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Carne de Psiquiatra -Trastorno Bipolar

Batallitas bipolares

ME PLANTO

ME PLANTO

De un borrador escrito en Barcelona el 21 de mayo de 2007

 

Es un ejercicio difícil para esta bipolar que ha vivido hasta el límite, el límite del

esto ya no es divertido, y

menuda hostia me he dado.

Recuerdo las noches DE MARCHA. A las 4 de la mañana, si el alcohol y el trance de la danza me habían dejado en estado hipomaníaco (lo habitual, el alcohol "me sube"), ni hablar de retirarse. Hasta el amanecer, hasta el vomitar, hasta el pasar el domingo en blanco por ese esfuerzo más allá del extra que le has pedido al cuerpo. Todo o nada: si se hace, ha de hacerse bien. Y en esas situaciones, significaba llegar hasta el fin, hasta los after hours, o por qué no, la fiesta seguía en casa, que es el mejor after de todos si tiene terraza, para seguir escuchando música. 

¿Acaso no cuesta conseguir que un niño alborotado se duerma? De nuevo el Todo: ahora que estoy bien, cualquiera me manda a la cama, sólo estar exhausta lo consigue y en hipomanía, uno es muy muy fuerte, tiene la energía de un niño.

La fiesta, también estaba en mi propia casa, antes o después de salir de copas. Recuerdo que tras la euforia del baile, venía una depresión de narices, en pocas horas de margen. 

Las retiradas son algo sabio. ¿Sabiduría? Eso no existe cuando vas como una moto, pisando el lado maníaco de la vida y disfrutando como nunca lo hiciste antes. Si "antes" fue hace pocas horas o días, ya podemos formular la hipótesis de un episodio hipomaníaco rigiendo tus actos.

. . .

Se acabaron las juergas nocturnas (para mí, ahora eso es ver una peli de madrugada un viernes o sábado). Pero vale lo que he relatado sobre el pasado para la misma sensación. Ahora empiezo a darme cuenta de cuándo empieza a llegar ese momento. A veces, porque sé que si me fuerzo, vendrá un ataque de angustia o de pánico, como se quiera llamar. Otras, porque es muy fácil para un bipolar pasar de la carcajada al llanto, y prefiero dejar de reír en un momento dado. Es difícil, ¿eh?

Me planto, es hora de retirarse del juego antes de que las cartas sean malas. He de volver de una puñetera vez a mi casa. Aquí todo es sobrio, serio, y me encuentro con ese yo serio, que también existe, al margen de la depresión y la hipomanía.

Estoy estabilizada, pero no hace falta una hipomanía para plantarse. A veces, la vida lo exige. Estar estable te da perspectiva acerca de la oportunidad de los momentos. Si estuviera deprimida, no podría plantarme porque no estaría haciendo nada para ello.

Qué raro me suena hasta a mí, pero sí, se puede ser serio, y estar a la vez esas otras cosas, extremos bipolares, por lo que recuerdo. Porque no se pierde la cordura, por eso. Si uno es serio por personalidad, pues la aparta a un lado cuando hay fiesta, pero luego la recupera. (Nota: esto lo he de trabajar más para otro post, no me queda claro).

. . . 

P.D. Ayer el tostón no fue premeditado del todo: hacía tiempo que quería ese post, pero preferí rescatarlo de mis escritos personales, así tal cual, sin refritos y en su salsa emocional. 

Para Josema: rebienvenido por estos lares seas, y muchas felicidades por haber regularizado tu situación. Te dejo un viejo hit de "nuestros tiempos" con el que me he despertado hoy, todo un misil: http://www.goear.com/listen.php?v=14f3087

***

Jornada de reflexión

Jornada de reflexión

Por fin asentada, en mi rutina, en mis horarios, clima y agua de Madrid... tenemos trabajo. La modificación de la pauta.

El psiquiatra hizo de hecho cuatro anotaciones: una subida de dosis, dos bajadas, y un fármaco nuevo. El resto de la medicación, se mantiene en dosis de momento. No es un desmelene la cosa, vamos.

Ahora no me siento muy bien para hablar del por qué de estos cambios. El caso es que son necesarios, y muy torpemente diré que dependen de mi evolución y de cómo los fármacos que estoy tomando actúan: funcionan, o no, para los síntomas que hicieron aconsejable su introducción en la pauta. Si no, cambiemos dosis. Si no del todo, probamos con otra cosa. Más o menos. Parece alquimia, sí.

Gracias a estos procesos ensayo-error desde mi diagnóstico, he tomado ya muchos de los medicamentos del catálogo, unos para lástima, esto no funciona, otros para bueno, aunque tenga estos efectos secundarios, he mejorado. Y se nota, hace muchos meses de tratamiento y no hace falta que tenga que ir a Barcelona para que mis cercanos digan que estoy mejor ("haces muy buena cara"), cosa que he oído con alegría por parte de varias personas estos días pasados. Alegría mutua... cómo nos hemos llegado a ver, desde luego.

Ayer empezaron "las fiestas": primer cambio, en la toma de la mañana. A mediodía siento náuseas. Estaré a poco más de un kilómetro de casa, pero debo volver en taxi. Y desaparezco hasta ahora del mundo. 

24 horas después de fuerte indisposición... he tomado de nuevo esa dosis matinal, y me siento algo recuperada para seguir con el resto. A ver qué pasa.

Qué mal me sientan las pastillas, no hace falta que me lo digan mis colegas bipolares... mi prima recibe una inyección creo que cada dos semanas, ojalá mi tratamiento fuese así.

Mañana voto por primera vez para la alcaldía y comunidad de Madrid. Iré, aunque necesite pañales. O que me un taxi me preste piernas hasta el colegio electoral. Mi voto estaba decidido antes de empezar esos cambios en las pastillas, y mi votos no caerán en la taza del WC.

***

Polònia, día 3: connivencia

Polònia, día 3: connivencia

En efecto, hay que estar majara, o dicho de otra forma, ser "uno de los nuestros" para comprendernos algo, y no siempre.

 

Se dice que (¿gracias al trastorno?) tenemos algunos dones, o capacidades, que sobresalen de la normalidad [me refiero en un paréntesis a esos famosos, esos genios que tuvieron trastorno bipolar, o esquizofrenia, qué sería de nuestra cultura sin sus aportaciones]. No destaco en artes ni ciencias, pero mi cerebro también es diferente. Si mi capacidad reside en ponerme a escribir mientras estoy empanada, pues eso tendrán que analizarlo cuando me diseccionen el cerebro. También puedo mantener una conversación telefónica sin que se note demasiado el globo, pues para eso sobrevivo cada día con el tema. Y Madre se extraña, mi actividad cerebral no cuadra con la corporal: esos ojos medio abiertos, ese andar sin equilibrio. Tampoco puedo realizar otras tareas que requieren neuronas. Es muy raro, yo estoy acostumbrada a mí pero ¿por qué deberían los otros? Vivir sola oculta estas cosillas.

 

Hoy me he quedado sola en un apartamento sin manual de instrucciones completo. Ya no recuerdo esta casa, cómo funciona, porque la gobernaba mi madre, que me apartaba de las tareas bien porque yo no me encontraba en condiciones (recordemos: viví aquí porque estaba desestabilizada y drogada por el tratamiento), bien porque la reina de la casa es quien organiza. Y porque ha pasado mucho tiempo, dos años y dos meses, y lo antaño cotidiano (no sabía encender el fuego) se olvida también.

