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Carne de Psiquiatra -Trastorno Bipolar

“Lo importante es por qué estamos aquí aún, y probablemente, es porque aún queremos estar aquí”

“Lo importante es por qué estamos aquí aún, y probablemente, es porque aún queremos estar aquí” Por qué… y le dije que era un tema que debía pensar, que no podía abordar en un Chat.

Depresión, palabras mayores. Sólo la entienden los que la han padecido.

Hace justo un año, estaba ingresada. Entré en el hospital después de estar días y días en la cama, los últimos, los más bajos de la depresión, elaborando un plan definitivo para dejar de sufrir y para solucionar el tema espinoso: ¿qué hacía viva? Nada. Lo tenía tan claro que iba a dejar de estarlo, sin posibilidad de dar marcha atrás. Nunca me suicidaría con pastillas, porque pueden no funcionar, ni de otras formas, porque igual sobrevives y con secuelas de las gordas. Siempre fui una radical, y urgí un plan sin lugar al fracaso.

Me rescataron cuando estaba ultimando los últimos y absurdos detalles (eso me parecen ahora, casi me río cuando lo pienso), me obligaron a ir a urgencias, y pasé allí la noche en un box, sin saber bien dónde estaba, en estado de shock, y sólo decía a todo el mundo que quería estar en paz, tranquila. Estaba muy encerrada en mi interior podrido. El psiki me mandó a mi primer ingreso.

Quizá sólo pasaron dos días en el centro, cuando sentada en la terraza, oliendo los pinos del jardín, fumando un purito, levanté mi vista al cielo y me dije “estoy viva”.

Viví, tan sólo con el rayo de luz que me alumbraba y el aroma de los pinos y el tabaco.

“Las cosas sencillas de la vida”, que suele decirse.

Mi vida se había descomplicado gracias a la enfermedad, es decir, ésta, sin mi consentimiento, lo había destrozado todo: trabajo, vida social, familiar… Sólo mis amigos seguían ahí, fieles como si hubiésemos firmado el contrato famoso “en la salud y en la enfermedad”.

Y la familia, claro. Sangre es sangre, sangre es poderosa, tú eres de nuestro clan, tu enfermedad es la nuestra.

Hacía años que quería simplificar mi vida, y no veía el camino, por eso acudí a un terapeuta, a un psiquiatra que me veía una vez por semana. Por qué estas crisis depresivas, estas ideas suicidas, cuando tienes todo lo que siempre desearon para ti: trabajo, pareja, casa… ¿Acaso eso no era lo que deseaba o necesitaba yo? Porque al tenerlo, todavía tenía más ganas de matarme.

Ese proceso había durado toda mi vida adulta. De repente, una crisis que duró tres años fue minándolo todo. La reputación, esa palabra maldita. Por culpa de una enfermedad llamada depresión y estrés, eso decían mis bajas laborales. Estrés no… angustia, traducía el médico a un estado de nervios que me imposibilitaba. Ataques de pánico diarios, por ejemplo.

No tenía ganas de vivir, sobrevivía porque cuando me encontraba mejor, volvía al trabajo hasta que recaía. Creí que dejar de fumar solucionaría el problema. Me costó un mono como los de Trainspotting, pero fue en balde, empecé a trabajar y al primer obstáculo grande, necesité el falso apoyo de la nicotina.

Lo del tabaco viene a cuento, porque ese sí es mi suicidio lento, seguro, implacable, un minuto menos de vida a cada uno que enciendo, dejo de vivir una semana por cada otra intoxicada.

Razones para vivir… en su día hice una libreta con ellas. No la acabé, era la libreta anti-suicidios para los malos momentos. No tuve que abrirla. Aquí la tengo, inacabada. Pegué muchas fotos, de mi familia y mis amigos. Escribí diálogos ficticios donde se me daba un empujón a la vida. Me lo daban ellos, mi familia sanguínea y mi familia real. No la he necesitado en Madrid, aquí no me suicido, y me siento victoriosa.

Victoria, vida.

He experimentado la euforia del enamoramiento y la del sexo. Me hizo subir. No era yo, era la hipomanía. Cuando me di cuenta, ya había gastado cierta cantidad de dinero pero sin endeudarme, quizá por ese detalle no supe que algo no andaba bien. Es difícil darse cuenta de que uno está contento y feliz. Lo vive, lo disfruta, no se para a analizarlo.

He oscilado de nuevo, al alza, pero el péndulo no me he hundido en la depresión. Creo que este clima no me deja, directamente. Y vivo en un piso tan soleado que fotosintetizo sin salir a la calle. Salgo, poco pero salgo, ahora más porque el sol ya no castiga.

Me entristece pensar en que he de sacrificar mucho para conservar mi estabilidad. He de huir de lo que me euforiza. Los hombres… la pasión. Me cuesta aceptar la idea de castrarme, todo por no subir.

No es una vida triste, sí lo es solitaria, pero he aprendido a estar en paz conmigo misma, yo que no me soportaba, y ahora, por decirlo de algún modo, “me disfruto”, me acepto, me he serenado y lo que me quede de vida tendré como amiga a la que aparece en el espejo, algo que nunca creí fuese posible afirmar.

Creo que tengo residuos de la depresión, de haber vivido demasiados años en depresión, a veces llamada distimia, con breves períodos hipomaníacos “de descanso”. Todavía he de aprender a vivir, en un mundo en el que las emociones están sujetas y controladas, y yo he de ser la primera en mantenerlas bajo control.

He aprendido que si bajo la guardia, oscilo. Pero no puedo ni quiero estar en permanente autoanálisis, como quien se mira compulsivamente las espinillas del cutis. Supongo que con el tiempo, habré mecanizado ese proceso y sí me daré cuenta inmediatamente de que subo o bajo sin estar pendiente de ello.

Lo que me mantiene viva, supongo, es pensar a veces que “vivimos de prestado”. Que no puedo renunciar al milagro que soy, que mis padres diseñaron. Que debo aprovechar y desplegar mis dones, que algo tengo que aportar a los que comparten el camino conmigo, mis amigos, mi familia, y ellos a mí. Que todavía me queda mucho que aprender, y hacer, no como antes, como ahora, y lo que me mantiene viva es el estar reconstruyéndome.

Creo que no he contestado al enunciado en mil palabras. Este tío me lo ha puesto difícil, me cateará y tendré que hacer otra composición.

P.D. Una historia estremecedora y real: en 1972 un avión se estrelló en los Andes. Leí el libro muy joven, y después vi la película... por supuesto, me quedo con el libro. Para los que no conozcan la odisea, han pasado 30 años ya, recomiendo esta página, y su sección de fotos.
http://go.to/milagrodelosandes

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