En tránsito, 30 de agosto de 2005
Estar muchos días fuera de mi casa, la de Madrid por supuesto, acaba por descentrarme bastante. Al final ya no sé dónde estoy, quizá porque llevaba mucho tiempo sin viajar.
Ahora voy de visita técnica a Barcelona, tan sólo dos días, para llevarme fruslerías tales como un secador de pelo. Todo es importante ahora en mi nueva casa, y he de llevar allí parte de mis pertenencias.
Se va a liar con los libros, fijo. Me quiero llevar más de los que me caben en la maleta. Tendré que hacer una selección de... unos 20. Y mis archivos electrónicos antiguos, para ponerles orden.
Todo esto escribo en el tren, yo que criticaba a la gente que abría el portátil para escuchar música... nunca digas de esta agua no beberé, si no es por este bicho de asco me hubiese muerto ya. ¿Para qué lo usas?, me preguntaban ayer, y realmente es mi apéndice: tengo una enciclopedia y un diccionario, escribo, me conecto, escucho música, veo fotos. Y más cosas en las que no reparo, seguro. Con esto, efectivamente, es viable que pueda vivir en casi cualquier lugar. Pero esto no sustituye de ninguna manera al contacto humano, por msn que exista.
Estoy en el tren, y dentro de tres horas veré a mi queridísimo Kidam, que me viene a buscar a la estación. No podía esperar, y aunque esté dos días y medio, la mitad de la mitad, el resto de este martes, intentaremos "ponernos al día", porque hasta octubre que va a venir.... creo que ya ha llovido en Barcelona.
Sigo desconectada de los medios de comunicación, en una especie de vacaciones que ya empiezan a alargarse demasiado.
He querido venir a Barcelona para cerrar en la medida de lo posible el tema de la mudanza, al menos hasta octubre, que será momento otra vez de ir al psiquiatra.
Se avecina un mes de gastos, el primero de mi independencia real, ahora que ya tengo todos los elementos, es hora de aplicarse a unas rutinas, y no debo demorarlo, puesto que ya está todo (eso no se puede decir nunca) bajo control.
Mi primer gasto fuerte han sido los pasajes de tren. Y mañana, peluquería, la mía, la de hace muchos años, la que realmente me deja el cabello a mi gusto. Y quizá me cite con alguien que he conocido en Internet, en un lugar público, por supuesto. Me gusta porque es de los que me dan caña, guerra dialéctica dice él, y bueno, falta ver si en persona nuestros ojos, no sólo las líneas enviadas en chat, se pican también. En su día un "sin nombre ya" me dijo que me faltaban sparrings de mi categoría. Quizá tenía razón, porque cuando encuentro a alguien con quien las horas pasan de forma amena, divertida e inteligente, me asalta una sensación de bienestar enorme, la de comprobar que existen seres humanos con los que compartir una conexión mental.
Mierda, se acaba la batería. Nada es perfecto, pero la última canción que suena es "Blue Jean", toda una señal.
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