 

Sí recuerdo esa, mi, habitación en la casa familiar, hasta en mis pesadillas a 600 km y 600 m sobre el nivel del mar. Mi meta, cabezonería pura quizá, es reconciliarme con ella: aquí grité de desesperación, lloré de impotencia hasta rabiar, y aquí incluso "me maté": todo eso, no se olvida. Quizá deba quemar esas sábanas y reemplazarlas, quizá cambiar la cama de lugar. Le estoy dando vueltas al asunto, porque no puede ser que enferme sólo por estar entre estas paredes. Demasiados recuerdos. Estoy recibiendo consejos de amigos sobre el tema, que transcribiré en un próximo post.

 

Lo mejor: ya tengo un esbozo de las notas para el psiquiatra. De hecho, ahora puedo describir mejor qué me pasa, pues se acentúa aquí. No toda la entrevista con él gira entorno a las pastillas. Si decide cambiar la pauta, quizá lo hará motivado por todo lo que le cuente acerca de mi vida cotidiana, lo marcado en el cuaderno de rutinas y bipolaridades y cómo me impacta en lo emocional, que es la segunda parte interesante. He de destacar algo en concreto: estar contenta, (y esto lo escribí en un folio que debo pasar a limpio aquí), no es ningún pecado, pero es raro que lo esté, como cuando llegué y me sorprendió esta Polònia. Hay grados, y estar contenta puede ser humano, o sobrehumano diríamos, para referirnos a lo patológico. Que yo esté alegre no es normal, es una anomalía, qué asco.

 

Ayer, una vez se me pasó el mareo, pude desplazarme en coche. A una comida familiar, cosas que también me han traído a esta ciudad. Mi sobrino me preguntó a qué me dedico (no comment). Después, un par de compras y al llegar a la casa, una desconexión de esas no programadas, inevitables, intensas, de dormirme antes de la hora de cenar. Desperté hacia la una de la mañana, hora en la que tomé las pastillas. Estas cosas no me pasan allí, nunca duermo siestas extrañas y menos porque el cuerpo se rinda de esa forma. Otra cita con amigas/os a la que no puedo ir, y ya van tres, pues una fue cancelada por el compromiso familiar. Hoy, la cuarta por la mañana tampoco pudo ser, y esta tarde hay otra, pero el cuerpo me pide dormir de nuevo: estoy muy somnolienta a pesar de haber dormido (esa siesta no cuenta) unas ocho horas.

 

Creo que esto me sucede porque mi actividad es más bien nocturna, esas cosas de los biorritmos. Llevo tres días forzándome a tener actividad en horas para mí tranquilas, de modo que cuando llega la tarde, ya me he saturado. Tengo ansiedad porque sí, porque toca.

 

Y a estas alturas me planteo que quizá hasta que no acabe con el psiquiatra, no estaré en condiciones de visitar a los míos, o que me visiten, como cuando estaba mal. Debo aclarar cosas y organizar una vida paralela aquí, sin rendirme a los cuatro días y volver a mi casa. Otra meta: sobrevivir a este fin de semana, incluso al siguiente.

 

Aquí todo es más fuerte, no existe la tranquilidad de mi castillo en Madrid, la convivencia es dura, y al verme más expuesta, todos los factores ambientales sean positivos o negativos me impactan sobremanera.

 

Convivencia ¿o connivencia?

connivencia. (Del lat. conniventĭa).

1. f. Disimulo o tolerancia en el superior acerca de las transgresiones que cometen sus subordinados contra las reglas o las leyes bajo las cuales viven.

***

Imagen: primera de la serie que guardé del "pez" de Frank Gehry

El medidor

El medidor

Debo tener incorporado un medidor de ganas de vivir, o de hacer cosas en oposición a la apatía, pues hablo del vivir cotidiano: el despertarse y no dejarse vencer por "en la cama nadie me hace daño", el ducharse porque te hueles y no, tampoco esos pelos no son los que te gustan y si no lo arreglas no saldrás a la calle.

Que salir a la calle no es una montaña (1. Abrir la puerta 2. Llamar al ascensor 3. Salir del portal) una vez vestida.

Qué obvio parece todo y para nada lo es. Resignada a pasar otro día en la apatía, o con un doble de ansiedad gratis, me he descubierto despertándome cinco minutos antes que la alarma sin sueños raros, y algo más tarde, no preparada sino no horrorizada o no en un planeta donde el agua por las mañanas simplemente no existe. De forma que me he duchado sin trauma alguno y me siento bien.

Bueno... bien, y con la incertidumbre de qué haré este día festivo. Un medidor dice Madrid: chubascos 12º-6º.

El mío, el de las ganas de vivir, no lo tengo muy controlado, sólo sé que me he despertado como debería a diario: a las 9 horas (ahora es lo que toca), poniendo el pie en el suelo y: poniendo música. Lo de la música está en un nivel bajo en esa escala, lo sé. Por ello es todo un acontecimiento empezar el día de forma... normal.

Por eso posteo, porque el nivel me lo permite. Incluso... busco fotos.

***

Kilos de infelicidad

Kilos de infelicidad

He perdido diez kilos en lo que va de año. Cuando se tiene un sobrepeso como el mío, parece una hazaña, pero no: he vuelto al peso que tenía aproximadamente el pasado marzo de 2006. Es decir, me siguen sobrando unos diez kilos. Sigo muy lejos, y soy consciente de que ya no alcanzaré lo que tenía antes de enfermar: 10 y hasta 15 kilos menos.

Lo gané por el cambio de medicación en verano (sí, las pastillas de por sí engordan), lo gané por comer de más gracias a las pastillas, lo gané por sedentarismo, lo gané por estar encerrada en casa. Me apagué ese semestre... esa depresión subclínica o lo que sea que llegaron a decirme.

Llegó Navidad, decidí no participar en ella por no ponerme mala, y luego llegó mi madre, y su visita provocó un switch o cambio de chip que fue maravilloso.

Cuando empecé a perder, estaba claro: esos tres kilos, rápidos, caminar más de dos kilómetros al día mientras comes ensalada... eran kilos de infelicidad. Porque saliendo de casa, caminando entre la gente, mis iguales, me sentí feliz.

Lo bueno no dura y hacia mediados de febrero volví a mi concha, mi casa, donde nadie puede dañarme si no salgo. Y desde aquí, he descubierto que también es posible perder kilos por infelicidad, siguiendo con la ensalada... pero sin renunciar al azúcar en el café, pues soy adicta a ambas cosas, y por cierto también al aceite de oliva virgen.

Sea como sea, hoy me he atrevido a probarme (llevaba una semana pensando en ello pero se confirma que no soy presumida) un par de cosas... y voy a salir, si soy capaz de cumplir con el resto de la lista de tareas de hoy... con unos tejanos que estaban ahí hace muuucho tiempo. Van a cadera, es decir, adelgacé al parecer de caderas y culo, pero hay que tapar esa enorme barriga de alguna manera. Hoy me dijeron que no estoy tan gorda, o no gorda... hay quien te mira con buenos ojos o es que ha de ir al oftalmólogo.

