Hipersensibidad III: un día hipomaníaco
El despertar había sido dulce, el último sueño dejó un buen sabor de boca, cosa que se agradecía hasta el infinito.
Buenas noticias por e-mail y por msn que atañen a mis amigos. Satisfacción. Y a mí misma. Orgullo.
Scan habitual tras una hora de la toma: hoy el globo no es tal, es un leve ensueño feliz.
Hacía días que no escuchaba música. Me pongo al Boss, y reparo en que: estoy subida. Hipomanía.
Voy a disfrutar del momento, la vida ahora son momentos emocionales y hoy me ha tocado la lotería. Salgo del gris habitual, esto es un regalo.
Me miro y remiro. Me gusto. Me visto, peino y maquillo. Por eso también sé que estoy algo arriba, me quiero, acepto mi cuerpo y siento autoestima.
Siento paz interior y a la vez una gran alegría. Hoy el cielo es azul intenso también en mi azotea.
Sé que hay sustancias liberándose, las que producen placer.
Hipersensensibilidad
Necesito alimentarme de emociones
Springsteen, Moby. Mi alma se alegra, se eleva, yo soy música y se me eriza el vello.
Incienso y perfume. Las aletas de la nariz están abiertas y necesitan recibir estímulos. Quiero oler cuero, madera, tierra, las próximas flores de las acacias.
Quiero hablar con gente, pero sé perfectamente, sé dónde estoy, a la primera llamada he decidido no hacer más.
Quiero comprar entradas para un concierto. Consciente, he hecho cuentas, y no puede ser. Ese impulso está controlado, pero ha venido a mí tres veces ya.
Me rodeo de azul turquesa y de verde malaquita. Rojo en los labios, castaño dorado en el pelo, titanio en el resto. Entra la luz en casa, y brillo con todos esos reflejos.
Beberé agua con gas. Mi paladar cosquilleará.
Hoy no me costará decidir qué como. Me embriagarán los tomates auténticos que me regalaron, y los voy a regar con aceite de oliva, mucho, del pueblo, tanto aceite que luego beberé del plato como una cría, estará salado y contendrá pepitas de tomate, que mi lengua va a disfrutar.
Abriré un libro al azar en una página al azar y leeré en un minuto algo que me hará pensar, que dará luz a mi intelecto, que también necesita sus estímulos. Sólo necesitaré una idea para empezar a asociarlas hasta que me dedique a otra cosa.
Caminaré descalza por casa, ahora no entiendo por qué uso zapatillas a diario.
Quizá me ponga a bailar. Mis piernas y brazos pugnan por ser usados, hoy también despiertan y noto que se preguntan qué hacían en el sedentarismo.
Abriré el armario. La palma de la mano recorrerá todas las texturas, la siento ya temblar. Se detendrá en la seda, en el popelín, en la franela, en el cashemir, y en un sintético de tantos colores que la mano llamará a los ojos para que admiren la belleza. Si no lo hacen, esa prenda hoy mismo caerá del armario, porque hoy quiero a mi cuerpo (no es necesario que me sienta sexy para ello, hoy no especialmente), y hay cosas que ya no le pertenecen. Sólo le pertenece la belleza.
La habitación está ya impregnada de incienso, he acariciado el melocotón en el sofá, o él a mí, y pienso que todo esto vale la pena escribirlo, y además tengo muchas ganas de escribir. Escribiré lo que me sucede en el blog, y escribiré los sentimientos que ahora percibo como muy intensos hacia personas muy especiales de mi vida. Abriré el álbum de fotos y mi libreta "Raíces", quiero saber y sentir quién soy, sabré de dónde vengo y homenajearé a esos seres con mis mejores pensamientos, ojalá noten un ligero y placentero estremecimiento entonces.
Escribo en el teclado ahora, y me dan ganas de dejarlo ya porque quiero tocar ese papel de mi diario, quiero trazar pensamientos, quiero hacerlo en muchas tintas.
La medicación me sujeta para que no vaya más arriba, esto es un punto raro y quizá una jugada sucia más de mi mente, pero le doy la bienvenida con cautela, la sujeto cuando veo que se me escapa de las manos, he decidido no salir de casa, consciente del tema, y a sabiendas de a qué me expongo. Creo que estoy controlando y bajo control.
Ya es otoño, pero los días son de primavera. Tras un verano que ahora me parece más depresivo que nunca, un martes cualquiera mi corazón palpita con fuerza, con vida.
No hay taquicardia, pero hoy te dices: moriría a gusto ahora mismo y encontrarían mi cadáver con el corazón destrozado pero una gran sonrisa, y los ojos ya cerrados en un ensueño dulce. La escena resultaría incluso fotogénica, como lo soy yo ahora y por eso me he tomado algunas fotografía; encontrarme tendida sobre el cuaderno, y todavía sosteniendo un rotulador azul que mancharía un dedo.
Me quito las gafas, me hago un masaje en el rostro. No hay contracturas en él, pero sí las habituales en la cabeza. No cuento el tiempo, hoy el tiempo no existe sino ese momento, que relato para mi propio recuerdo como una batallita bipolar, dure un día, dure todo el otoño. Si esto es así, me va a caer otro cambio de pauta y me voy a enterar de lo que es malo, así que mejor sigo disfrutando hoy de lo bueno.
Mis cabellos caen en mechones que el sol quema. Tomo un cepillo, y lentamente da fin al masaje en el cuero cabelludo. Tengo los poros abiertos, también ellos hipersensibilidad. Cómo brilla el pelo, cómo está vivo y hoy todo me hace cosquillas, hasta la espalda se eriza con el contacto de la melena inquieta.
En el baño se mezclan tantas esencias... me entretengo abriendo y cerrando recipientes de gel de baño, de colonia, de crema facial, de pintalabios. Tomo aire con la boca, todo entra en mí con una intensidad que pocas veces aprecio, es como si ahora lo descubries todo.
Recuerdo olores de otras personas, no se conoce realmente a alguien si no sabes cómo huele, y también les huelo con la memoria sensorial.
Sostengo el cigarrillo entre nariz y labio, está mucho más rico así que incinerándose. Lo que se quema es incienso, antes opium, ahora canela, los más fuertes que tengo.
Dicen que el de canela es afrodisíaco. La escena es realmente sensual. Soy un gran punto erógeno. Podría compartirla con alguien, pero mi autocontrol se niega, este momento es mío ahora que sé lo que es, y no voy a compartirlo más allá de los lectores del blog, y de los hipotéticos lectores de mi diario personal que leerán este párrafo mucho más extendido.
Mi cuerpo está relajado en su totalidad, no me duele nada, los párpados pugnan por cerrarse incluso.
La música sigue manteniéndome elevada. Hoy haré una cuidadosa selección, pues estoy abierta y deseosa de seguir alimentándome de emociones, las emociones se compaginan con los sentidos, y quiero experimentar todas, todas menos las que tenía en ese largo momento depresivo.
Hoy por ejemplo he leído cosas de humor que me mandan y sí he reído, todo mi aparato fonador se ha abierto de golpe, el primer sonido del día que pronunciaba era una carcajada.
Por el momento no estoy lábil, pero puede que me ponga a llorar cuando suene la Callas.
Estoy tan sensible a las emociones, que cualquier revés puede dejarme triste el resto del día, por eso me aíslo, y esta noche me va a costar tomar las pastillas, no querré abandonar la felicidad.
Reír, llorar, bañarse de emociones y gozar de la hipersensibilidad.
Es humano, pero puntualmente, puede ser así de intenso para un bipolar.
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