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Carne de Psiquiatra -Trastorno Bipolar

La famosa entrevista con el psiquiatra: Blue al otro lado de la barrera

La famosa entrevista con el psiquiatra: Blue al otro lado de la barrera

Qué leches hago yo, que no soy ni mucho menos la paciente ideal. Sólo intento cooperar, y en ese intento, preparo mucho una visita, demasiado.

Este post en realidad podría llamarse: "Mi vida, a examen". Es lo que mejor lo define.

Podría citarme mucho desde este post antiguo:

http://carnedepsiquiatra.blogia.com/2005/012503-terapia-i-entrevista-con-el-psiquiatra.php

Lo que yo hago, no tiene por qué ser lo correcto, pero a mí me funciona, o me aclara mucho las ideas, muy importante para esta cabezota que se va por las ramas. En primer lugar, contarle mi vida de forma atropellada, como hacemos todos cuando por teléfono se nos pregunta cómo estamos, no sirve. Porque en nuestro discurso cotidiano se aprecia siempre mucha paja y poca cosa digna de "subrayar", ¿no te ha pasado a ti nunca cuando hablas con fulanito y vas apartando el auricular de vez en cuando? Por ahí va un poco lo que hago: subrayarme.

Tomar nota de lo que a él le puede interesar, no a mí. O a mí me interesa, pero al menos, la cosa se queda en una línea y no en un monólogo que acapare la entrevista como si fuese mi único problema.

Ejemplo cotidiano: me gusta un tío que no me llama hace una semana. Estoy absolutamente neurótica con el tema. Si en el tiempo que dura la entrevista, sólo hago que hablarle de ello, estoy perdiendo no sólo mi tiempo sino el suyo. Estamos hablando de un psiquiatra, no de un psicólogo. Creo que al psiquiatra le diría una vez más que me sigue afectando demasiado el rechazo. Me gusta un tío, pero él tiene perfecto derecho a que yo le deje de gustar; por qué hago un problema de eso, ese sí es mi problema, sin extenderme demasiado con detalles. ¿He reaccionado a eso con un insomnio? Lo tendré apuntado, quizá, en alguna parte: pues se lo cuento.

Ejemplo cotidiano: estoy pelada de pasta. Antes de lamentarme y llorar, lo mejor que puedo hacer es preguntarme por qué. Ah, me he pasado con las rebajas. Lo que debo hacer es abrir el armario y decidir qué compré por necesidad, y qué por capricho. Lo que le diré al psiquiatra no es que estoy arruinada, sino que hice compras compulsivas. Sin extenderme demasiado en qué, con una cifra en euros bastará. No valdrán justificaciones, aunque haya engordado he de ajustarme a un presupuesto y no comprar mi autoestima con objetos.

Ejemplo cotidiano: voy todo el día medio agilipollada, o bueno, en realidad, por las mañanas, no exageremos tampoco. Esto lo saco fácilmente de mi cuaderno de rutinas, y me apesta a efectos secundarios. De esto, sí he de hablarle, y él me hará otras preguntas. Insistiré en que ello afecta a mi calidad de vida y bastante. Quizá sea un tema de medicación. ¿O tiene que ver algo el que esté durmiendo a deshoras?

¿Cuáles eran mis obligaciones desde la última visita? Porque él me las puso, de dos tipos: 1. Me cambió la pauta, ¿la he seguido bien, o metía mucho la pata en ese acostumbrarme a las dosis ascendentes y descendentes? Es cosa mía, y si es mi error, debo decírselo. 2. Me aconsejó sobre hábitos concretos en mi rutina: le hice algún caso, di algún paso, ¿o todo quedó en buenas intenciones por mi parte? Hay que confesar.

Hay que ser muy autocrítico y darse a uno mismo el aprobado o el suspenso en "lo que hay". Si no, no hay esperanza para avanzar, te estrellas una y otra vez con el mismo muro.

Claro que me preguntará cómo estoy desde la última visita. Precisamente, hoy me encuentro bien. Qué casualidad. No seas gilipollas tía, hoy me encuentro bien pero, ¿cómo estaba ayer, cómo estaba la semana pasada? Pensando en que no levantaba cabeza. Pues eso le he de decir. Que tengo más días regulares que buenos, más malos que buenos, pero, oh, menos malos que antes.. es difícil valorar eso pues siempre recordamos mucho más los malos.