Menudo año. Oscilando hasta en el peso. Felicidad, infelicidad. He dicho muchas veces que esta (la de esta bipolar) es una forma de vivir, oscilante como el tiempo.

Por si acaso, no tires demasiada ropa que te iba bien con 5-10 kilos de más. Eso sí, escóndela para no llorar cuando abras el armario.

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Modelito para salir con el viento en contra

Modelito para salir con el viento en contra

Más de un lector me ha comentado que se pasa por aquí cuando está bajo de ánimos.

Yo también lo hago, en páginas de bipolares.

Y en esas comunidades, por supuesto se nota en la participación que también los hay jodiditos.

No es consuelo, y si no se está del todo católico, qué menos que admitirlo.

Porque si uno (una) está bien, ha (he) de salir:

a) de internet,

b) de casa y

c) del guetto.

A la vida normal, donde si tengo bipolar a nadie ha de importarle.

De todas formas, no estaría de más un exoesqueleto emocional.

Un día como el de hoy, en el que el viento se me lleva hasta el valor.

***

Sinfonía de colores

Sinfonía de colores

Conocí a una persona de la cual aprendí mucho. Siempre se aprende, pero esta fue especial. Se quejaba de mis uñas, y cierto es que las tengo para defenderme pues soy una fiera por domesticar, a esa conclusión llegué. Que hay que tener paciencia con Blue, persona es algo de lo que advierto, pero siempre cae en saco roto.

Una de las muchas cosas, puede que la menos importante... la vida en colores, me la mostró como en el vídeo

http://www.youtube.com/watch?v=GURvHJNmGrc

La disbauxa. Una metáfora de la hipomanía. De lo que vimos y vivimos hasta que...

... un día te dicen que las cosas no son así, que la vida real no va al ritmo de esa sinfonía. Te hacen aterrizar y tomar pastillas. Hay quien reconoce ver después en gris, o en blanco y negro, o en tonos pastel.

Pero de vez en cuando, el cielo de Madrid puede percibirse con tal fuerza que ciega los sentidos de esta bipolar, pues no es pastel como el de Barcelona.

Apareció y desapareció de mi vida como esa pintura, y aunque la bajada se hizo notar, menuda batallita... se lo agradeceré siempre.

. . .

"El nuevo spot de Sony Bravia, titulado Paint, ha sido dirigido por Jonathan Glazer y se han empleado para realizarlo nada menos que 70.000 litros de pintura".

***

Enlace editado 27/08/09

El minuto del desbarre

El minuto del desbarre

Escrito el pasado 21/01/2007

Desde hace tiempo, sostengo que todos tenemos derecho al minuto diario del desbarre, bipolares o no. A todo el mundo le pasa, pues todos expulsamos como un litro de gases a diario también, ya sea por arriba o por abajo. En una frase o un grito, puede expulsarse toda la basura acumulada durante el día. Puede ser pacífico, incluso divertido, o todo un tsunami, por ejemplo si la basura es histórica. Cuidado, salpicas... pide perdón, amparándote en ese derecho, y aguanta también eso en el prójimo. Convivencia, lo llaman. O vida social.

Esta estación [período 2007 del blog] que ha tardado lo suyo en empezar a escribirse va a contener, porque el público viene a eso también, mi minuto estelar del día. Puede producirse al despertar: un sueño en el que SSMM el Rey aparece a puerta fría en mi casa y me ordena hacer reformas. De antología, pero los sueños están llenos de desbarres. O cuando me tomo las pastillas por la noche, oh no, ¿qué borrachera me espera hoy? Otra no deseada sino recetada: efectos secundarios nocturnos. Ya que me jubilaron y me pagan para que me drogue sin marearme o caer dormida ante una montaña de expedientes o un montón de libros o desmayarme ante un grupo de alumnos o necesitar aire fresco tres veces por hora, vamos a dar otro paso y a publicar qué pasa cuando una es arrojada desde su vida anterior pre-diagnóstico-bipolar a un lugar muy raro, esa nueva vida con drogas de curso legal, donde tú no eres tú tantas veces, donde has de pedir perdón constantemente por tu comportamiento a tus ojos vergonzoso, mira quién soy tú que sabes quién era: perdón puedes repetir lo que acabas de decir, no me he enterado bien... perdón tengo que ir al baño otra vez, perdón me dejé una pastilla en casa y debo volver, perdón me tomé la pastilla y estoy algo desorientada, perdón no me tengo de pie... en un momento me pongo a cocinar y comemos, perdón debo comprar agua mineral necesito beber y se me acabó el botellín del bolso, perdón me llamaste cuando estaba drogada y no sé qué te dije ni qué me dijiste (en plan peli Memento). Fuck con el perdón, ¿quién perdona a los efectos secundarios?

(Fin del escrito del 21/01/07)

Ayer mi desbarre nocturno consistió en quedarme muerta de risa en el sofá tras participar con intervenciones fuera de tono en una tertulia donde, para distendir la desgracia cotidiana "mi análisis de sangre parece una fiesta de asteriscos" todos las tuvimos, la más inocente recordar el viejo chiste del punto que acude a una fiesta de asteriscos y pide paso porque se ha puesto brillantina. Ya estaba drogadísima, todavía me reía más y cómo no, muerta de hambre, ¿qué comí ayer de "recena" de madrugada? Ni me acordaba aún haciendo un esfuerzo. Y hoy, si lo recuerdo es porque ahí quedaron restos. Para llorar, o reír. A escoger: reír, por cojones.

Hoy el antivirus ha desbarrado por mí y se ha declarado "expired" medio año antes de lo que le toca. Flipá me he quedado. Pero bueno, todavía queda mucho día por delante, y seguro que alguno de mis contertulios telefónicos habrá pensado "ésta desbarra" pero no me lo ha anunciado. Y eso que les tengo avisados de que me paren cuando suelto alguna catalanada, lo otro es peor... pero bueno, sí, tengo derecho a ese minuto, y además, a compartirlo, así nos reímos todos... aunque sea de pena, para llorar, que consista en un efecto secundario de un efecto secundario de unas pastillas que debo tomar sin desbarrar ahí en lo mínimo. Reírse de uno mismo, gran práctica. Reírse conmigo y no de mí, que yo ría contigo y no de ti, una de las cosas más saludables y plancenteras de la vida, aunque la tengas llena de asteriscos.

Oh, perdón, tengo que dejaros, dejar este post como el borrador que fue, porque debo pedir recetas al médico de cabecera y ya llego tarde.

desbarre.

1. m. Acción y efecto de desbarrar (discurrir fuera de razón).

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Toma cóctel

Toma cóctel

Hace poco me reencontré con "Cómo matar a la propia esposa" (How to murder your wife, 1965). Necesitaba una comedia con Jack Lemmon y ahí estaba la cinta de vídeo en la estantería. Grabada en dual, opté por la versión en catalán.

La escena donde va al médico a pedir pastillas para drogar a la esposa es de antología. El efecto: sube (alza el brazo con la mano extendida), y baja (súbitamente, el brazo lo muestra). Jack Lemmon disuelve la pastilla en un cóctel que le ofrece a su mujer durante una fiesta. En la película, Virna Lisi se pone a bailar efectivamente en plan maníaco, sí, subidita, para luego caer desmayada.

