Poco a poco
En un café que conoce A., pido un descafeinado de máquina americano, y él un cortado.
Él, llamémosle A., tiene también bipolar, pero pasó lo peor –un episodio maníaco, como yo- y ahora ya puede tomar café de verdad. En su día, le prohibieron hasta el chocolate.
A. trabaja en una empresa muy conocida, y sus jefes y compañeros saben qué tiene. Y sigue trabajando, no le han echado. Qué raro, enfermedad mental equivale a expulsión de la sociedad de los “sanos”, porque enfermedad mental significa despectivamente “locura” y nadie quiere a un loco en su empresa, ¿verdad?
Porque entre otras cosas, es desafortunado llamar “enfermedad mental” a una enfermedad tan biológica como cualquier otra. Hay enfermedades que también descompensan psicológicamente y creo que nadie discrimina, porque no es “mental”, incluso puedes ser objeto de trato especial, fruto de la compasión.
A mí me echaron (no me renovaron, que es lo mismo) en una empresa por tener depresión, porque el diagnóstico fue público. Qué coño depresión, estaba completamente subida, en mi especialidad, episodio mixto. Trabajaba y mucho, pero también “pinchaba”, porque me daban ataques de pánico en la misma oficina. Creo que tuve una baja, y la firmó mi psiquiatra, el que tenía entonces. La pena es que ni yo sabía que tenía bipolar, y mi psiquiatra menos, por lo que la medicación no me ayudó y perdí el trabajo. No me gustaba demasiado lo que hacía, así que quizá me hicieron un favor, pero estuve de baja y/o en el paro muchos meses, y eso no es bueno, porque pierdes una rutina muy importante: levantarte por la mañana para ir a trabajar, trabajar, volver a casa, y hacerte la comida. En su día lo llevé bien, pero después del último trabajo, ya nada pudo hacerse para que recuperase las rutinas. Nada hasta ahora, y ahora quiere decir hace unos meses, porque esto es muy lento, porque el episodio de Manía acabó de destartalarme y sumirme en el caos, no sólo el horario.
Le digo a A. que ha sido muy valiente al decirlo en su empresa. Hay gente abierta de mente, sí, que entiende que es un problema de las emociones, que se descompensan. Y que te tratan meses y ven por sus propios ojos que no muerdes. “Y no pasa nada”. Y yo no lo tengo tan claro, pero a A. las cosas le van bien.
Pero en el trabajo, decir que tienes bipolar es jugártela, y mucho. Y da gusto ver cómo A. cuenta en qué consiste la enfermedad. Sencilla y tranquilamente. Si yo fuese su jefa, tampoco le echaría. Porque es un buen trabajador, como todos los bipolares que conozco. No trabajo con ellos, pero hablo con ellos a menudo, en persona o por msn, y te cuentan la carga de trabajo que tienen, y es considerable. Diría que raya el nivel de estrés que un bipolar puede tolerar sin que el Péndulo le pegue una leche.
Pero no olvidemos que en la actualidad, y desde hace tiempo, A. está eutímico. La enfermedad sigue ahí, pero dormida. Y hace vida normal.
Normal no es la palabra. Cuando me contó su rutina diaria, me pareció que estaba con el mismísimo Superman. Se levanta tempranísimo y no para (transportes, trabajo, familia, deporte) hasta que dice “he de dormir al menos 7 horas”.
Sufrió un revés personal muy grande, cuando tuvo el episodio. Su mujer dijo “basta” y las cosas acabaron, al parecer, unilateralmente. Y se sufre en las separaciones, se sufre normal, y se sufre bipolar. Sufrimiento, al fin y al cabo. A. lo lleva bien, teniendo en cuenta que tiene dos hijos, a los que por supuesto, adora.
A. es una bellísima persona, llena de virtudes. Nobleza para empezar, y constancia, perseverancia, sentido del deber. Eso no tiene precio. Ello le ha llevado a la remisión.
No estamos hablando de un mojigato. A. es un hombre joven que también sale los fines de semana con amigos, a bailar, a lo que sea. Con moderación, sin esperar al amanecer. Quizá se tome una cerveza, no más.
Me contó el proceso de psicoeducación que sigue. Los hábitos de vida sana y ordenada que al principio (yo estoy en ese principio) cuestan, cuesta empezar algo como subir al Everest, porque la inseguridad y la falta de costumbre y el tener que hacerlo solo (nada de rollo: venga, nos apuntamos al gimnasio y así tiramos uno del otro, tan común) da más que reparo, al principio.
Porque tienes que hacerlo solo. No vale el truco “vamos juntos”. Porque a ti te ha de durar toda la vida y a la otra persona no, o no tiene por qué.
Después de un principio, si hay constancia, si no se tira la toalla, por más ganas que se tenga de hacerlo, viene la consolidación.
Enhorabuena, ya tienes un hábito que te acerca a la eutimia, a la línea plana, ni arriba ni abajo.
A. tiene un lema, o una frase que me dice mucho, y es: “poco a poco”. Una cosa tras otra, no mezclemos, no nos agobiemos, no nos exijamos demasiado. Así es como debe ser. Y reconozco que me exijo demasiado y que a veces no me salen las cosas bien por este motivo.
Desde que le conozco, pienso a menudo en él, cuando las asociaciones de ideas me llevan a elaborar planes complejos. “Poco a poco”, y voy desmenuzándolos en pequeños componentes. Antes podía hacerlos, muchas cosas a la vez, ahora tiene que ser con un ritmo que permita consolidar. Que no sea brusco, para no descompensarte emocionalmente, porque tu objetivo es seguir o conseguir estar compensado. Consolidar un hábito o rutina antes de ir a por otro, en suma.
A. me cae muy bien. Espero tomar más cafés con él, se hable o no de la enfermedad. No importa de lo que se hable, se habló de casi todo lo que he contado en este post -de ahí que sea algo caótico- y más.
La cuestión es que dos bipolares están sentados en un café tranquilamente, rodeados de gente, y a veces se ponen serios y a veces ríen, como el resto. Emocionalmente, como el resto.
Poco a poco...
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2 comentarios
Carne de Psiquiatra -
pues muy bienvenido seas, tú y tus comentarios :)
Yo escucho el Blade Runner de Vangelis una vez por semana, quizá...
Y he de leerme el Tratado, como tú, porque he decidido que no voy a votar a ciegas.
Lo de los platos es criminal, tienes toda mi solidaridad.
Gracias por tus palabras
:))))
pau -
Mientras escribo, escucho a Vangelis y Alphaville. Encima, tengo la gran suerte de descubrirte.
Que más quiero hoy?
Supongo que uno no tiene nunca suficiente.
Por ejemplo: La "familia" me acaba de preguntar el porqué votaré "sí" al Tratado, por lo visto soy el único que se lo ha leído, por mucho que mi hijo diga conocerlo más que yo.
Tengo un buen día. Hay que reconocerlo. Si tan solo tengo este problema, aparte de tener que fregar los platos del mediodía, lo cierto es que no puedo quejarme.
Eres valiente e intuyo que muy noble.
Estoy seguro que vencerás.
Por lo que veo tienes a muchos, a partir de ahora cuenta también conmigo por favor.
Un saludo y que tengas suerte.