No es un tema de medicación, pues desde el principio del tratamiento todo me ha sentado mal y (no por hipocondría) tengo efectos secundarios.

Una lectora, bipolar, me dio hace tiempo el teléfono de un psicólogo en Madrid. Hará un año que lo estoy valorando, y creo que ya es hora de reconocer que necesito ayuda profesional. Más psicoeducación, porque mi psico de Barcelona no tiene "competencias", fuera de mi entorno, y así me lo hizo saber con honestidad el año pasado.

***

2 comentarios

Myriam -

La verdad, es que lo que más me gusta es que al final de todo, le das un toque de esperanza, en concreto un post postivo.

Gracias wapa
Besitos

josema -

Hola blue.

No sé si te acuerdas de mí. Un antiguo admirador tuyo que padece la misma enfermedad y la afición por la música petarda.

Ya tengo una incapacidad absoluta. La verdad es que mi trabajo (de juez - o cualquier otro- pero este tiene características un poco especiales) es incompatible con la bipolaridad.
Me daba miedo la jubilación, pero he descubierto que me encanta. ¡Todo el día para mí y para mis hobbies! Siempre que este eutímico, claro. Me sigue dando muchísimo miedo este desequilibrio y no hago cosas que me gustarían, como viajar o tomar ¿algún? gintonic. Me alegre mucho cuando volviste a postear (que palabro más feo...)
Un groopie.