Qué curioso, en la misma cinta está Trainspotting (1996), y ya acurrucada en el sofá, me digo pues pase doble. "El síndrome de abstinencia se lleva mejor con las drogas del botiquín de mamá, que es tan adicta como yo pero legalmente".

Claro que se mezclan, subes (brrrrummm), bajas (plafffff).

http://www.tavad.com/curso-drogas-rohipnol-flunitracepan-benzodiacepinas-valium-xanax-somnifero-gaba.html

Mi cóctel: antidepresivos tricícicos, benzodiacepinas y alcohol. Resultado: episodio mixto, arriba y abajo continuamente, brrrrummm-plafffff. Leo esa página, y me digo que el síndrome de abstinencia es una de estas cosas intensas de la vida, una vez lo has pasado, es como meterse en la máquina gloppita-gloppita de la película.

Que me tire una piedra quien no tuvo adicción alguna. Quizá lo hará porque no lo entenderá, porque no se ha metido ahí (ni falta te hacía) ni las pasó putas para salir (te lo merecías). Eso y sus variantes, ya lo he escuchado demasiadas veces. Y yo respondí otras tantas: eran drogas legales. Y el psiquiatra lo metió en mi historial como abuso de..., typical bipolar, lo cual no es consuelo, sólo el haberlo dejado.

Típico bipolar el ir tan sonriente con antidepresivos que son un "soy la hostia en verso, el rey de algún reino oscuro, y viva la madre que me parió", esa cura tan milagrosa desde un estado depresivo inicial que no es posible en el reino unipolar al cual te han dicho que pertenecías. Qué fácil es ciclar a triple velocidad cuando te toman por lo que no eres, un unipolar. Si ya le pegabas a algo con la depre para salir de ella por un rato, al ciclar, doblas las dosis, algo así, hasta que plaffff y te caes con todo el equipo.

***

En el sofá

En el sofá

Ayer noche, me empiezo a acordar de todas las maldiciones que sé y me han enseñado por aquí (aquí, aquí es Madrid). Me cuesta conciliar el sueño, no puedo leer, nerviosa y de la mala leche, y acabo en el sofá viendo la TV.

Me he tomado las pastillas con la esperanza de dormir, pero no, a los veinte minutos aparece el efecto secundario estrella de esas horas. Estoy drogada hasta las cejas pero lo de ir a la cama no está en el guión, me muero de hambre. Asalto a la nevera con nocturnidad. Me he propuesto comer comida en estos casos, no frutos secos o galletas. Una segunda cena, o ya un desayuno, puesto que si como en esa cantidad, es normal que no tenga hambre por la mañana, ya empachada. Me hubiese comido un asado de cordero...

Recuerdo la re-cena. Me digo con prudencia: espera a estar vertical y dormir, no sea que te atragantes, espera un cuarto de hora y vas a la cama, mientras intentas entretenerte con un subproducto de esos en los que todos, hasta el cadáver, son guapos.

No recuerdo cómo acaba la serie. Me despierto, no tengo calor ni frío, porque hay ruido en casa. La televisión sigue encendida, con supongo la teletienda de turno, me machaca los oídos. La única neurona me dice que debo apagarla o silenciarla pues si tengo un botón favorito en el mando se llama mute, pero el mando está sobre la mesa y no puedo alcanzarlo, y es cuando caigo de nuevo en ese sueño profundo que tanto me asusta cuando soy consciente: se podría estar quemando la casa y yo no me enteraría.

Me despierto una segunda vez, ya decidida a irme a la cama, pero no puedo moverme tampoco. Abro los ojos a las diez, ahora sí estoy despierta porque puedo levantarme, encontrar el mando y mandar a la TV a su lugar de decoración.

Me levanto como ayer, con el ánimo tan bueno como el color del cielo, pero sin ganas de desayunar como estaba en el guión, como también lo estaba un dolor de espalda de esos chulos.

Voy a comprar cordero; si he soñado que ese era mi antojo nocturno, pues voy a prepararlo.

***

Psicoeducación, o las lentejas en Madrid

Psicoeducación, o las lentejas en Madrid

Mi psicoeducador (ver post reciente Terapia 2003-) es muy bueno y lo afirmo porque me ayudó a soportar no sólo lo que se cocía en el despacho del psiquiatra, sino todo lo que iba en el paquete, que no suele tratarse en el otro despacho. Aceptar la enfermedad, aceptarse cuando te desprecias. Toneladas de impotencia es lo peor que recuerdo, aplicada a todas las facetas de mi vida, ahora que me había quedado sin vida alguna, sólo tenía mi familia y mis amigos, ¡sólo! menos mal. Y menos mal que empiezo a olvidar, que han pasado tres años desde lo peor.

Para un bipolar es crucial aceptar la enfermedad y con ello adaptarse a una nueva vida. Yo lo tengo muy claro en mi caso: hay un antes y un después, quizá porque me pilló mayor ya. Y te enseñan a comerte esas lentejas. Vale cara la terapia, pero sin ella, otro gallo me hubiera cantado.

La última visita fue el pasado julio. Más claro, agua: la vida que hay que "educar" la hago en Madrid, poco sentido tiene que vaya a Barcelona a la terapia. Recomendaciones generales que no dependen del domicilio sino de una rutina cotidiana: actividad intelectual, ejercicio físico, autocuidado, y un momento al día para todo ello. La autoestima parece un premio a la excelencia.

Las estaciones me marcan demasiado lo que puede ser rutina. En verano, el paseo ha de darse antes de, digamos, las 11 de la mañana, y luego a guarecerse hasta la caída del sol, otra vez a la calle. Por ello me venía muy bien estar despierta a las 8.

En invierno sin embargo, más o menos a esa hora es cuando puedes salir, hasta el anochecer. A la inversa. Me gusta más el invierno, pues puedo estar en la calle esas horas donde sí estoy operativa. Este es como el pasado invierno: estoy con efectos secundarios hasta más o menos estas horas.

Si salgo a la calle sola, a primera hora, toca despistes y pánico a ser atropellada o tropezar por falta de equilibrio. Si salgo acompañada, me siento más segura, pero muy a menudo en mi parte del diálogo "no me sale esta palabra", "me he perdido, ¿por dónde íbamos?" "¿puedes repetirlo? no me he enterado de nada" Esto sucede por las mañanas, no es mareo sino despiste, y va a días, también, si esa fuese mi tónica general me deprimiría por impotencia, ese sufrimiento sin nombre ni límite. La sensación de que deberías apuntarlo todo en tu vida para no olvidarlo, porque luego intentas contar algo y sabes que no estás relatando como un periodista sino como un contador de cuentos que se inventa media película con detalles que no recuerda.

Mis amigos saben en qué consisten mis "deberes" con el psicoeducador, es decir, conmigo misma, y lo que pasa con los deberes es lo mismo que cuando eras una cría: qué rollo, si puedes escondes la hoja, uy no me acordé...

Esta semana voy a tener que dar cuentas no al psicoeducador sino a mis amigos. Ellos sí conocen el terreno que piso día a día en esta ciudad, y me han puesto una meta diaria por donde más flojeo, el ejercicio.

De momento, voy a aplazarlo, hasta después de comer. "La hora del café" es muy larga, de nuevo. Esas son mis lentejas.

***

Terapia 2003-

Terapia 2003-

Primera sesión: noviembre 2003.

