Antecedentes: bipolares con problemas
Escrito en Madrid sin fecha, antes de hacer la maleta
Subastamos bipolar en problemas. En las culturas esclavistas, perdón por haber visto películas de romanos últimamente, al esclavo se le presenta lo más sano que se puede.
Supongamos que el bipolar sabe que está en la cuerda floja. Que en cualquier momento necesita una red, porque la ha echado en falta dos noches ya, dos de pesadillas despierto. Es la tercera noche, y tiene miedo. Es la tercera semana de sentirse en este punto: duerme bien dos días, luego vuelta a empezar. Hace poco tuvo una nochecita con paranoias de la que se recuperó no sé bien cómo, eso sí, con esa preocupación del qué podría pasar si se repite.
Dónde se han metido todos mis amigos ahora, se pregunta. No a los bipolares, sino a los de toda la vida: ¿a quién llamo si no me encuentro bien?. Si hay que llevarme a urgencias, o simplemente necesito compañía para no caer en los abismos de mi mente, como cuando se me va la pelota. Y me pasa cuando no duermo. No tengo cadena, red de apoyo real. ¿Qué haré si otro insomnio me mata?
Sí tienes cadena, amigo. Yo soy parte de ella, sólo que no tengo llaves de tu casa, ni tú de la mía, pues no vivimos cerca. Aunque yo sepa cómo estás, debes darme el teléfono de alguien, o no podrás recibir ayuda por mi parte.
Henri (indeciso entre su agenda): bueno... está mi amiga A.
Blue: pues dame el teléfono de A.
Henri (titubea): espera, debería avisarla primero, además hay que contar con la cortesía [de no ir dando teléfonos por ahí].
Blue: ¿Sabe ella lo que tienes, quiero decir, lo que vas a pedirle, en realidad?
Me refiero a los peligros que puedes correr en crisis, no a que tomas pastillas y eres el más bondadoso y carismático de sus amigos. Eso ya lo saben todos. Pero hay que estar informado sobre el TB, y hay que hacer el trabajo sucio de decir verdades cuando se te ve mal y tú no lo notas. A nadie le gusta escuchar cómo puede ser el lado oscuro de las cosas, el que más tememos. Luego, si las cosas van como fueron una vez como mínimo en el pasado, será otro golpe oír ese "quisiste llamar la atención". Es preferible tener una red que te diga en un momento dado, por mucho que joda: "ve al psiquiatra". Incluso, ser acompañado a la consulta, pues cuando uno está mal, ya se sabe que cuesta mucho.
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Qué hubiese sido de mí sin red, hace ya cuatro años. Cómo olvidar aquél día. Blue en urgencias, sin orgullo ni estima, ni por su vida. Mariló la ha llevado como a un corderito.
Mariló: dame el teléfono de tu madre.
Blue: no, está fuera de Barcelona. No puede hacer nada y no quiero que se preocupe.
Mariló: pues el de tu hermano.
Blue: paso.
Mariló: BLUE AHORA MISMO ME DAS EL TELÉFONO DE TU HERMANO.
(El resto de la historia ya se sabe: primer ingreso por haber estado a punto de matarme. Del 2 al 13 de septiembre de 2004).
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Me pregunta Myriam si he empezado "la guardia nocturna". Qué jocosa, me hace reír mucho hasta de la desgracia. Pues sí, la empiezo por mí y por el otro. Mis insomnios se cobran hipersomnias, no los de él. Este veranito no nos está resultando muy fácil a estos dos, a Henri y Blue.
R. me ordenó un día que le diese el teléfono de M. No rechisté. Si alguien sabe que estoy mal, a ella deberán llamar. Ya sabe que poca gente lo tiene, pero creo que M. está tranquila, aunque no para de pedirme señales de vida. La última vez que me vi mal les endosé la botica en custodia a esta pareja de amigos. E informé a mi red del hecho, para que estuviesen tranquilos. M. es el punto más fuerte de mi red: tiene llaves de mi casa.
En el extremo más grave del asunto, la cosa puede ser tan importante como intentar salvar una vida. Si a uno le queda una neurona, lo hará saber a quien se lo tome en serio, no al ignorante que cree que lo nuestro es psicológico y que el suicidio no es más que llamar la atención, es decir, joder a todo el mundo. De ahí que no todo el mundo pueda ser parte de tu cadena o red de apoyo. Conocer a la enfermedad, y a ti, y a ti+síntomas.
También tienen el teléfono de mi madre. Y yo tengo el del marido de otra amiga bipolar que me lo confió, y de alguna madre y hermano más. No quiero contar los teléfonos que tengo, pocos y de poca gente, sólo de quien sabe que quizá se me confiaría ese estoy en las últimas, que no siempre es consciente y expresado con tanta amargura. Claro que es más fácil dar alarma cuando alguien está muy deprimido, que cuando se sube a los mundos terroríficos del polo I. Eso creo ahora mismo, aunque quizá he opinado lo contrario en otra ocasión. Qué más da, hay que actuar de todas formas.
Quien ha estado cerca, muy cerca, da teléfonos aunque no se los pidan. Ahora estoy esperando a que A. consienta en que una desconocida tenga su número. Quiero que así sea, es una responsabilidad pero un deber con un gran amigo. Espero (y desearía) que M. piense lo mismo de mí.
Me tranquiliza saberme miembro de redes. Estoy convencida de que funcionan, lo he vivido en mi carne. Y me esperanza, aunque sea duro hacer las llamadas. Habré asistido entre comillas a algún ingreso, pero todavía a ningún funeral.
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Tampoco olvido el día que recibí la llamada de su pareja.
Pareja: ¿Hablaste ayer con Henri?
Blue: sí, ¿qué ocurre?
Pareja: que está en el hospital, le llevó una amiga ayer de madrugada. Han tenido que hacerle un lavado de estómago, y queremos saber qué le ha pasado.
Nada me contó esa noche. Cuando le dieron el alta, supe que había sucedido de golpe, que se le fue la pelota. Lo pasé tan mal, me sentí tan impotente. Pero ni él lo sabía, lo hizo en un impulso raro. Mucho después, reconoció que había bebido esa noche. Relaté ese suceso en el blog en su día, muy impactada y emocionada.
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Empieza "la guardia", el vivir de noche o sinvivir habitual este verano. Veré alguna película, o la serie de romanos, como estos días atrás. No me siento alarmada ni espero que se me llame, pero hemos acordado que lo hará si se encuentra mal. Esa es mi tranquilidad, de hecho. Aunque no tenga el teléfono de la amiga A. Por si él no lo recuerda, tengo el de sus padres. No me lo perdonaría nunca, o sí. Mejor prevenir que enterrar, pues no sé a qué viene eso que he leído (o no, por omisión o simplificar) o se dice de que en estado maníaco no hay suicidios.
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P.D. Así estábamos antes de encontrarnos. Y a fecha de hoy sé que está valiendo mucho la pena permanecer juntos. Ayer Henri me dijo: por teléfono hubiese sido jodida la cosa estos dos días: tú mal allá, y yo peor aquí, uff. Me llamó un familiar y noté tranquilidad en el hecho de saber que tampoco estoy sola. También empiezo a recibir mensajes del entorno de él al respecto. Creo que nos sentimos más seguros, amparados, comprendidos, escuchados. Me siento mejor de ánimo ya, y lo sé porque estoy escribiendo de nuevo. Eso me da fuerzas para apoyarle ahora. Acaba de informarme de su visita al psiquiatra.
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2 comentarios
lectora habitual -
Un saludo.
xord -