Trabajar
Quiero trabajar.
Quiero experimentar esa sensación de sueño que todavía colea al llegar.
Experimentar como un gusanillo la sensación de novedad (¿qué nos deparará el día?) cuando entro por la puerta de la oficina.
Sacar la tarjeta que abre las puertas y registra mi presencia en el edificio y las horas que paso en él.
Saludar a la gente en el ascensor.
Encender el PC, leer en el correo electrónico los marrones nuevos del día.
Tomar un café con los del departamento y cotillear.
Arremangarse y atacar, sin anillos, estar absorta en lo que hago.
Recibir instrucciones contradictorias.
Hacer y recibir llamadas. Actualizar hojas de cálculo. Elaborar informes.
Comer galletas de alguien que celebra su cumpleaños.
Acudir tarde a una reunión, como todos.
Poner 10 euros para la colecta del regalo de turno, parece mentira cómo cada mes se casa alguien o tiene un hijo.
Comer de menú en un restaurante cercano.
Hablar de trabajo durante la comida. Poner verde a alguien, fundamentalmente al jefe o al jefe de al lado que nos hace la puñeta.
Sentir la ñoña por un momento antes de levantarse de la mesa, y desear no tener jornada partida.
Llegar la hora de salir y cerrarlo todo corriendo antes de que te caiga un marrón nuevo.
Hacer horas extras.
Ir al gimnasio con un compañero de trabajo, uno arrastra al otro.
Volver a casa, el descanso del guerrero.
Y mañana, más.
Y a final de mes, la libreta actualizada con la nómina.
Y vacaciones, negociar los turnos con los compañeros.
Volver de vacaciones renovada y aclimatarse de nuevo, porque siempre hay cambios.
Y los puentes. Valorar si la carga de trabajo los permite.
Y la cena de Navidad. Barra libre y desfase total, una vez al año dejar la cara de trabajar y desfasarse de una forma no vista antes. Por suerte, el jefe también estaba por la labor y hasta tiraba tejos.
***
Trabajaba, sí, antes. No desde que se me declaró el TB. Esto ahora es nostalgia, y no sé si algún día podré volver a hacerlo. No con ese ritmo, de diez horas diarias, eso seguro que no porque el estrés me mata, y me mató en su día.
Para Pau, que se interesa por mi trabajo, sólo le puedo ofrecer esta "foto" mental del pasado en mi última empresa.
***
Sigo posteando mucho, porque dentro de poco, poco podré hacer, tendré otros asuntos y al no trabajar, no podré conectarme desde la oficina como antes. O tiraré de cyber, porque recibo muchas cartas ahora y si alguien se ha tomado la molestia de escribirme, yo me la tomo con gusto para contestarle.
Quiero experimentar esa sensación de sueño que todavía colea al llegar.
Experimentar como un gusanillo la sensación de novedad (¿qué nos deparará el día?) cuando entro por la puerta de la oficina.
Sacar la tarjeta que abre las puertas y registra mi presencia en el edificio y las horas que paso en él.
Saludar a la gente en el ascensor.
Encender el PC, leer en el correo electrónico los marrones nuevos del día.
Tomar un café con los del departamento y cotillear.
Arremangarse y atacar, sin anillos, estar absorta en lo que hago.
Recibir instrucciones contradictorias.
Hacer y recibir llamadas. Actualizar hojas de cálculo. Elaborar informes.
Comer galletas de alguien que celebra su cumpleaños.
Acudir tarde a una reunión, como todos.
Poner 10 euros para la colecta del regalo de turno, parece mentira cómo cada mes se casa alguien o tiene un hijo.
Comer de menú en un restaurante cercano.
Hablar de trabajo durante la comida. Poner verde a alguien, fundamentalmente al jefe o al jefe de al lado que nos hace la puñeta.
Sentir la ñoña por un momento antes de levantarse de la mesa, y desear no tener jornada partida.
Llegar la hora de salir y cerrarlo todo corriendo antes de que te caiga un marrón nuevo.
Hacer horas extras.
Ir al gimnasio con un compañero de trabajo, uno arrastra al otro.
Volver a casa, el descanso del guerrero.
Y mañana, más.
Y a final de mes, la libreta actualizada con la nómina.
Y vacaciones, negociar los turnos con los compañeros.
Volver de vacaciones renovada y aclimatarse de nuevo, porque siempre hay cambios.
Y los puentes. Valorar si la carga de trabajo los permite.
Y la cena de Navidad. Barra libre y desfase total, una vez al año dejar la cara de trabajar y desfasarse de una forma no vista antes. Por suerte, el jefe también estaba por la labor y hasta tiraba tejos.
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Trabajaba, sí, antes. No desde que se me declaró el TB. Esto ahora es nostalgia, y no sé si algún día podré volver a hacerlo. No con ese ritmo, de diez horas diarias, eso seguro que no porque el estrés me mata, y me mató en su día.
Para Pau, que se interesa por mi trabajo, sólo le puedo ofrecer esta "foto" mental del pasado en mi última empresa.
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Sigo posteando mucho, porque dentro de poco, poco podré hacer, tendré otros asuntos y al no trabajar, no podré conectarme desde la oficina como antes. O tiraré de cyber, porque recibo muchas cartas ahora y si alguien se ha tomado la molestia de escribirme, yo me la tomo con gusto para contestarle.
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