Doctor,

- Quiero dejar de suicidarme, no hago más que pensar en ello. Mi vida está en peligro y ya flaquean mis fuerzas, llevo meses así, cada día igual,  y por eso acudo a su ayuda.

- Quiero superar esto del trastorno bipolar, ahora sé lo que tengo por fin y necesito volver a trabajar, volver a mi vida.

 

No es psiquiatra esta vez, es psicólogo, psicoeducadores les llaman en el argot este bipolar.

Mi diagnóstico entonces estaba ya sobre la mesa, y en pleno auge: episodio mixto. Esta terapia es paralela a la que experimentaba como cobaya a la búsqueda de "mi medicación". No dejaba de ciclar, los síntomas no me dejaban vivir. En teoría, no se puede psicoeducar a alguien inestable, pero yo ya había esperado demasiados años y el suicidio ya era una realidad demasiado cercana, ya no pensamientos, sino compulsión y otras cosas.

Muchas horas de vuelo en ese despacho... de nuevo una mesa es la barrera, saco y tomo notas. Yo sabía que se podía remitir, esa idea me salvó y lo sigue haciendo. Tozudez pura y dura, quizá.

No volví a mi vida "de antes", me esperaba otra tras el diagnóstico y eso me ayudó a asumirlo la terapia.

Pero ya no me suicido "como antes".

Última visita: julio 2006.

Terapia: creo que consiste en "sobrevivirme" a la vida cotidiana actual.

¿Psicoeducación? Si así lo llaman, pues bueno, sí, va bien, es la única terapia que me ha funcionado. No me extenderé en detalles ahora, pues muchos he dado hasta la fecha.

Ahora, sólo afirmaré que esta terapia sí es apta -y por tanto la recomiendo- para bipocabezotas como la mía. En realidad, conozco a pocos bipolares que no tengan esta cualidad.

***

Terapia 1998-2003

Terapia 1998-2003

Primera visita, 1998 (nota:confirmar si encuentro la antigua agenda)

Doctor,

- tengo trabajo y es bueno, me pagan bien

- porque me mantengo, tengo mi casa de alquiler

- tengo familia y amigos

- tengo pareja, y tenemos planes de futuro

Tengo lo que todo el mundo desearía.

¿Por qué pienso continuamente en suicidarme?

 

Así empecé una terapia, una vez por semana, dos a temporadas, sesiones de esas largas y sesudas. Lo mío son muchas horas de vuelo con psiquiatras.

La terapia no me lo aclaró. "Trastorno bipolar", años después, sí, de sobras.

Tras unos cuatro años de sesiones, las abandoné por mi propio pie cuando volvieron esas ideas, meses antes del diagnóstico. Cuando me faltó el apoyo de mi terapeuta, cuando yo creí ya no necesitarlo, caí al abismo de cabeza en la recta final al diagnóstico correcto.

 

Ahora sólo tengo mi casa, de alquiler, que es la casa de mis amigos. A primera vista, tengo menos que entonces, tengo un desierto de soledad y tiempo, pero ya no pienso en matarme: sobreviví a esos años, en parte, con ayuda de ese psiquiatra, aunque no respondiese a mi pregunta inicial.

Tengo más que entonces: tengo cierto apego a la vida, aunque a veces cuesta.

Los bipolares nos suicidamos porque sí. Lo he visto en tantos otros... un 20% no sale de la nada, y las familias dirán: si lo tenía todo y estaba en la flor de la vida.

Y si no lo he explicado bien hasta ahora, ya lo seguiré haciendo, mi caso, por supuesto, lo que mi familia no entiende ni entenderá. No se puede entender, lo sé, hay que vivirlo, hay que "morirlo".

http://www.suicidioprevencion.com/

Buena lectura para todos.

***

Por dónde me la vas a meter

Por dónde me la vas a meter

Eso es lo que te pasa por la cabeza cuando al otro lado de la mesa, se menciona "cambio de medicación". Te pones en guardia. ¡So bipolar!, si tú fuiste el primero en mencionar un posible "cambio", porque te has quejado de los efectos secundarios de lo que tomas. Estás estable y lúcido y dispuesto a todo, en teoría.

El bipo con tres canas sigue sin ser sin más inteligente que su psiquiatra y más le vale eso, ahora y por el resto de su vida. Pero la bipocabezota se lo ha de creer, el psiquiatra te lo ha de vender. Que vale, que se puede intentar.

Pero no, luego piensas qué será en realidad lo que esconde la nueva receta. Quizá te esperan semanitas guapas de cosas como insomnio, diarrea, fatiga crónica, apetito enfermizo, o falta de apetito, o hipersomnia, la lista de efectos secundarios no acaba nunca. Quieres dejar de estar mareada atontada y con la cabeza a medio gas, pero ¿quién te asegura que esto va a cambiar? De nuevo ensayo-error.

Una de dos: o te lo tomas ese mismo día, o la pauta nueva estará ahí encima de tu mesita de noche hasta que sea tarde, porque te van a volver a ver, y tú sin hacer los deberes, porque te lo volviste a pensar y acabaste aceptando por los hechos a tu malo conocido, al cual estás ya acostumbrada como a un mal matrimonio, y no te atreviste al cambio que tú misma habías deseado. Con excusas cuanto más peregrinas, mejor.

Estás estable, sí, pero tienes miedo todavía. Si no estuvieses estable, sería otra película, y ya la contaremos.

Y como tienes tres canas, a nadie se lo dices ya.

***

Salvada por la música

Salvada por la música

Hace casi dos semanas, o más desde que acabé el último libro, que no puedo leer. El último lo acabé a cuentagotas, pobre.

Nada ni nadie tiene la culpa, el don vino y se fue.

Ya se lo imaginaba más de uno que pasa por aquí, tanto Youtube...

Me entristece no poder leer: los días me resultan más largos, y las noches solitarias sin mis amigos. Mi libro dormía a mi lado, con mi último punto de lectura, un souvenir de Turquía.

No es desgracia, no leer, no cuando se tiene la música. La tele, de adorno, para variar. Aunque un día escribí "Salvada por la tele": http://carnedepsiquiatra.blogia.com/2006/070901-salvada-por-la-tele.php

Y cuando sabes que todo pasa. Supervivencia bipo: no te rindas, hay una razón para vivir.

Don't give up.
You got a reason to live.

Me esperan muchos libros, y yo a ellos.

Tengo muchísimos discos, pero se admiten mp3 en mi correo carnedepsiquiatra gmail


But when the night is falling,
You cannot find a friend, friend.
You feel your tree is breakin' just then.

You've got the music in you.
Don't let go.
You've got the music in you.
One dance left.
This world is gonna pull through.
Don't give up.
You got a reason to live.
Can't forget.
We only get what we give... uh!**

New Radicals, "You Get What You Give". http://en.wikipedia.org/wiki/You_Get_What_You_Give

P.D. Muchas gracias por vuestros mails, espero recibir más. 

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Reality Bipolar

Reality Bipolar

Visito de vez en cuando dos páginas "para bipolares", reconozco que no como solía. Y me enfrento al reto de verle otra faceta al prisma para que el post de hoy no sea el de ayer, que por cierto a veces desaparece, si nada aporta a la historia, ¿qué lo aporta? Pues ahora se me ocurre una idea.

