Este verano está loco, loco, loco
Hay rutinas que si cambian... mala señal. En la llamada de rutina y reporte de ayer, Henri me invitó a su dúplex unos días "de paso" hacia Barcelona, como el año pasado.
Vamos bien, le contesto, porque ya me veo el plan. Como nos tiramos un mes deprimidos, no sé si es buena idea la verdad. Me replica que serían pocos días... me lo estoy pensando. He de ver qué hago con un billete de tren que ahora mismo es papel mojado por la huelga de maquinistas, así que en estos momentos todo está abierto.
Es tiempo de matrículas y cuatro licenciados de mi época (no todos bipolares) van a reincidir. Eso es que no recuerdan sus tiempos mozos como universitarios, pero si un terapeuta te anima, pues claro que puedes hacerlo, la ilusión se impone y poco más hay que hablar. Reconstruirse uno mismo después del "te comunico que tu diagnóstico es Trastorno Bipolar" puede llevarte a cualquier parte.
El bicho nocturno que llevo dentro me agradece el fresquito de la madrugada tanto, que esta semana lo estoy aprovechando, al coste de no estar en el mundo de los vivos durante el día. Ya se sabe, el sueño se va a la porra y con él, todo lo demás... pero ese calor... ay. Y M.Amèlie miró mal mis dos nuevos sombreros, "de guiri", pues bueno, turista occidental pareceré... si salgo a la calle. Son las 11.30 y todavía corre un poco de aire fresco... cesará pronto.
Mando sms a quienes he dejado plantados estos días dando señales de vida. Una de las llamadas me sugiere que si esto del sueño lleva ya tiempo así, quizá podría... ingresarme. De repente, sí me despierto. Pero a quién se le ocurre, el ingreso es por causas mayores, no por descontrol en el sueño.
Es un hecho que la moral me cayó algo más durante esta semana. Siempre se puede caer más bajo, pero no tengo ideas suicidas. De ser así, pediría ayuda hasta para hacer la maleta con la cual ingresar en alguna parte, por supuesto facturada en el AVE de antemano.
Llevo ya tres semanas con la nueva pauta del psiquiatra. Ya he retirado un fármaco de los que llevaba años tomando (quizá por eso también me cueste dormir), y oh sorpresa, la nueva pastilla no parece afectarme. Como siempre estoy atontada o por calor o por sueño o por estar espesa por otros efectos secundarios, directamente, igual es eso lo que me impide advertir nuevos efectos secundarios, o es que se suman a los de siempre y no lo advierto.
Pero no hay mareos... bueno, el de hoy no cuenta. Cuando me disponía, bien de ánimo (porque si a las 7 a.m. estoy despierta, aunque no haya dormido, me siento activa), a atacar a lo que por volumen debería ser un lavavajillas lleno... me he topado con las bayetas que dejé en remojo para lavar y desinfectar.
La náusea ha sido espontánea. Menudo vomitón. A Henri le ocurre lo mismo con la lejía y nos hemos enzarzado en esta conversación marujil un ratillo, a ver si cambio de producto de una vez, pero mientras, estaba bebiendo leche que es lo mejor para esa intoxicación. Pero poco hemos hablado, porque él ha dormido pocas horas esta noche, se disponía a volver a la cama con algún extra farmacológico en el cuerpo. Eso debería haber hecho yo... antes de decidirme a abrir el blog.
Quizá porque esta semana tuve que tirar una planta de la familia de los cactus a la basura... por falta de riego, supongo, porque estaba marchita, o quizá fue por el sol que castiga tanto. No no no, no puede ser, hay que regar las cosas, desde plantas a amistades, o a tu página web. Aunque ande muy peleada con Internet hace muuucho tiempo.
Es una locura (con explicación neurológica) no sentirse tan deprimida cuando todo el mundo duerme, y esconderse en la cama y del mundo y de los teléfonos cuando te está llamando todo el mundo. El primer día que mi cabeza al parecer decidió no existir, a pesar de los teléfonos que sonaban, fue precisamente el de mi santo. A quién se le ocurre felicitar el santo. Pues a todo el mundo que sí consulta sus agendas. Todavía he de devolver llamadas, pero de día no me apetece telefonear, sólo a mi madre para tenerla al tanto.
De día no me apetece vivir. De noche no me acuerdo de que no me apetece vivir.
Contradicciones para mí muy significativas de mi condición de single solitaria sin trabajo (esto ya merece una terapia), además de una depresión apato-abúlica que ya se extiende hasta decir basta, y que de nuevo esperamos atajar con medicación... y ciertas tareas.
Pero no estoy haciendo los deberes que me marcó mi psiquiatra. Para eso salí hecha polvo de su consulta(?). Para encima sentirme peor ahora por no poder con ello, algo que rompería este absurdo círculo vicioso, aunque advertida estaba de que me costaría horrores. Y más, sola.
Malos momentos los hay para todos, por supuesto. Me repito quizá cuando afirmo que no sufro, en general.
P.D. Gracias por vuestros comentarios, pero ya sabéis que últimamente no estoy para nada. Yo también os quiero, si no, esta página hubiese dejado de existir hace un año.
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1 comentario
Myriam -
Amiga, me extraña que digas esta frase..tu sabes de sobra que la mayoria de las veces son los pródromos y acudir al sitio adecuado a tiempo es gloria bendita.
Quizas debas empezar por llamar al siki? no te digo na, porque tu sabes de sobra como va esto.
Llamame si lo necesitas
Un beso grandote