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Carne de Psiquiatra -Trastorno Bipolar

Polònia, día 3: connivencia

Polònia, día 3: connivencia

En efecto, hay que estar majara, o dicho de otra forma, ser "uno de los nuestros" para comprendernos algo, y no siempre.

 

Se dice que (¿gracias al trastorno?) tenemos algunos dones, o capacidades, que sobresalen de la normalidad [me refiero en un paréntesis a esos famosos, esos genios que tuvieron trastorno bipolar, o esquizofrenia, qué sería de nuestra cultura sin sus aportaciones]. No destaco en artes ni ciencias, pero mi cerebro también es diferente. Si mi capacidad reside en ponerme a escribir mientras estoy empanada, pues eso tendrán que analizarlo cuando me diseccionen el cerebro. También puedo mantener una conversación telefónica sin que se note demasiado el globo, pues para eso sobrevivo cada día con el tema. Y Madre se extraña, mi actividad cerebral no cuadra con la corporal: esos ojos medio abiertos, ese andar sin equilibrio. Tampoco puedo realizar otras tareas que requieren neuronas. Es muy raro, yo estoy acostumbrada a mí pero ¿por qué deberían los otros? Vivir sola oculta estas cosillas.

 

Hoy me he quedado sola en un apartamento sin manual de instrucciones completo. Ya no recuerdo esta casa, cómo funciona, porque la gobernaba mi madre, que me apartaba de las tareas bien porque yo no me encontraba en condiciones (recordemos: viví aquí porque estaba desestabilizada y drogada por el tratamiento), bien porque la reina de la casa es quien organiza. Y porque ha pasado mucho tiempo, dos años y dos meses, y lo antaño cotidiano (no sabía encender el fuego) se olvida también.

 

Sí recuerdo esa, mi, habitación en la casa familiar, hasta en mis pesadillas a 600 km y 600 m sobre el nivel del mar. Mi meta, cabezonería pura quizá, es reconciliarme con ella: aquí grité de desesperación, lloré de impotencia hasta rabiar, y aquí incluso "me maté": todo eso, no se olvida. Quizá deba quemar esas sábanas y reemplazarlas, quizá cambiar la cama de lugar. Le estoy dando vueltas al asunto, porque no puede ser que enferme sólo por estar entre estas paredes. Demasiados recuerdos. Estoy recibiendo consejos de amigos sobre el tema, que transcribiré en un próximo post.

 

Lo mejor: ya tengo un esbozo de las notas para el psiquiatra. De hecho, ahora puedo describir mejor qué me pasa, pues se acentúa aquí. No toda la entrevista con él gira entorno a las pastillas. Si decide cambiar la pauta, quizá lo hará motivado por todo lo que le cuente acerca de mi vida cotidiana, lo marcado en el cuaderno de rutinas y bipolaridades y cómo me impacta en lo emocional, que es la segunda parte interesante. He de destacar algo en concreto: estar contenta, (y esto lo escribí en un folio que debo pasar a limpio aquí), no es ningún pecado, pero es raro que lo esté, como cuando llegué y me sorprendió esta Polònia. Hay grados, y estar contenta puede ser humano, o sobrehumano diríamos, para referirnos a lo patológico. Que yo esté alegre no es normal, es una anomalía, qué asco.

 

Ayer, una vez se me pasó el mareo, pude desplazarme en coche. A una comida familiar, cosas que también me han traído a esta ciudad. Mi sobrino me preguntó a qué me dedico (no comment). Después, un par de compras y al llegar a la casa, una desconexión de esas no programadas, inevitables, intensas, de dormirme antes de la hora de cenar. Desperté hacia la una de la mañana, hora en la que tomé las pastillas. Estas cosas no me pasan allí, nunca duermo siestas extrañas y menos porque el cuerpo se rinda de esa forma. Otra cita con amigas/os a la que no puedo ir, y ya van tres, pues una fue cancelada por el compromiso familiar. Hoy, la cuarta por la mañana tampoco pudo ser, y esta tarde hay otra, pero el cuerpo me pide dormir de nuevo: estoy muy somnolienta a pesar de haber dormido (esa siesta no cuenta) unas ocho horas.

 

Creo que esto me sucede porque mi actividad es más bien nocturna, esas cosas de los biorritmos. Llevo tres días forzándome a tener actividad en horas para mí tranquilas, de modo que cuando llega la tarde, ya me he saturado. Tengo ansiedad porque sí, porque toca.

 

Y a estas alturas me planteo que quizá hasta que no acabe con el psiquiatra, no estaré en condiciones de visitar a los míos, o que me visiten, como cuando estaba mal. Debo aclarar cosas y organizar una vida paralela aquí, sin rendirme a los cuatro días y volver a mi casa. Otra meta: sobrevivir a este fin de semana, incluso al siguiente.

 

Aquí todo es más fuerte, no existe la tranquilidad de mi castillo en Madrid, la convivencia es dura, y al verme más expuesta, todos los factores ambientales sean positivos o negativos me impactan sobremanera.

 

Convivencia ¿o connivencia?

connivencia. (Del lat. conniventĭa).

1. f. Disimulo o tolerancia en el superior acerca de las transgresiones que cometen sus subordinados contra las reglas o las leyes bajo las cuales viven.

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Imagen: primera de la serie que guardé del "pez" de Frank Gehry

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