Y relacionada con el reciente fallo en Bipolarweb: ES QUE NOS VA EL MORBO.

¿Tienes bipolar? Allí hablas siendo tú mismo, allí te parecen todos tus iguales y allí te refugias. Como punto de partida, ahí hemos estado muchos.

Te haces amigo virtual de alguien y sigues sus andanzas, cada día quieres saber de esa persona, sufrir o reír con ella. Eso engancha, unos personajes en un escenario y el director de orquesta, otro bipolar. El guetto.

Y la persona que se desahoga, con su relato, está emitiendo un reality show, psiquiátrico, vamos, porno duro, material para adultos total. Leen miles de personas su desgracia y sólo dos serán capaces de decir algo que calme su dolor. Y también uno se siente bien en ambientes sórdidos, no merece nada mejor, no cuando no sale del pozo, cuando su pellejo no vale un céntimo a sus propios ojos.

No quiero banalizar el hecho de que sin estos lugares, sin su apoyo e interacción, se nos caen muchos cables que necesitamos, allí siempre somos bienvenidos en nuestra desdicha y alegrías, no estamos solos.

Con nuestro relato... no me excluyo. El número de visitas a esta página creció mucho en paralelo con el fallo de Bipolarweb, o no lo había percibido antes.

Hay mono de esas historias. Son folletines que nos gustan, este es más desgraciado que yo, oh siento tu dolor como el mío... no siempre se dice lo que se opina. Escuchamos lo que nos gusta, pero lo que adoramos -seamos autocríticos- es ese tufillo a desgracia, a oscuridad. Abierto 24 horas al día para todos, para el insomne que se resiste a dejar su mundo y empatiza con el de otros. Para el propenso a adicciones, ya tiene dos nuevas: internet y páginas bipolares, historias bipolares día a día.

Nos robamos las almas, menudo negocio. Hay quien apoya porque así olvida su pena. Eso no es terapia para nadie. De todas formas, el espacio bipolar en internet es enorme hoy día, incluso variado en español, y todo lugar tiene su audiencia.

Es para reflexionar, saber que estás emitiendo bipolaridades para regocijo del público en un escaparate de neón rojo.

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Cosas del puto insomnio

A photo on Flickr

 

Versión 1 

Que antes de las seis te beberías un vaso de leche, pero la acabaste a medianoche, con la intención de irte a dormir.

Que antes de las nueve has comido tanto, cena, sobrecena, resopón, ensalada preparada para las ocasiones de hambre nocturna, quizá ya las tostadas... que durante el día no tienes hambre.

Que vas tan drogado por las pastis y por ese sueño enfermizo que no cuaja, que no puedes leer. Escribo con los ojos medio cerrados pero las neuronas saben mecanografiar ya solitas.

Que si cae la rifa en media hora o más, firmas, te levantas mal pero algo has dormido. No es hipomanía, no tengo otras señales y nunca he subido así, pero necesito ir a un psiquiatra por si la ansiedad ha ido a más a pesar de la pauta actual, a pesar de haber dejado los descafeinados, el otro día me tomé una coca-cola...

Que estoy desesperando. ¡¡Me cago en la leche!!

 

Versión 2

Hace más de una semana que no duermo bien. Qué horas son, 05.41, y no duermo.

No duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo no duermo

COLLONS, QUE SE CALLEN LOS PUÑETEROS PÁJAROS!!!

Con suerte, de 7 a 11, hace dos días que estoy así. Otros, caigo rendida a las 18 y el despertador me avisa de que hay que tomar pastillas, y además, de que ya he dormido demasiado.

Me conecto poco, muy poco. No tomo ni descafeinados, el otro día una coca-cola para no caerme mientras tomaba algo.

No estoy subiendo, es más, nunca se vio mejor marmota que servidora cuando el cuerpo le pedía reposo tras un día y noche de hipomanía. No es hipomanía. Ansiedad, sí. No dormir no me acelera si otros hechos paralelos no lo provocan. Tengo dolores de cabeza y la pasada tarde, un ataquillo de ná por ponerme a tareas domésticas tipo cambio de armario.

Me va a caer un puro, me van a caer más pastillas, es igual, sólo quiero dormir mis horas a mis horas, estoy harta de descontrolar este punto, y con vista cansada, ni leer ni apenas escribir, de humor variable como el tiempo, de asco.

Tengo que ir al psiquiatra y no hace un mes de la última visita. Lo de la ansiedad ya me está matando y tomo medicación para tumbar.

Si no escribo, una de dos: o estoy insomne, o estoy dormitando, cuando puedo duermo sea la hora que sea.

Y como estoy tan atolondrada, escribí dos veces este post, pues pensé que lo había perdido, así que se queda en las dos redacciones. 

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La famosa entrevista con el psiquiatra: Blue al otro lado de la barrera

La famosa entrevista con el psiquiatra: Blue al otro lado de la barrera

Qué leches hago yo, que no soy ni mucho menos la paciente ideal. Sólo intento cooperar, y en ese intento, preparo mucho una visita, demasiado.

Este post en realidad podría llamarse: "Mi vida, a examen". Es lo que mejor lo define.

Podría citarme mucho desde este post antiguo:

http://carnedepsiquiatra.blogia.com/2005/012503-terapia-i-entrevista-con-el-psiquiatra.php

Lo que yo hago, no tiene por qué ser lo correcto, pero a mí me funciona, o me aclara mucho las ideas, muy importante para esta cabezota que se va por las ramas. En primer lugar, contarle mi vida de forma atropellada, como hacemos todos cuando por teléfono se nos pregunta cómo estamos, no sirve. Porque en nuestro discurso cotidiano se aprecia siempre mucha paja y poca cosa digna de "subrayar", ¿no te ha pasado a ti nunca cuando hablas con fulanito y vas apartando el auricular de vez en cuando? Por ahí va un poco lo que hago: subrayarme.

Tomar nota de lo que a él le puede interesar, no a mí. O a mí me interesa, pero al menos, la cosa se queda en una línea y no en un monólogo que acapare la entrevista como si fuese mi único problema.

Ejemplo cotidiano: me gusta un tío que no me llama hace una semana. Estoy absolutamente neurótica con el tema. Si en el tiempo que dura la entrevista, sólo hago que hablarle de ello, estoy perdiendo no sólo mi tiempo sino el suyo. Estamos hablando de un psiquiatra, no de un psicólogo. Creo que al psiquiatra le diría una vez más que me sigue afectando demasiado el rechazo. Me gusta un tío, pero él tiene perfecto derecho a que yo le deje de gustar; por qué hago un problema de eso, ese sí es mi problema, sin extenderme demasiado con detalles. ¿He reaccionado a eso con un insomnio? Lo tendré apuntado, quizá, en alguna parte: pues se lo cuento.

Ejemplo cotidiano: estoy pelada de pasta. Antes de lamentarme y llorar, lo mejor que puedo hacer es preguntarme por qué. Ah, me he pasado con las rebajas. Lo que debo hacer es abrir el armario y decidir qué compré por necesidad, y qué por capricho. Lo que le diré al psiquiatra no es que estoy arruinada, sino que hice compras compulsivas. Sin extenderme demasiado en qué, con una cifra en euros bastará. No valdrán justificaciones, aunque haya engordado he de ajustarme a un presupuesto y no comprar mi autoestima con objetos.