Quizá que tengo un bajón a diario por las mañanas tras tomar la medicación. Claro, como en ese momento mientras me lo pregunta no lo recuerdo, él pensará que nada de eso sucede. Si no se lo cuento, ¿lo ha de adivinar? Luego me diré y publicaré ante el resto ademas que este tío no se entera y que "la medicación no me hace nada".

No me he de arreglar para ir a verle. Si llevo tres días sin ducharme, lo suyo es que lo admita. Él se va a fijar hasta en si me he hecho la manicura o no. No es una cita, una va con los pelos que tiene. Mejor que no tengas una madre achuchándote para si has de ponerte esto o lo otro. La elección del vestuario tiene mucho que ver con el estado anímico. Mi caso: o voy pija, o voy hippie, depende de mi ánimo, por supuesto, y la entrevista es mía, no de quien me aconseja cómo ir.

La responsabilidad es mía. No sólo no hay nada que ocultar, sino que lo que oculte va en contra de mis intereses. Mis intereses, mi sueño: estar bien, llevar vida normal, más o menos "como antes".

Lo que hago al respecto, repito: tomo nota de todo. Desde el día siguiente a la consulta. Anda que no tuve material para escribir en esta última, sólo con la aparición de efectos secundarios por todas partes. Tampoco es cuestión de estar todo el día mirándose al ombligo, basta con anotar anomalías grandes tipo días con crisis, días de insomnio, si estoy broncas con las broncas o conciliadora y tranquila.

Tengo mini-ciclos en mi ánimo, mis emociones enfermas. Los más evidentes, los que se derivan de las hormonas. A veces pienso que mi único día bueno anímico es el que me baja la regla. Esto ya lo sabemos todos, pero tomo nota igualmente, porque lo mismo tuve una crisis y eso lo explica todo. Le comentaré que tuve esa crisis, con esos síntomas, y que él decida si es un hecho puntual, o ... ¿tuve más crisis, ese mes? Es el momento de vomitar eso, cuándo, y si hay un por qué. Y si hice algo incorrecto en esos momentos: quizá me automediqué a la desesperada. Si esto es un poco cotidiano últimamente, ¿puedo tener un extra pautado?

Puede que esas notas estén en varios lugares: cuál ha sido mi vida en el mes, dos meses, o tres, que han pasado desde mi última visita. He de subrayar mi propia vida en ellos. He de coger otro folio donde sólo transcriba esas frases subrayadas. Quizá un día importante esté en un mail a un amigo, en un sms donde decline una invitación. Quizá un vistazo a mi casa me diga que está demasiado desordenada o sucia últimamente, y de ese hecho pueda subrayar que me importa un bledo lo que antes me importaba.

Y si mi casa ha dejado de importarme, ¿qué me importa ahora? De nuevo, échale un vistazo a lo que te rodea. ¿Estoy saliendo a pasear kilómetros, por fin? Díselo, díselo. ¿Estoy en plan monje, estudiando a los místicos? Díselo, díselo. Por cierto, ¿por qué puede ser que ahora no escuche música?

Échale incluso un vistazo a la nevera: ¿está desapareciendo el chocolate? Esto sí es digno de ser subrayado. ¿O ahora me da por comer aperitivos a todas las deshoras? También hay que decirlo. Con mis antecedentes de comilonas nocturnas, cosas de los efectos secundarios, cualquier cosa al respecto importa. Si puede haber ansiedad en esas conductas, ahí puede haber un cambio en la pauta de mi interés.

¿Estoy sociable? Ahora reparo en que tengo el teléfono de adorno. Lo apuntaré, porque ahí sigo igual que en la otra visita. Tenga o no instrucciones al respecto, ¿qué me va a decir el psiquiatra sobre eso, mi vida privada privadísima? Que hace medio año hablaba por los codos. Vamos a ser objetivos: mi factura de teléfono me dice que hablo poco y mando mucho sms. Quizá entre los dos saquemos algo en claro.

Caótico, ¿no es cierto? Lo que me importa, lo que le puede importar. Quizá no le importe, pero sí contextualiza.

