Lo que sigue es la amalgama de las palabras del psiquiatra, del psicólogo y también en buena parte de amigos que me conocen.
He de salir a la calle una vez por la mañana, y otra por la tarde. Vale caminar una manzana (sin comentarios). Lo cierto es que se me ha de mentalizar mucho y persuadir incluso para sacarme a la calle a dar una vuelta, y no sé por qué sucede esto, pero así son las cosas.
He de hacerme la cama, cosa que en la vida... soy del sector contrario. Voy al dormitorio sólo a dormir, y siempre me ha dado igual. Me está costando horrores porque no me acuerdo, directamente.
Sobre dormir: controlar las horas, ir disminuyendo progresivamente. El cuerpo pide dormir más en depresión y eso hay que irlo cambiando poco a poco. Voy mejorando, aunque el coco muchas veces me pide guerra por las noches y luego me deja en coma durante el día.
He de moderarme en internet (a favor de la vida real), y en concreto en lo bipolar. Un paro en mi actividad en el blog que los lectores sin duda notan, pero es asimismo consejo por mi bien mental. Por ello apenas cuelgo fotos, porque encontrar lo que busco me supone un trabajo extra que no puedo asumir ahora. Con calma lo iré haciendo. Pido paciencia porque yo la estoy teniendo.
He de mantener la cocina limpia, sin pilas de platos. De esta manera el entorno resulta, para empezar, amigable para tareas de cocina. Para seguir, amigable a la vista: me sé de una que viene por aquí de vez en cuando a pasar esa inspección marujo-sanitaria en concreto, ja, ja.
He de doblar la ropa y meterla en el armario y los cajones. Nada de la silla donde todo se acumula, que ha sido al igual que la cama deshecha, mi costumbre. Doblar y planchar nunca han sido mi fuerte. El otro día me atreví con el cajón de los calcetines: puro desorden.
Tengo que relacionarme con gente, de nuevo preferiblemente fuera del ámbito bipolar. Cuando vaya mejorando de esas fobias irritantes. Pero nadie me va a apartar de Henri (de nuestras charlas al teléfono de una hora al menos dos veces por semana) y otros buenos amigos, que amigos son y si compartimos el trastorno, pues mala suerte, pero no pienso perder contacto.
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Estas orientaciones no pueden aplicarse de la noche a la mañana. Por ello las llamo "2007", y seguramente seguirán vigentes otro trimestre (o más, seamos realistas) del 2008. Me refiero por supuesto a conseguir el hábito, pues lo deseable sería que todo se automatizase e incorporase a mi forma de vida.
Sola no puedo tantas de estas cosas, está claro por todas partes. He de pedir ayuda, y si no puede venir de amigos, contratarla. A un amigo le puedo pedir que cambie una bombilla, digamos, pero no fregar el suelo: soy incapaz de abusar así, no procede si no tienes la gripe. La bombilla la puedo cambiar yo, pero si me subo a la escalera prefiero que el amigo sea el "jefe de obras" que mira desde el sofá vigilando que no me caiga. El otro día fui con la asistenta a hacer la compra. Los recados se me dan muy mal y deben acompañarme. No pasa nada, sólo que la gente tiene sus obligaciones y la amiga enferma cansa, cansa porque siempre es el quizá y el ahora no puedo.
Hay que persuadirla para salir de su cueva, hay que no atosigarla para que no se bloquee en esos momentos, hay que irla a buscar a su casa. Hay que entender muchos detalles pequeños que no voy a escribir aquí, que quizá comparta en intimidad, pero que hacen mi vida en solitario algo difícil. La ducha es vox populi, valga de ejemplo cotidiano.
De dejar de fumar, no se habla, no es el momento según los terapeutas (y oigo lo mismo desde hace 15 años). Sólo noto la ansiedad por eso, por lo que fumo, porque hace tiempo que no la siento en el cuerpo como un dolor y eso he ganado. Y es un gran avance para el trastorno de ansiedad, mi comorbilidad favorita.
En resumen: el orden en el hábitat ayuda a ordenar la mente. Acabar con esta desestructuración ambiental hará que mejore, sin cambios en el tratamiento farmacológico pues voy bien servida de antidepresivos.
Sigo presa de la abulia, algo que me ha sorprendido porque esta forma o síntoma de depresión nunca me había atacado. Pero la información es poder, y ahora que lo sé, no desespero. Todo pasa.
Por eso, lo más importante es que a pesar del bajón gordo de este año, una recaída para la que no estaba preparada psicológicamente por otra parte,
estoy tranquila:
NO SUFRO
No sufro, cosa que cuando he estado enferma pocas veces he podido afirmar. Puede que sí, que mi vida sea vegetativa en estos momentos, que no me satisfaga y a veces siento que envejezco sin más, pero me aferro a ella sin más problemas que los que procuran algunos malos ratos propios de la depresión. Sé que estoy bajo una enfermedad y es lo que hay. Puedo leer libros (no periódicos ni revistas de papel, han de ser digitales), puedo ver películas y alguna serie a fin de entretenerme, matar las horas en las que no tengo voluntad para nada más útil. Y ah, le voy a pedir a los reyes magos una bici estática en la que pienso hace mucho tiempo, de tercera mano me vale (nota privada para un amigo o dos que no saben qué hacer con la suya).
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P.D. Por tanto, que nadie sufra tampoco. Sé que hay amigos que pasan por aquí para saber cómo estoy. Quizá sea momento ahora para reiterar que esto no es mi diario íntimo, ni mis cuadernos personales. Estos posts de Cuaderno de rutinas y bipolaridades no son ni deben ser predominantes en el blog. Porque a veces cuelgo textos que tienen semanas, meses e incluso años, y no siempre advierto de su fecha. "Por lo que posteas te noto bien"... no es información real, no es el titular de hoy acerca de mi ánimo general. Por eso estoy llamando a mis amigos y conocidos últimamente. Si quieren saber cómo estoy realmente, les exhorto a que usen el teléfono. Así quizá quede algo matizado que el huevo frito del otro día no tuvo de anómalo más que resultar un desayuno fuera de horas y que tuve humor para ponerme música de la que me emociona.
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