Cuadernos de Barcelona, domingo 19 de julio: aburrimiento en casa de locos
Las primeras horas del día pasan rápido. De 6 a 7,25 me he aburrido tan sólo un ratito. Me falta Internet, cómo no (...). Ayer pesqué -de la poca publicidad que quise aguantar- un anuncio de dispositivos portátiles para gente como yo que sólo quiere un momento durante unos días (...)
Ayer, comida con Marilo y R.; hoy, comida con mi hermano, cuñada y sobrino. Y el lunes, semana normal así entre comillas.
Imposible salir de viaje con estos horarios y esta salud. Por la mañana bien, me levanto pronto, de acuerdo. A media mañana durante un momento se me escapan las fuerzas, pero me sobrepongo. Lo malo es después de la comida: me llama una siesta que no hago, y a partir de ahí, sueño hasta que es la hora de dormir. No se puede uno ir por ahí con medio día “bueno”. No se puede contar conmigo. No es ninguna novedad, por mucho que ahora sea ésta la razón y no una depre. Salgo más a la calle, pero con gran inseguridad. No me gusta ir sola. Ahora así lo digo, ya no el que me aburro sola. Por eso no puedo ir a los médicos. Ni a ninguna otra parte, no sola.
El jueves tengo psiquiatra. Ya sabe qué hay antes de entrar, para eso le envié un mail. Rezo para que no me cambie a otro fármaco (...) [Pero] sólo puedo hacer que obedecerle.
Debí resfriarme en el tren. Estos aires acondicionados me matan hace años. Debería pedir hora al médico para que parase cualquier atisbo de bronquitis o a saber, pues toso más que ayer. El teléfono para pedir cita es un 902, al igual que en Andalucía. Vale la pena pagar esa llamada, pues nunca comunican, y te atienden al momento. Nada de llamar a un ambulatorio con los funcionarios saturados que no pueden coger el teléfono o el siempre frustrante ti-ti, ti-ti...
Me queda una semana aquí. Todavía no echo de menos mi casa de Málaga. Eso quizá cambie hoy mismo, por qué no, pero sigo teniendo una ilusión al día. Conmovedor. Ayer me encantó subir a ver el anillo olímpico. Madre hizo fotos, también más tarde en el Tibidabo. En alguna, el trío Mariló R. y Blue no están del todo mal.
Desde los miradores y en los circuitos en coche se aprecia cómo esta ciudad cambia, tanto que a veces no la reconozco. No sé si me gusta, quizá más bien no. Claro que hay que renovarse, pero todo lo nuevo me resulta ajeno. No me pertenece. Quizá sea la razón por la que tampoco la casa de mi madre ha dejado de atormentarme con recuerdos. Es lo mejor de esta estancia.
Bruce está de gira, y yo sin enterarme hasta que vi el cartel de Sevilla. Esto me pasa seguramente por no hacerme admiradora de su página en Facebook, lugar virtual que no me entusiasma (Blue está allí pero ni siquiera acepta amigos, ya diré la razón). Lo de no ver la tele a veces tiene su precio, porque tampoco leo la prensa electrónica tan a fondo. Ya no recuerdo cuándo dejó de interesarme “el mundo”, porque no soportaba ver los telediarios ni la publicidad. Es triste, a veces. Pero no sostenible para el alma el hecho de llorar ante alguna noticia que en teoría es para todos los públicos. (…)
Hace un rato rompí una taza, la del primer café a las 7. Pero qué manazas, qué patosa, qué tonta por no fijarme: ya me advirtió Marilo hace poco de este gran defecto. Por si acaso, he cambiado de cenicero, no sea que rompa también los preferidos de mi madre.
Escribir no es terapia, es alejarme del aburrimiento. Estas líneas sí son del diario personal de Blue. Dudo que ayuden a alguien, pero las bipolaridades, sin estar ahí en primera línea, son mi sombra, y ésta mi vida cotidiana.
Acostumbrada a vivir sola, la convivencia siempre es difícil. Negociar, ceder, aguantar y que te aguanten. Disfrutar también de aficiones comunes, reír incluso. Si me gustase la TV sería más fácil convivir conmigo. Pero si tengo con quién, preferiría una partida de cartas o dominó.
Las 8. Espero ahora a que Madre, despierta ya pero descansando, asome. No le gusta que madrugue, se nota. Pero soy incapaz de quedarme quieta en la cama. Se me iría la cabeza a lugares desagradables, seguramente. Leer se me hace difícil todavía, aunque ayer tomé un libro y unas páginas sí cayeron. Compraré ese clásico cuando esté en casa. Machado.
Dos horas después. Llevo una hora ya escuchando a los Dire Straits gracias a un amable vecino, que sigue con ese disco de éxitos desde hace la friolera de cinco años por lo menos. No me lo puedo creer (...) yo cambio mis canciones-mantra periódicamente.
Quizá esa música me haya saturado. Contraataco con Bob Sinclair, con lo que esto ya parece una casa de locos.
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Imagen: http://www.geocities.com/veleta3398/fotos/tibidabo1.jpg
1 comentario
try -
He tenido blogs y profiles y he tenido que suprimir el derecho de que me escriban comentarios porque se lo molesto que es que te insistan en poder comunicarse contigo de manera más personal pero eso entiendo perfectemente si te niegas, yo seguiré leyendo tu blog, pero ojalá puderamos conocernos por mensajero instantáneo.
con cariño
eliza