Hay que resumir ese caos. Porque yo le contaré, pero por muy subrayada que lleve mi propia vida, por favor, no hasta el extremo de analizar mis facturas de teléfono luz y gas. Otras cosas le van a interesar, y hay que dejar espacio en la entrevista para que él pregunte lo que le parezca oportuno, a eso vamos en realidad y sólo son pistas lo que en realidad damos.

Es ideal que esté algo informada sobre mi enfermedad, que conozca el nombre de un síntoma para razonarle que creo tenerlo y listarle de mi vida cotidiana cuatro cosas que lo apoyan. Porque sólo una de sus observaciones va a refutarlo. Yo no tengo razón, yo le cuento y él puede, porque es su trabajo, advertirme de que las cosas no son ni blancas ni negras en ocasiones. ¿En qué ocasiones? Recuerdo perfectamente mis síntomas depresivos en esas notas, y su diagnóstico no era depresión sino episodio mixto, cuando acababa su trabajo, y extendía la nueva pauta.

Mi trabajo antes de ir al psiquiatra es ser crítica con lo que hice y no hice, ser objetiva en cuanto a mis estados de ánimo y sus fluctuaciones en un período, no mi estado de ánimo de hoy. Le va a interesar que mi rutina del sueño se fuese a la porra por tres insomnios o por una juerga que decidí permitirme. O no, simplemente me va a recordar lo que debería saber ya, lo sé, por qué no lo cumplo, no he de relajarme en lo que sé y si a estas alturas tendré que escuchar de nuevo el ABC, me lo tendré que hacer mirar yo.

Y yo qué sé lo que le va a interesar. Quizá en su día le interesó y ahora ya no, si me conoce ya sabe de qué pie cojeo y lo de siempre, lo que yo subrayo, no le parezca relevante en ese momento. Pero yo he de seguir haciéndolo, tomando notas, eliminar la paja, contarle lo que en su día me puso al límite, o lo que cada día me impide hacer algo, ya veremos si son efectos secundarios o un síntoma de algo.

A veces los cambios de hábitos son tan paulatinos que al hacer ese examen autocrítico puedan sorprenderte. Quizá sea responsabilidad de uno hacer algo al respecto, ¿por qué hay que delegar al psiquiatra todo? Pero se lo dices, por si acaso.

Tu madre, que entre luego. Ella sabe mucho mejor que tú lo que te pasa, claro. Pero que entre luego, porque si tú tienes las cosas claras, si tú has trabajado esa entrevista, si vas con una actitud autocrítica y diciendo la verdad, lo que diga tu familia poco o nada ha de importarte. Es tu entrevista.

Por eso tengo ahí la libreta, para anotar lo que me digan. Mis notas ya son papel mojado en ese momento. Ya las retomaré para contrastar con las de la siguiente consulta. Ahora he de concentrarme en lo que sale de esa entrevista, nueva pauta, nuevas recomendaciones, notas sobre la medicación, lo que sea. De ahí he de partir y así volvemos al principio de este post.

Ejemplo cotidiano: tomo demasiado el extra que me has pautado para esas mini-crisis. Demasiados días, tres por semana.

Ejemplo cotidiano: ahora me ha dado por tener la casa como los chorros del oro y a hacerme comiditas de diseño.

Anomalía en vida cotidiana: me tomé una copa en una fiesta de cumpleaños. Esta duele, ¿eh? Lo de la fiesta de cumpleaños, hasta a mí me suena a justificación.

Un problema que puede tener el paciente: mi psiquiatra no me cae bien, no puedo contarle mis intimidades. El psiquiatra no ha de caerte bien, pero de eso podemos hablar en otro momento.

Sé lo que me juego en esa entrevista: mejorar. Por humillante que me parezca reconocer ciertas cosas, a él debo decírselas, como si fuesen secretos de confesión, pues hay un juramento hipocrático al otro lado de la barrera y seguro que tus vecinos saben lo mismo que lo que vas a contar, lo que haces y no haces, así que no jodamos.

Y mi psiquiatra sabe que si he hecho esta autocrítica y este subrayado, me enrollo como una persiana. Es más, llego a subir en plena entrevista, no estoy acostumbrada ya a que me peguen caña.

***

5 comentarios

Nono -

Lo he leído todo, Blue, como me indiscaste en tu correo. Me ha hecho recordar aspectos que tenía olvidados a la hora de encarar una entrevista, gracias.

