Agua caliente
En pos de este bien, que es una de las cosas que nos separan del tercer mundo según I. (ahora estoy muy de acuerdo), me dejo caer por casa de M.M.Amèlie. Cena improvisada, buena charla, y una camiseta en préstamo para dormir.
No sé si el café que tomé al despertar ha tenido algo que ver, porque no era descafeinado. Cuando he conseguido ducharme (para eso fui) y vestirme, se me abren tantas posibilidades... ir aquí, hacer esto, por qué no lo otro... que de repente me noto acelerada de pensamiento.
Me da miedo salir, entonces. Si estuviese en mi casa, me tomaría una pastilla para calmar el coco. La tengo, pero si la tomo ahora me quedaré aquí tirada unas horas.
Me armo de valor y regreso a casa. El sol me ha beneficiado, y ya no necesito de extras farmacológicos.
Pasa que cuando quiero hacer demasiadas cosas, acabo por hacer: ninguna. Lo del jabón y agua caliente al parecer ya fue demasiado. Lo demás, buenas intenciones.
A los pocos días, vinieron a arreglar la caldera. La paradoja: tener por fin agua caliente, y nulas ganas de ducharse, más bien miedo.
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P.D. Escrito hace unas semanas.
Imagen: http://www.rit.edu/~andpph/exhibit-bubbles.html
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