Ejemplo cotidiano: voy todo el día medio agilipollada, o bueno, en realidad, por las mañanas, no exageremos tampoco. Esto lo saco fácilmente de mi cuaderno de rutinas, y me apesta a efectos secundarios. De esto, sí he de hablarle, y él me hará otras preguntas. Insistiré en que ello afecta a mi calidad de vida y bastante. Quizá sea un tema de medicación. ¿O tiene que ver algo el que esté durmiendo a deshoras?

¿Cuáles eran mis obligaciones desde la última visita? Porque él me las puso, de dos tipos: 1. Me cambió la pauta, ¿la he seguido bien, o metía mucho la pata en ese acostumbrarme a las dosis ascendentes y descendentes? Es cosa mía, y si es mi error, debo decírselo. 2. Me aconsejó sobre hábitos concretos en mi rutina: le hice algún caso, di algún paso, ¿o todo quedó en buenas intenciones por mi parte? Hay que confesar.

Hay que ser muy autocrítico y darse a uno mismo el aprobado o el suspenso en "lo que hay". Si no, no hay esperanza para avanzar, te estrellas una y otra vez con el mismo muro.

Claro que me preguntará cómo estoy desde la última visita. Precisamente, hoy me encuentro bien. Qué casualidad. No seas gilipollas tía, hoy me encuentro bien pero, ¿cómo estaba ayer, cómo estaba la semana pasada? Pensando en que no levantaba cabeza. Pues eso le he de decir. Que tengo más días regulares que buenos, más malos que buenos, pero, oh, menos malos que antes.. es difícil valorar eso pues siempre recordamos mucho más los malos.

Quizá que tengo un bajón a diario por las mañanas tras tomar la medicación. Claro, como en ese momento mientras me lo pregunta no lo recuerdo, él pensará que nada de eso sucede. Si no se lo cuento, ¿lo ha de adivinar? Luego me diré y publicaré ante el resto ademas que este tío no se entera y que "la medicación no me hace nada".

No me he de arreglar para ir a verle. Si llevo tres días sin ducharme, lo suyo es que lo admita. Él se va a fijar hasta en si me he hecho la manicura o no. No es una cita, una va con los pelos que tiene. Mejor que no tengas una madre achuchándote para si has de ponerte esto o lo otro. La elección del vestuario tiene mucho que ver con el estado anímico. Mi caso: o voy pija, o voy hippie, depende de mi ánimo, por supuesto, y la entrevista es mía, no de quien me aconseja cómo ir.

La responsabilidad es mía. No sólo no hay nada que ocultar, sino que lo que oculte va en contra de mis intereses. Mis intereses, mi sueño: estar bien, llevar vida normal, más o menos "como antes".

Lo que hago al respecto, repito: tomo nota de todo. Desde el día siguiente a la consulta. Anda que no tuve material para escribir en esta última, sólo con la aparición de efectos secundarios por todas partes. Tampoco es cuestión de estar todo el día mirándose al ombligo, basta con anotar anomalías grandes tipo días con crisis, días de insomnio, si estoy broncas con las broncas o conciliadora y tranquila.

Tengo mini-ciclos en mi ánimo, mis emociones enfermas. Los más evidentes, los que se derivan de las hormonas. A veces pienso que mi único día bueno anímico es el que me baja la regla. Esto ya lo sabemos todos, pero tomo nota igualmente, porque lo mismo tuve una crisis y eso lo explica todo. Le comentaré que tuve esa crisis, con esos síntomas, y que él decida si es un hecho puntual, o ... ¿tuve más crisis, ese mes? Es el momento de vomitar eso, cuándo, y si hay un por qué. Y si hice algo incorrecto en esos momentos: quizá me automediqué a la desesperada. Si esto es un poco cotidiano últimamente, ¿puedo tener un extra pautado?

Puede que esas notas estén en varios lugares: cuál ha sido mi vida en el mes, dos meses, o tres, que han pasado desde mi última visita. He de subrayar mi propia vida en ellos. He de coger otro folio donde sólo transcriba esas frases subrayadas. Quizá un día importante esté en un mail a un amigo, en un sms donde decline una invitación. Quizá un vistazo a mi casa me diga que está demasiado desordenada o sucia últimamente, y de ese hecho pueda subrayar que me importa un bledo lo que antes me importaba.

Y si mi casa ha dejado de importarme, ¿qué me importa ahora? De nuevo, échale un vistazo a lo que te rodea. ¿Estoy saliendo a pasear kilómetros, por fin? Díselo, díselo. ¿Estoy en plan monje, estudiando a los místicos? Díselo, díselo. Por cierto, ¿por qué puede ser que ahora no escuche música?

Échale incluso un vistazo a la nevera: ¿está desapareciendo el chocolate? Esto sí es digno de ser subrayado. ¿O ahora me da por comer aperitivos a todas las deshoras? También hay que decirlo. Con mis antecedentes de comilonas nocturnas, cosas de los efectos secundarios, cualquier cosa al respecto importa. Si puede haber ansiedad en esas conductas, ahí puede haber un cambio en la pauta de mi interés.

¿Estoy sociable? Ahora reparo en que tengo el teléfono de adorno. Lo apuntaré, porque ahí sigo igual que en la otra visita. Tenga o no instrucciones al respecto, ¿qué me va a decir el psiquiatra sobre eso, mi vida privada privadísima? Que hace medio año hablaba por los codos. Vamos a ser objetivos: mi factura de teléfono me dice que hablo poco y mando mucho sms. Quizá entre los dos saquemos algo en claro.

Caótico, ¿no es cierto? Lo que me importa, lo que le puede importar. Quizá no le importe, pero sí contextualiza.

Hay que resumir ese caos. Porque yo le contaré, pero por muy subrayada que lleve mi propia vida, por favor, no hasta el extremo de analizar mis facturas de teléfono luz y gas. Otras cosas le van a interesar, y hay que dejar espacio en la entrevista para que él pregunte lo que le parezca oportuno, a eso vamos en realidad y sólo son pistas lo que en realidad damos.

Es ideal que esté algo informada sobre mi enfermedad, que conozca el nombre de un síntoma para razonarle que creo tenerlo y listarle de mi vida cotidiana cuatro cosas que lo apoyan. Porque sólo una de sus observaciones va a refutarlo. Yo no tengo razón, yo le cuento y él puede, porque es su trabajo, advertirme de que las cosas no son ni blancas ni negras en ocasiones. ¿En qué ocasiones? Recuerdo perfectamente mis síntomas depresivos en esas notas, y su diagnóstico no era depresión sino episodio mixto, cuando acababa su trabajo, y extendía la nueva pauta.

Mi trabajo antes de ir al psiquiatra es ser crítica con lo que hice y no hice, ser objetiva en cuanto a mis estados de ánimo y sus fluctuaciones en un período, no mi estado de ánimo de hoy. Le va a interesar que mi rutina del sueño se fuese a la porra por tres insomnios o por una juerga que decidí permitirme. O no, simplemente me va a recordar lo que debería saber ya, lo sé, por qué no lo cumplo, no he de relajarme en lo que sé y si a estas alturas tendré que escuchar de nuevo el ABC, me lo tendré que hacer mirar yo.