Carne de Psiquiatra -

Hola Valerio,
no has cerrado la polémica, y es más, nadie la va a cerrar, porque si a uno le va bien la terapia, no seré yo quien te diga esto no es así.
Para mí no lo es. Estuve en una terapia de estas y no funcionó, no me aportó nada porque yo ya caminaba con un TB y nada en terapia explicaba por qué me suicidaba continuamente, la empecé por eso: doctor, dígame por qué quiero hacerlo antes de que lo haga.
Lo de la terapia cognitiva es lo que funciona para el día a día con la enfermedad. Conocerse a sí mismo, otro rollo, de acuerdo. Quién soy yo, pues cuando estuve mal no lo sabía, ahora más o menos.
Las crisis pasan, y el no tires la toalla porque "TODO PASA" es lo primero que se me quedó fijado cuando tras el diagnóstico entré en bipolarweb.

Yo obtuve el apoyo de dos grupos de afectados, al margen y paralelo al del psicólogo y psiquiatra: el virtual, y el cara a cara.
Recomiendo esos grupos de apoyo, y a veces, en algunos lugares, hay asociaciones en los que se da de forma no virtual, también es muy bueno que nos acerquemos a los veteranos allí, en persona.

Valerio -

Blue,
eres muy taxativa respecto a que el psicoanálisis está contraindicado. Yo sigo terapia Gestalt, que también es interpretativa y cercana al psicoanálisis, llevo un año largo y pienso que me está ayudando a superar viejas pasiones adolescentes, viejas costumbres en las que estaba estancado.
Me explico: el bipolar se ve entre dos abismos, y en medio de ambos tiene que determinar el "quién soy yo". Qué hay de perdurable y qué de pasajero en uno mismo. Para cualquier persona es una pregunta difícil, y más aún para un bipolar.
Creo que en el fondo el psicoanálisis es duro para cualquier persona; es como la hora de la verdad, verte solo, limitado, vacío... Son sensaciones que a menudo me vienen.
Bueno, no sé, en mi caso el psicoanálisis me ha ayudado a entender el sentido de cada acción, que no todo sucede por azar. Y respecto a las crisis, mi psicóloga me insiste que debo dejarlas pasar, no mirarlas fijamente, porque hay muchas cosas que escapan al autocontrol. Utilizó una metáfora que me gustó: como cuando vas en tren y ves pasar los árboles, pero no sigues ninguno con la vista.

(Y me da la sensación de que no he cerrado ni de lejos la polémica sobre el psicoanálisis, jej)

Carne de Psiquiatra -

Hola,

el día que me dé por publicar un fragmento de alguno de mis "cuadernos de rutinas y bipolaridades" más de uno se va a partir de risa. Es muy útil, en plan informal, nada de esas gráficas de ánimo.

El psicoanálisis está contraindicado. Conocerse a sí mismo es un proceso paralelo al de conocer la enfermedad, y de nada sirve conocer lo que uno era, he pasado por ello y nada explicaba mis problemas bipolares, entonces sin diagnosticar.

¡Que te salga un buen informe!

Valerio -

Dos asuntos,
en el link al anterior comentario, en el libro de visitas se habla de que el psicoanálisis está contraindicado en el TB. Mi actual psiquiatra piensa que no es así, pues un buen psicoanalista te ayuda a conocerte a fondo. Lo malo es que una persona que sufre fluctuaciones fuertes en el ánimo puede acabar teniendo miedo de fluctuar, y por tanto puede acabar ocultando algo sus sentimientos y enmascarándolos de mil maneras: con un exceso de trabajo, por ejemplo. Por eso quizás no sea malo que buceemos un poco en nuestro interior.
Pero mi psiquiatra dice que, a diferencia de otras enfermedades mentales, la bipolaridad es algo muy mecánico, que si se controla con la medicación, nos permite llevar una vida normal. Que no hay que buscar excesivos misterios en el fondo de un BP. Es algo mecánico, de origen físico en gran medida.
El otro asunto es que me ha parecido muy acertada tu manera de enfocar las visitas al psiquiatra. A menudo me pasa que salgo de la consulta sin siquiera haber mentido, pero con la sensación de que han quedado cosas en el tintero... O que el médico no me ha calado bien. Ahora mismo voy a empezar a preparar esa visita que tengo que hacer el jueves que viene.

Un saludo.