Y yo qué sé lo que le va a interesar. Quizá en su día le interesó y ahora ya no, si me conoce ya sabe de qué pie cojeo y lo de siempre, lo que yo subrayo, no le parezca relevante en ese momento. Pero yo he de seguir haciéndolo, tomando notas, eliminar la paja, contarle lo que en su día me puso al límite, o lo que cada día me impide hacer algo, ya veremos si son efectos secundarios o un síntoma de algo.

A veces los cambios de hábitos son tan paulatinos que al hacer ese examen autocrítico puedan sorprenderte. Quizá sea responsabilidad de uno hacer algo al respecto, ¿por qué hay que delegar al psiquiatra todo? Pero se lo dices, por si acaso.

Tu madre, que entre luego. Ella sabe mucho mejor que tú lo que te pasa, claro. Pero que entre luego, porque si tú tienes las cosas claras, si tú has trabajado esa entrevista, si vas con una actitud autocrítica y diciendo la verdad, lo que diga tu familia poco o nada ha de importarte. Es tu entrevista.

Por eso tengo ahí la libreta, para anotar lo que me digan. Mis notas ya son papel mojado en ese momento. Ya las retomaré para contrastar con las de la siguiente consulta. Ahora he de concentrarme en lo que sale de esa entrevista, nueva pauta, nuevas recomendaciones, notas sobre la medicación, lo que sea. De ahí he de partir y así volvemos al principio de este post.

Ejemplo cotidiano: tomo demasiado el extra que me has pautado para esas mini-crisis. Demasiados días, tres por semana.

Ejemplo cotidiano: ahora me ha dado por tener la casa como los chorros del oro y a hacerme comiditas de diseño.

Anomalía en vida cotidiana: me tomé una copa en una fiesta de cumpleaños. Esta duele, ¿eh? Lo de la fiesta de cumpleaños, hasta a mí me suena a justificación.

Un problema que puede tener el paciente: mi psiquiatra no me cae bien, no puedo contarle mis intimidades. El psiquiatra no ha de caerte bien, pero de eso podemos hablar en otro momento.

Sé lo que me juego en esa entrevista: mejorar. Por humillante que me parezca reconocer ciertas cosas, a él debo decírselas, como si fuesen secretos de confesión, pues hay un juramento hipocrático al otro lado de la barrera y seguro que tus vecinos saben lo mismo que lo que vas a contar, lo que haces y no haces, así que no jodamos.

Y mi psiquiatra sabe que si he hecho esta autocrítica y este subrayado, me enrollo como una persiana. Es más, llego a subir en plena entrevista, no estoy acostumbrada ya a que me peguen caña.

***

Se me escapaba la vida a través de las manos

Se me escapaba la vida a través de las manos

Verano de 2004. Yacía en la cama, ya no se sabe si por el dolor de una vértebra en proceso de soldarse, o por una depresión, qué vino antes, todo se mezclaba y nada tenía sentido. Que una pastilla que ha de estabilizarme haga que mi tensión, sin problemas hasta la fecha, me desmorone, y que la descalcificación haga el resto. Podía haberme quedado paralítica y el día del accidente, 28 de junio, fue como una nube.

La habitación donde crecí, las paredes no me hablaban porque nada anómalo me habló nunca, pero las paredes hablan del pasado y predisponen un estado de ánimo. La persiana que da a un patio sin luz cerrada convierte una habitación en un nicho del todo oscuro, tú en la cama, tu única luz un portátil que no duerme.

Mi lámpara era ese ordenador, y la única luz visible. Yo estaba apagada, había despertado pero no quería estar despierta. Más miseria, más dolor. Quería dormir, dormir, dormir...

Tomé de cinco a diez comprimidos de una benzodiacepina. Sabía que con esa dosis sólo dormiría, sería desconectada, ojalá un día entero, quería dimitir un día del negocio de la vida y me automediqué para ello con una dosis que para mi cuerpo adicto a esas pastillas eran cosquillas.

Claro que se enteraron, a tí te pasa algo raro hoy estás muy dormida y por qué no quieres comer, déjame quiero dormir, qué pasa, que he tomado esto porque quiero dormir, y me llevaron a urgencias. Al ser la dosis pequeña y yo ya estaba despierta, adormilada pero muy viva en lo biológico. No recuerdo mucho ahora, un informe para llevarle a mi psiquiatra, una amonestación familiar, retirada de pastillas, ahora te las daré yo. Esto de una desconexión puntual no le gusta a la gente, claro, preocupa mucho, pero yo no quería estar despierta y eso sólo lo entienden los que han estado ahí y los psiquiatras quizá lo crean de tanto escucharlo.

Pasaron dos semanas o poco más, 2 de septiembre, yo seguía con las mismas ganas de no saber lo que sabía, que latía mi corazón pero yo estaba muerta, la habitación seguía cerrada, yo seguía en la cama, a oscuras me libraba de mirar hacia el techo pero esta vez ya no pensaba en un sólo día, ni en unas benzos, quería algo más definitivo, permanente, a salvo de lavados de estómago, cicatrices y pérdida funcional si no permanente de órganos vitales. Aprendiz de suicida, hazlo bien o desearás morir de verdad porque ahora sólo piensas en tu mente y no en cómo tu cuerpo podría quedar, piensa, piensa, cómo, cómo...

Llevaba dos días rumiándolo, no iba de pastillas la cosa y no tenía que fallar, no podía resistir más y ya no veía ni campos ni playas ni el brillo del sol ni el de las estrellas, sólo existía el monitor de un portátil que me proporcionaba un punto de concentración para procesar el plan que no debía ser escrito sino memorizado, y esa pantalla me habló sin hablarme, alguien se conectó y se dio cuenta de mi estado, y me llevaron a urgencias antes de que se me escapase la vida del cuerpo que seguía latiendo.

Me obligaron a salir a la luz del sol. Soy incapaz de recordar si llevaba puesta la faja en la espalda pero sin ella no podía caminar. Obedecí como una autómata, con resistencia pero obedecí a las contraórdenes, no había gran cosa más en mi mente pues sólo la llena la vida.

Desde entonces, enfermo de tristeza en habitaciones oscuras, me dan miedo, y las paredes que hablan también.

***

Qué ha pasado aquí

Qué ha pasado aquí

Despierto a la hora de siempre, pero algo no va bien.

No recuerdo qué cené ayer.

El pc está encendido, un "vuelvo enseguida" en msn. No salí de casa, eso está claro.

Recuerdo. Me tomé un extra y me pasó factura. Había comido pero me dispuse a comer de nuevo, esa pastilla es golosa hasta decir basta y da órdenes. A la porra la ensaladita, no, venga a freír porquerías congeladas a la media hora escasa de tomar la pastilla.

No recuerdo cuándo me venció el sueño. No recuerdo si tomé las pastillas de la noche pero ahí está vacío el pastillero. Esta laguna es peor que cualquiera de las que recuerdo bañada en alcohol.

Si esto es así, he dormido muchísimas horas. Tengo la cabeza resacosa, y es por exceso o por defecto de pastillas. Síndrome de abstinencia, o sueño desregulado otra vez.

Ahora es tarde, así que toca tomarse lo de la mañana y empezar otro día.

Pero, ¿qué haría yo ayer?

Qué resacónnnn

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